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Toros
Etiquetas | Crítica taurina / Feria de Abril (Sevilla)
Ignacio de Cossío

Daniel Luque, tiembla Sevilla

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Una tarde de petardo grande como las de ayer solo las salva la predisposición de un torero desafiante, heroico, arrogante como clara demostración de que todo es posible si se tiene el valor suficiente y la raza torera de decir hasta aquí hemos llegado. Poner en una palabra las cosas en su sitio y a cada uno en el lugar que se merece. Menos mal que en la plaza estaba Sebastián, el Napoleón de los toros y ese torerazo de Gerena que hace temblar la Maestranza, más conocido por Luque, Daniel Luque.




Daniel Luque / Foto: Manuel Vasco.


No quiero imaginarme los que hubiera sido de nosotros, los aficionados que asistimos a semejante entierro torista si la hubieran matado otros maestros menos dispuestos a jugarse la vida por alegrar una de las corridas, por no decir la corrida más penosa en cuanto al juego se refiere de la feria, peor imposible.

Como templa Luque al toro, lo lleva, lo pasea, lo torea de verdad de punta a punta del ruedo, Daniel es por sí solo una de las mejores verónicas del toreo. Su actitud no es suicida ante la bestia ni mucho menos es sabia y prudente, comedida con la elegancia de la naturalidad. Parece la sombra de un niño en medio de la plaza pero con manoletinas de torero sabio y curtido por los años, huella tras huella va labrando su leyenda. En silencio Daniel habla con el toro: ¡Ven, ven conmigo que te vas a enterar quien soy yo! Y el toro le obedece, nadie habla mejor su lenguaje que Luque, un torero que camina, traspasa y se planta en los terrenos del toro, como Pedro por su casa. Allí en tierras del toro y con el respaldo de unas tablas torea para sí tan sin sangre de color moreno que dijera Alberti. No merece la pena y aun arriesgo de ser alcanzado tiene la generosidad de probar por ambos pitones la nulidad y el peligro atronador del toro. Dos guadañazos aletean su rostro como dos abanicos de nácar, llega la espada y nadie es conciente del mérito que es vencer las dificultades del enemigo, ésas mismas que Luque sin pretenderlo ha nublado. Con la estocada llega tras de sí la exteriorización del peligro con dieciséis campanadas degollantes. Volvió en el sexto a dar la cara, la única que tiene por amor al acto de ser torero, manda que no se pique y que sean los capotazos justos ni más ni menos para fijar al toro. Vuelve solo frente al toro para clavar un trincherazo a cámara lenta, esto promete y prometido queda. Los apuntes del joven torero van calando en la plaza al son de muleta, un, dos y tres y el monumental pase de pecho nos revela que murió El Dani y nació el hijo de la Sra. Luque, fuente inspiradora y forjadora de toreros de raza.

Sus piernas se asientan en la plaza como espuelas en lo estribos, no le cambia la posición ni el toro, ni el viento gélido que empieza tímidamente a cubrir la tarde. Allí junto a las localidades del 9 nacen tres series por la derecha, en las que toro y torero se funden en el más apasionante de los espectáculos. Rescato dos secuencias de cambios de mano y dos circulares por la espalda en un palmo de terreno con tanta exposición que se nos olvidaron las carencias más absolutas de toro. Daniel, maestro del ilusionismo y la presdigitación aderezada de un valor espeluznante, cuando torea hace temblar Sevilla sin reparar que tras de sí puede abandonar jirones de su propia vida. Gracias Daniel, por tu generosidad en pro de un toreo de altura, Sevilla espera ya impaciente tu Puerta Grande de Madrid.

