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Soledad tranquilizadora

Octavi Pereña
Octavi Pereña
jueves, 2 de abril de 2009, 10:52 h (CET)
Javier Martín, en su escrito ‘Angustiados por el e-mail’ afirma: “El trabajador se deja en el correo electrónico una hora de su jornada. Y dos. Y tres. El empresario dice que baja la productividad; el currante, que se agobia. La facultad de psiquiatría de Londres habla de ‘infomanía’ y algunos siquiatras norteamericanos piden que los síntomas se incluyan en el diccionario de enfermedades mentales. El e-mail ha pasado de ahorrar tarea a estresar al personal. Quizás también ha llegado el momento de saber organizar el correo”. Gracias al móvil y al portátil, con la excusa de sacarse faena de encima uno no descansa ni en vacaciones ni en los días de festivos.

Cary Cooper, especialista británico en salud laboral cree que el e-mail es una de las principales causas del estrés laboral. Koren Renaud de la universidad de Glasgow, dice: “El e-mail es ahora la herramienta que ahora nos provoca más problemas en nuestro trabajo. Es una vía de comunicación increíble, pero se nos ha ido de las manos”. Es un problema que va a más. La ‘infomanía’ se aplica a las personas adictas al correo electrónico, los chats y los SMS, tres medios de comunicación ligados alas nuevas tecnologías. Según una revista de psiquiatría norteamericana, entre los desordenes mentales producidos se encuentran los ocasionados por el correo electrónico, después de los videojuegos y el sexo virtual. Con el fin de reducir el estrés no estaría de más desconectar la alarma que nos avisa cuando recibimos un mensaje. Cada vez que suena, el sobresalto no te lo quita nadie y, muchas veces el susto lo produce un mensaje basura.

El problema de la ‘infomanía’ se está haciendo tan grave que ya se piensa en la educación para solucionarlo. La educación, como en tantos otros campos en que se la presenta como la panacea de los males resulta un fracaso. El desengaño lo provoca el hecho de que la educación intelectual se muestra incapaz de cambiar la naturaleza humana.

Jean Fleming dice algo que nos ayudará a comprender el uso abusivo que se hace de Internet, del correo electrónico y de los SMS: “Silencio y soledad no son palabras del siglo XX. Se adecuan a la Era Victoriana de la puntilla y de los zapatos con botones y las luces de petróleo más que en nuestra época de la televisión y el video y de personas que hacen footing empalmadas a unos audífonos. Nos hemos convertido en personas que aborrecen la soledad y nos encontramos mal estando solos”.

El hombre es un ser social que por naturaleza necesita la compañía de otras personas. Ahora bien, las buenas relaciones sociales son el fruto de haber aprendido la práctica de la soledad y haber aprovechado el aislamiento del mundanal ruido que nos envuelve para reflexionar en las cuestiones fundamentales que preocupan al hombre. Jesús es el modelo de hombre que sabe buscar momentos de soledad cuando estaba atareado predicando el Evangelio, curando a los enfermos de su auditorio, proveyendo de pan y pescado a los hambrientos. En palabras actuales, la actividad frenética de Jesús la consideraríamos estresante. Si se analiza su comportamiento que nos describen los evangelios no encontramos en Él indicio alguno de estar estresado. Todo lo contrario, nos presentan a un hombre tranquilo que controla el bullicio que lo envuelve. El secreto de su serenidad cuando estaba inmerso en un mar tempestuoso se debe a que practicaba el arte de aprovechar la soledad para contactar con el Padre celestial, la fuente de energía tranquilizadora. Si tenía que levantarse cuando el sol no había aparecido todavía en el horizonte, no tenía ningún inconveniente en hacerlo. Antes de la aurora lo encontramos orando al Padre. Se cargaba de auténtica espiritualidad y así le iba la cosa en la jornada agotadora que lo esperaba.

Nosotros hacemos todo lo contrario. Nos levantamos con el tiempo justo. Tenemos programada la radio para que nos despierte su sonido. Deseamos saber el tiempo que hará. Los acontecimientos ocurridos a última hora. Los comentarios matinales de los sabios contertulianos. Tan solo abrir los ojos nos sumergimos en el remolino despiadado del mundo que nos envuelve. El resultado de este rápido precipitarse en la vorágine de la nueva jornada es empezar la travesía con mal pie. Nos intoxicamos de agitación y todo lo que le sigue está impregnado de frenesí. Como se va tan justo de tiempo se desayuna a escape o se prepara rápidamente un bocadillo para llevar. Se sale de casa como un poseso para llegar tarde al trabajo o llevar rezagados a los niños a la escuela. La carencia de una practica verdadera de soledad hace que la vida se convierta en un mar tempestuosos con los nervios a punto de estallar.

Es preciso hacer un alto en el camino y sentarse para reflexionar seriamente. El modelo de soledad que nos muestra Jesús, ¿puede ser la solución a la agitación que se produce en el interior del alma? Para saberlo es preciso probarlo. ¿Por qué no me levanto unos minutos antes para abrir el Nuevo Testamento con el propósito de hacer una lectura y pedirle sabiduría al Padre celestial que puede dármela? Para saber la dulzura que hay en Jesús se precisa degustarlo. Si se lo paladea uno se dará cuenta de que venerar al Señor resulta ser más dulce que la miel que gotea del panal.

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