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El campeón de la Euroliga supera su final contra el Khimki, y se medirá en cuartos con el Fenerbahçe, tras un sublime encuentro con mención para Llull, Reyes, Carroll y Sergio Rodríguez

El Real Madrid, el campeón de la Euroliga, está muy vivo (83-70)

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El campeón está vivo. El campeón continuará su defensa del trono. El Real Madrid se ganó su pasaporte a la siguiente fase de la Euroliga. No sin sufrimiento y sudores fríos. El Khimki no lo puso sencillo. Ellos también se jugaban su futuro en la competición. El cuadro de Laso acabó cuarto clasificado y optará a su cuarta Final Four consecutiva. Para ello, el Real Madrid deberá superar al Fenerbahçe de un viejo amigo como Obradovic. Se conocen y existen buenos recuerdos. Como ese encuentro de mayo pasado en la previa a alzarse con la Novena.

“Somos un equipo” gritaba nuestro buen amigo Pedro. El animador de la fiesta daba con la clave. Este Real Madrid no es un entrenador con un sistema de baloncesto ofensivo y alegre. No son cinco jugadores dejándose el alma en la cancha. Tampoco es un grupo de 12 deportistas que se han ganado el derecho a confiar en ellos. Incluso cuando están sobre el alambre, como sucede en este curso. Nunca mueren. Siempre vuelven. Hay orgullo, sangre y talento. Ese el Real Madrid. O casi el Real Madrid. Porque este Real Madrid es posible gracias a los cerca de 11.000 espectadores que también juegan y sudan los colores.

En encuentros como éstos es sencillo enganchar al público. El público ya viene concentrado desde sus casas, desde sus trabajos. Pero si falta algo, ahí está una presentación al modo NBA. Ya están conectados. Y si falta algo más aparece Llull con dos triples consecutivos y poner un 10-8. Y acto seguido aparece Rudy. Y sino Reyes, que es capaz de anotar hasta dos triples consecutivos, uno de ellos cayéndose y sacando falta a su defensor. El Real Madrid sabía su misión. Sólo anotaban ellos, pero entonces apareció Carroll y Sergio Rodríguez. Complementaron un primer cuarto fantástico: 33 puntos. 8 de 10 en triples, con sólo 3 de 6 en canastas de 2. 11 puntos de Reyes sin error.

Pero había partido. Enfrente estaba el Khimki. Ellos también se jugaban su clasificación para los cuartos de la Euroliga. Era un todo o nada. O ellos o el Real Madrid. Y ellos, de Moscú, de nueva creación en el baloncesto, cuentan con un estadounidense. Lo que son los tiempos. Tienen a Rice. No es guapo, ni alto, ni intimida. Y hasta luce el número 0 en su camiseta. Pero Rice anota como un poseso cuando juega contra el Real Madrid. Al descanso, el Khimki se marchó con 49 puntos en su casillo; 22 fueron de Rice.

Duelo de francotiradores
El dato es abrumador, pero lo es más que evitara el despege del Real Madrid. Porque entre el ritmo magnífico de Sergio Rodríguez y las canastas de Carroll y Hernangómez, el Real Madrid se distanció hasta los 11 puntos. 37-28. El Madrid carburaba y el público gozaba de felicidad. Había estaba una buena defensa. Tampoco estaba Rice. Pero Rice salió y triple. 39-31. Y luego de dos 39-33. Y otro triple más: 39-36. Volver a empezar. A poco más de cinco para el descanso. Y Rice, a lo suyo: 41-39. Menos ma l que estaba Carroll dando respuesta. Un duelo al sol. Shved también se apuntó del perímetro. Y Carroll respondió. 47-42. Y Carroll anotó otro triple más. 47-42. 15 puntos de Carroll contra 22 de Rice. El Palacio enamorado del estadounidense. Ese jugador que estando en el Gran Canario dio una exhibición en Caja Mágica y el público lo pidió a gritos. ¡Fíchalo, fíchalo! E hizo caso. Al descanso, 54-49. Todo abierto.

Llull frena a Rice
Entonces, el descanso sirvió para centrar el objetivo: aparte de anotar, había que frenar a Rice. El Khimki se convertiría en un equipo más asequible. Llull se esmeró en esa tarea, recibiendo ayudas constantes. Casi cuatro minutos después, Rice no había sumado y el Real Madrid alcanzaba esos 10 puntos psicológicos: 59-49. Era el momento de romper la final anticipada. Porque después de seis minutos de juego, el cuadro de Ivanovic sólo sumaba tres puntos más en comparación al descanso. Tarde, pero había resurgido la defensa blanca. Maravillosa noticia. Lo peor fue que se trató de una aparición fugaz. Al cuarto final se llegó con una renta mínima a tenor de lo visto: 66-58

Y entonces, con Rice tomando aire, Carroll puso su firma: cinco puntos consecutivos y 71-58 a poco menos de ocho minutos para el final. La renta era buena; faltaba rematar la faena. El “Somos un equipo” volvía como lema de las gestas. Era el día. El campeón no podía tropezar. Aunque… los árbitros volvieran a enfadar. Técnica incomprensible a Sergio Rodríguez. Rice volvía a anotar. No lo había hecho en toda la segunda parte. 71-62. Ni eso descentró al Real Madrid. Anotó cuatro puntos y Carroll otro triple. 78-64. Máxima renta del partido. La clasificación, después de mucho sufrir, estaba en la mano del Real Madrid. Faltaban 5 minutos. Y Sergio Rodríguez firmó la sentencia. Triple y 81-65. El campeón estaba vivo. Más vivo que nunca. La décima de baloncesto aún es posible. Fenerbahçe, próxima parada con destino a Berlín.

