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Relativismo, verdad y dignidad

José Morales (Gerona)
Redacción
jueves, 2 de abril de 2009, 11:26 h (CET)
Ante las dudas que ciertos políticos crean sobre la dignidad humana pienso que se debe considerar que "existe una dignidad innata en el ser humano que no puede ser relativizada por ningún poder" y es que sin referencia social a la dignidad humana y a sus derechos naturales, los juicios políticos carecen de un fundamento objetivo y se convierten en meras opiniones parciales e interesadas.

Sin duda que una sociedad respetuosa con la dignidad humana "debe conjugar verdad y tolerancia" por eso intentar expulsar la verdad de la vida social genera intolerancia.

El relativismo moral es una contradicción al pretender instaurarse como un dogma incuestionable y el reconocimiento de la verdad objetiva no amenaza la tolerancia de la legítima diversidad; no lleva a la intolerancia con el prójimo.

Es así que las ideologías que niegan la verdad, que relativizan los actos humanos, acaban imponiendo la tiranía de sus consignas y dejan sus pretensiones de tolerancia en palabras sin contenido, con frecuencia en contradicción con sus hechos, desgraciadamente estamos sufriendo algunos casos. Por el contrario, la educación impregnada del cristianismo -en la escuela y en la universidad-, contribuye al bien común desarrollando el respeto a la verdad y a la auténtica tolerancia.

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La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

Es curioso cuánto se habla de la dignidad personal sin estar plenamente identificados con dicha entidad. En la referencia exclusiva al hecho de haber nacido, como portadores de condiciones esenciales en concreto, aún no habremos intervenido en su configuración. Tiene su miga hablar de esa dignidad, si prescindimos de la valoración de las características básicas de la persona.

 
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