Tres horas de suplicio y para el olvido de no ser también por ese toreo audaz de Castella junto a las tablas toreando en redondo, arañando cada muletazo de un toro difícil y muy molesto. Sebastián con aquellas tres series con la diestra deja su tarjeta de visita en la Maestranza con la cabeza bien alta. Disculpada queda su actitud de no meter la sexta en el rebrincado quinto un manso de libro que no dio opción de nada. El Cid con sus buenas, bajas, firmes y toreras verónicas en el primero pasa modestamente por la feria sin pena ni gloria y esto podría desanimar a sus partidarios que no han visto este año florecer su portentosa mano izquierda. Esa tarde se llevó toda la gloria, Alcalareño un pedazo de torero con cara de enterrador, que hace que sus pares de banderillas sean como puñales que caen del mismo cielo.

Ficha técnica
Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Décimo cuarto festejo de la Feria de Abril. En tarde agradable pero con fuertes rachas de viento se lidiaron cinco toros de El Puerto y Ventana de San Lorenzo y uno corrido en quinto lugar de Gavira. En general muy justa de presentación, mansa, descastada y nulo juego en el último tercio, con dos toros devueltos al corral por inválidos 2º y 5º. Lamentable e interminable espectáculo ganadero. Primero de buen aire aunque con poca fuerza y al final a la defensiva; segundo bis: flojo, inválido, muy manso y molesto; tercero manso y desarrollando peligro; cuarto sin calidad, soso y rajado; quinto bis: manso, corraleado con un solo y regular pitón el derecho; y sexto descastado y sin fuerzas.

Manuel Jesús El Cid, de verde manzana y oro. En el primero pinchazo, estocada trasera (silencio). En el cuarto dos pinchazos, estocada (silencio).

Sebastián Castella, de caña y oro. En el segundo media estocada trasera y tendida, aviso, descabello (palmas); En el quinto bajonazo y estocada (silencio).

Daniel Luque. En el tercero estocada caída y trasera, 14 descabellos, aviso, dos descabellos (silencio); En el sexto estocada entera y trasera, aviso (oreja).

En cuadrillas: Saludó desde el tercio Alcalareño, de la cuadrilla de El Cid, tras parear magistralmente al primero.

Daniel Luque, tiembla Sevilla

Ignacio de Cossío
Ignacio de Cossío
jueves, 30 de abril de 2009, 07:21 h (CET)
Una tarde de petardo grande como las de ayer solo las salva la predisposición de un torero desafiante, heroico, arrogante como clara demostración de que todo es posible si se tiene el valor suficiente y la raza torera de decir hasta aquí hemos llegado. Poner en una palabra las cosas en su sitio y a cada uno en el lugar que se merece. Menos mal que en la plaza estaba Sebastián, el Napoleón de los toros y ese torerazo de Gerena que hace temblar la Maestranza, más conocido por Luque, Daniel Luque.




Daniel Luque / Foto: Manuel Vasco.


No quiero imaginarme los que hubiera sido de nosotros, los aficionados que asistimos a semejante entierro torista si la hubieran matado otros maestros menos dispuestos a jugarse la vida por alegrar una de las corridas, por no decir la corrida más penosa en cuanto al juego se refiere de la feria, peor imposible.

Como templa Luque al toro, lo lleva, lo pasea, lo torea de verdad de punta a punta del ruedo, Daniel es por sí solo una de las mejores verónicas del toreo. Su actitud no es suicida ante la bestia ni mucho menos es sabia y prudente, comedida con la elegancia de la naturalidad. Parece la sombra de un niño en medio de la plaza pero con manoletinas de torero sabio y curtido por los años, huella tras huella va labrando su leyenda. En silencio Daniel habla con el toro: ¡Ven, ven conmigo que te vas a enterar quien soy yo! Y el toro le obedece, nadie habla mejor su lenguaje que Luque, un torero que camina, traspasa y se planta en los terrenos del toro, como Pedro por su casa. Allí en tierras del toro y con el respaldo de unas tablas torea para sí tan sin sangre de color moreno que dijera Alberti. No merece la pena y aun arriesgo de ser alcanzado tiene la generosidad de probar por ambos pitones la nulidad y el peligro atronador del toro. Dos guadañazos aletean su rostro como dos abanicos de nácar, llega la espada y nadie es conciente del mérito que es vencer las dificultades del enemigo, ésas mismas que Luque sin pretenderlo ha nublado. Con la estocada llega tras de sí la exteriorización del peligro con dieciséis campanadas degollantes. Volvió en el sexto a dar la cara, la única que tiene por amor al acto de ser torero, manda que no se pique y que sean los capotazos justos ni más ni menos para fijar al toro. Vuelve solo frente al toro para clavar un trincherazo a cámara lenta, esto promete y prometido queda. Los apuntes del joven torero van calando en la plaza al son de muleta, un, dos y tres y el monumental pase de pecho nos revela que murió El Dani y nació el hijo de la Sra. Luque, fuente inspiradora y forjadora de toreros de raza.