El Real Madrid, el campeón de la Euroliga, está muy vivo (83-70)

El campeón de la Euroliga supera su final contra el Khimki, y se medirá en cuartos con el Fenerbahçe, tras un sublime encuentro con mención para Llull, Reyes, Carroll y Sergio Rodríguez
Rafael Merino
jueves, 7 de abril de 2016, 22:30 h (CET)
El campeón está vivo. El campeón continuará su defensa del trono. El Real Madrid se ganó su pasaporte a la siguiente fase de la Euroliga. No sin sufrimiento y sudores fríos. El Khimki no lo puso sencillo. Ellos también se jugaban su futuro en la competición. El cuadro de Laso acabó cuarto clasificado y optará a su cuarta Final Four consecutiva. Para ello, el Real Madrid deberá superar al Fenerbahçe de un viejo amigo como Obradovic. Se conocen y existen buenos recuerdos. Como ese encuentro de mayo pasado en la previa a alzarse con la Novena.

“Somos un equipo” gritaba nuestro buen amigo Pedro. El animador de la fiesta daba con la clave. Este Real Madrid no es un entrenador con un sistema de baloncesto ofensivo y alegre. No son cinco jugadores dejándose el alma en la cancha. Tampoco es un grupo de 12 deportistas que se han ganado el derecho a confiar en ellos. Incluso cuando están sobre el alambre, como sucede en este curso. Nunca mueren. Siempre vuelven. Hay orgullo, sangre y talento. Ese el Real Madrid. O casi el Real Madrid. Porque este Real Madrid es posible gracias a los cerca de 11.000 espectadores que también juegan y sudan los colores.

En encuentros como éstos es sencillo enganchar al público. El público ya viene concentrado desde sus casas, desde sus trabajos. Pero si falta algo, ahí está una presentación al modo NBA. Ya están conectados. Y si falta algo más aparece Llull con dos triples consecutivos y poner un 10-8. Y acto seguido aparece Rudy. Y sino Reyes, que es capaz de anotar hasta dos triples consecutivos, uno de ellos cayéndose y sacando falta a su defensor. El Real Madrid sabía su misión. Sólo anotaban ellos, pero entonces apareció Carroll y Sergio Rodríguez. Complementaron un primer cuarto fantástico: 33 puntos. 8 de 10 en triples, con sólo 3 de 6 en canastas de 2. 11 puntos de Reyes sin error.

Pero había partido. Enfrente estaba el Khimki. Ellos también se jugaban su clasificación para los cuartos de la Euroliga. Era un todo o nada. O ellos o el Real Madrid. Y ellos, de Moscú, de nueva creación en el baloncesto, cuentan con un estadounidense. Lo que son los tiempos. Tienen a Rice. No es guapo, ni alto, ni intimida. Y hasta luce el número 0 en su camiseta. Pero Rice anota como un poseso cuando juega contra el Real Madrid. Al descanso, el Khimki se marchó con 49 puntos en su casillo; 22 fueron de Rice.

Duelo de francotiradores
El dato es abrumador, pero lo es más que evitara el despege del Real Madrid. Porque entre el ritmo magnífico de Sergio Rodríguez y las canastas de Carroll y Hernangómez, el Real Madrid se distanció hasta los 11 puntos. 37-28. El Madrid carburaba y el público gozaba de felicidad. Había estaba una buena defensa. Tampoco estaba Rice. Pero Rice salió y triple. 39-31. Y luego de dos 39-33. Y otro triple más: 39-36. Volver a empezar. A poco más de cinco para el descanso. Y Rice, a lo suyo: 41-39. Menos ma l que estaba Carroll dando respuesta. Un duelo al sol. Shved también se apuntó del perímetro. Y Carroll respondió. 47-42. Y Carroll anotó otro triple más. 47-42. 15 puntos de Carroll contra 22 de Rice. El Palacio enamorado del estadounidense. Ese jugador que estando en el Gran Canario dio una exhibición en Caja Mágica y el público lo pidió a gritos. ¡Fíchalo, fíchalo! E hizo caso. Al descanso, 54-49. Todo abierto.

Llull frena a Rice
Entonces, el descanso sirvió para centrar el objetivo: aparte de anotar, había que frenar a Rice. El Khimki se convertiría en un equipo más asequible. Llull se esmeró en esa tarea, recibiendo ayudas constantes. Casi cuatro minutos después, Rice no había sumado y el Real Madrid alcanzaba esos 10 puntos psicológicos: 59-49. Era el momento de romper la final anticipada. Porque después de seis minutos de juego, el cuadro de Ivanovic sólo sumaba tres puntos más en comparación al descanso. Tarde, pero había resurgido la defensa blanca. Maravillosa noticia. Lo peor fue que se trató de una aparición fugaz. Al cuarto final se llegó con una renta mínima a tenor de lo visto: 66-58

Y entonces, con Rice tomando aire, Carroll puso su firma: cinco puntos consecutivos y 71-58 a poco menos de ocho minutos para el final. La renta era buena; faltaba rematar la faena. El “Somos un equipo” volvía como lema de las gestas. Era el día. El campeón no podía tropezar. Aunque… los árbitros volvieran a enfadar. Técnica incomprensible a Sergio Rodríguez. Rice volvía a anotar. No lo había hecho en toda la segunda parte. 71-62. Ni eso descentró al Real Madrid. Anotó cuatro puntos y Carroll otro triple. 78-64. Máxima renta del partido. La clasificación, después de mucho sufrir, estaba en la mano del Real Madrid. Faltaban 5 minutos. Y Sergio Rodríguez firmó la sentencia. Triple y 81-65. El campeón estaba vivo. Más vivo que nunca. La décima de baloncesto aún es posible. Fenerbahçe, próxima parada con destino a Berlín.

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