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El origen de las buenas obras

Octavi Pereña
Octavi Pereña
jueves, 19 de marzo de 2009, 13:57 h (CET)
La Federación Bíblica Católica Internacional ha realizado un sondeo mundial sobre el conocimientos de la Biblia. La denominada España católica, según esta investigación ocupa el último lugar en conocimientos de las Sagradas Escrituras. El arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, comenta. “Uno de los países últimos, que sorprende porque es un país católico de grandes tradiciones, pero que probablemente marca una especie de hiato con su pasado, es España, que resulta casi siempre la última en este estudio”.

¿Qué es lo que hace que España suspenda en conocimientos bíblicos? Pienso que el cardenal arzobispo de Barcelona Luís Martínez Sistach nos da la respuesta. En la entrevista que le hizo Ferran Monegal el 7 de octubre de 2008, el purpurado barcelonés dijo: “La homilía no es lo más importante”. El diccionario define así la palabra homilía: “Predicación que se hace para explicar al pueblo las lecturas bíblicas de la misa”. Según esta definición, las homilías sirven para explicar las lecturas de la Biblia y hacerlas inteligibles a los fieles.

Debe de haber algún motivo para que un miembro de la jerarquía católica tan encumbrado como lo es el cardenal arzobispo de Barcelona pueda decir que “la homilía no es lo más importante”. En una cumbre sinodal celebrada en octubre de 2008 entre papa y obispos para tratar sobre la Palabra en la Iglesia, se redactó el documento «Instrumentum laboris» en el que se rechaza el fundamentalismo y se apunta por el fruto liberador del mensaje de Jesús. El verdadero fundamentalismo cristiano cree que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo,3:16,17). Si toda la Escritura es útil para enseñar para que quien la conozca esté “enteramente preparado para toda buena obra”, la Palabra de Dios debe de ocupar el lugar central en el culto cristiano, es decir, se debe ser fundamentalista porque es la única manera como el pueblo puede ser instruido en el conocimiento de la Biblia.

A medida que se va produciendo degradación espiritual porque aumenta el desconocimiento de las Sagradas Escrituras, el culto se hace más barroco y la predicación se substituye por un ceremonialismo muy estudiado y carente de vida. Los feligreses tienen hambre y sed de Dios pero nadie les proporciona el pan y el agua de vida que necesitan porque la homilía no es lo más importante.

Mientras se considere que la predicación de toda la Escritura no sea lo más importante, el pueblo languidece de desnutrición espiritual. El desconocimiento bíblico tiene el efecto que no se está “preparado para toda buena obra”. Nuestra sociedad que se considera cristiana, desde la cabeza hasta los pies carece de personas que estén preparadas “para toda buena obra” porque desconocen la Biblia y los responsables de que este desconocimiento se siga dando consideran que la homilía no es lo más importante.

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