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Siempre he tenido la duda de que la suma sea buena “per se”. ¿Por qué la duda? Porque la unión no es un axioma de fuerza y victoria; sencillamente porque la fuerza y la victoria dependen de los sumandos..., y no, simplemente, del signo “+”.
Siempre, el día después, nos debe entrar la “duda ética”: juntar dos, tres y hasta cuatro ideas ¿será mejor que dejar que gobierne el MAS VOTADO con el apoyo único de OTRO?
Sinceramente, creo que las escaleras se construyen equilibrando los peldaños y no poniendo un escalón encima de otro, sin más.
En este momento el pueblo no puede hacer nada. Ya votó, pero creo, en honor a la verdad, que los ciudadanos votaron fuerza y equilibrio y no buscaron ni Ayuntamientos ni Comunidades “galimatías de ideas” y “lenguajes trilero”.
Ahora, pues, sólo podemos pedir sensatez. Mejor que gobierne UNO APOYADO que TRES en COALICIÓN...
Quizás sea pedir mucho, pero la historia siempre nos ha demostrado que cuando se colocan tres en el mismo colchón, alguien sale mojado.
Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.
En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.
Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.
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