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Los hijos de las estrellas

Juan García-Filoso
Redacción
miércoles, 3 de junio de 2009, 10:07 h (CET)
Y vio Dios todas las cosas que había hecho: y eran en grande manera buenas. Con lo que de la tarde y de la mañana, se formo el día sexto. (Génesis, capitulo 1.31)

La ciencia necesito algo más de seis días par explicar la génesis de la vida sobre la tierra, y no la concibió como algo creado de la nada por la voluntad todopoderosa de un Dios personal, sino por la fuerza de una acción misteriosa que esta en la naturaleza de las cosas, y que va desarrollándose a través de miles de millones de años de evolución. La ciencia, más prosaica que la religión, imaginó nuestro planeta como una inmensa olla donde se coció la gran sopa de la vida mediante reacciones químicas sobre diversos elementos inorgánicos; produciéndose un hecho asombroso: que lo inerte, lo muerto cobre vida.

¿Cuál pudo ser el proceso de este acontecimiento que parece sobrenatural? Según la concepción científica clásica el origen de todo esta en el corazón de las estrellas rojas, donde se crean partículas de polvo que escapan a los espacios interestelares en forma de viento solar por la menor gravedad y presión externa, consecuencia del aumento de volumen de una estrella a medida que se va apagando.

Pero estas estrellas no solo generan y expulsan polvo estelar, sino que a través de la fusión nuclear convierte el elemento mas común del universo, el hidrogeno, en helio, y este en átomos de carbono, oxigeno, nitrógeno, y fósforo, ingredientes que pueden enlazarse químicamente para crear compuestos que anteceden a las primeras formas de vida.

Estos elementos junto con el polvo estelar se concentran en gigantescas nubes moleculares dispersas por todas las galaxias, que son la argamasa de la que se crean los planetas y otros objetos celestes a partir del colapso de las partículas de polvo que se unen por la fuerza de la gravedad.

Sabiendo ya como se formó la tierra ahora solo falta conocer como se cocinó el plato de la vida. El carbono, el oxigeno, el nitrógeno y el fósforo se recombinaron en nuestro mundo mediante determinados procesos químicos debidos a las condiciones climáticas en tiempos muy remotos, dando lugar a los ácidos nucleicos ADN y ARN, que contienen el código genético con la información necesaria para formar aminoácidos, que se unen a sus vez para crear la proteína, autentica molécula viva que proporciona la estructura y química de nuestro cuerpo, y es base para la constitución de la célula, unidad básica de la vida, y de aquí en adelante todo fue un no parar.

Pero si el paso de lo inorgánico a lo orgánico es ya por si fascinante, la cuestión se enreda aún más ante la posibilidad de que el germen de la vida se haya creado; no en la tierra, sino en las mismas nubes moleculares, y que nuestro planeta sea en realidad una gran útero materno de alquiler, que acogió el gran óvulo fecundado de la vida.

La idea la expone JOHN GRIBBIN, doctor en astrofísica en su libro: Biografía del universo, y esta basada, al parecer, en rigurosos estudios científicos. El hecho descubierto y probado, de que las nubes moleculares contienen los elementos necesarios para sintetizar aminoácidos, ha dado pie a que se especule con la posibilidad de que contengan aminoácidos ya formados, proteínas o incluso célula vivas, que pueden ser diseminados a lo largo del universo por meteoritos y cometas, creados, al igual que los planetas, de nubes moleculares.

La visión maravillosa de miles de millones de meteoritos y cometas vagando por los espacios siderales engendrando nuevos mundos, propalando la vida basada en el carbono a través de un cosmos con miles de millones de galaxias que contienen miles de millones de soles y planetas; hace difícil creer que seamos la única forma de vida en el universo.

Especialmente bella es la imagen de meteoritos – restos de otros mundos - entrando en la atmósfera terrestre e impactando contra el suelo fecundándolo, o la contemplación de un cometa, una inmensa bola de hielo estelar, acercándose lo suficientemente al sol para calentarse y derramar, a través de su cola, la semilla de la vida que será recogida por la tierra en su orbita alrededor del sol

No es la idea extravagante imaginada por la mente calenturienta de un científico loco, pues ya se han encontrado aminoácidos en restos de meteoritos caídos en la tierra, y en cualquier caso, se haya creado la vida aquí, en nuestro planeta, o en inmensas nubes estelares, lo cierto es que los condimentos de la vida se originaron en las estrellas, y nosotros, el genero humano, que al creer en Dios creamos a Dios y nos convertimos por nuestra propia fe en hijos suyos a su imagen y semejanza, somos, en realidad, hijos de las estrellas.

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