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Y de pronto
el carro de caballos
dejó de tener caballos,
sólo tuvo un esclavo:
El cochero,
que vio la realidad
así, tan de pronto,
ante sus ojos la realidad.
Bajaste, hombre, del carro,
bendices la hierba,
olvidas la dirección
de tu casa.
Los caballos por la orilla
de un mar que ahora es bravo.
Has visto la libertad,
hombre humano.
Pegas fuego al carro,
lo último esclavo,
y el fuego sonríe
en una noche sin clavos.
Y a lo lejos ver,
lejos de ti los caballos,
son solo ellos:
Como tu corazón volando.
Y a lo lejos sentir,
así es el mar,
humana mujer,
A tu corazón sin carros.
Y por fin ya no ver,
madre tierra,
por encima de tu piel,
paso de carros.
[del poemario "Canten las jaulas. Canciones para los aún no vencidos", en construcción e inédito]
“Yo nací entre los hombres, y entre las mujeres. Entre los humanos. Pero no me sentía como ellos. Sabía que existía algo superior a todo lo que veía. Un día hallé esta historia, la historia más ocultada, deformada, falseada y burlada -y a la vez la más colosalmente hermosa y violenta- que ha existido en esta tierra. La historia de los animales sometidos y esclavizados por los humanos en las sociedades modernas y antiguas. Entonces supe quién era entre todos ellos, qué tenía que decir, y qué hacer. Y comencé por detallar los holocaustos.
Editorial Leviatán, de Buenos Aires, publicó recientemente una nueva entrega del autor local, que se suma a la extensa trayectoria en el género que acredita Revagliatti desde su inicial Obras completas en verso hasta acá, de 1988. Uno de los poetas argentinos más originales, de más vasta producción y más traducido a otras lenguas de la generación de los 80.
Las manecillas del reloj regresaron al mismo punto por el que transitaron ayer, el calendario está en la misma fecha, situación irrepetible por siempre en la nomenclatura gregoriana. Frente a la ventana, ella pierde su mirada en el infinito, una maleta de cuero café depositada en el piso está a su costado.
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