Sus piernas se asientan en la plaza como espuelas en lo estribos, no le cambia la posición ni el toro, ni el viento gélido que empieza tímidamente a cubrir la tarde. Allí junto a las localidades del 9 nacen tres series por la derecha, en las que toro y torero se funden en el más apasionante de los espectáculos. Rescato dos secuencias de cambios de mano y dos circulares por la espalda en un palmo de terreno con tanta exposición que se nos olvidaron las carencias más absolutas de toro. Daniel, maestro del ilusionismo y la presdigitación aderezada de un valor espeluznante, cuando torea hace temblar Sevilla sin reparar que tras de sí puede abandonar jirones de su propia vida. Gracias Daniel, por tu generosidad en pro de un toreo de altura, Sevilla espera ya impaciente tu Puerta Grande de Madrid.

Tres horas de suplicio y para el olvido de no ser también por ese toreo audaz de Castella junto a las tablas toreando en redondo, arañando cada muletazo de un toro difícil y muy molesto. Sebastián con aquellas tres series con la diestra deja su tarjeta de visita en la Maestranza con la cabeza bien alta. Disculpada queda su actitud de no meter la sexta en el rebrincado quinto un manso de libro que no dio opción de nada. El Cid con sus buenas, bajas, firmes y toreras verónicas en el primero pasa modestamente por la feria sin pena ni gloria y esto podría desanimar a sus partidarios que no han visto este año florecer su portentosa mano izquierda. Esa tarde se llevó toda la gloria, Alcalareño un pedazo de torero con cara de enterrador, que hace que sus pares de banderillas sean como puñales que caen del mismo cielo.

Ficha técnica
Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Décimo cuarto festejo de la Feria de Abril. En tarde agradable pero con fuertes rachas de viento se lidiaron cinco toros de El Puerto y Ventana de San Lorenzo y uno corrido en quinto lugar de Gavira. En general muy justa de presentación, mansa, descastada y nulo juego en el último tercio, con dos toros devueltos al corral por inválidos 2º y 5º. Lamentable e interminable espectáculo ganadero. Primero de buen aire aunque con poca fuerza y al final a la defensiva; segundo bis: flojo, inválido, muy manso y molesto; tercero manso y desarrollando peligro; cuarto sin calidad, soso y rajado; quinto bis: manso, corraleado con un solo y regular pitón el derecho; y sexto descastado y sin fuerzas.

Manuel Jesús El Cid, de verde manzana y oro. En el primero pinchazo, estocada trasera (silencio). En el cuarto dos pinchazos, estocada (silencio).

Sebastián Castella, de caña y oro. En el segundo media estocada trasera y tendida, aviso, descabello (palmas); En el quinto bajonazo y estocada (silencio).

Daniel Luque. En el tercero estocada caída y trasera, 14 descabellos, aviso, dos descabellos (silencio); En el sexto estocada entera y trasera, aviso (oreja).

En cuadrillas: Saludó desde el tercio Alcalareño, de la cuadrilla de El Cid, tras parear magistralmente al primero.

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