Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Buñuelos de viento
Pedro de Hoyos

Socorro, mi hija puede abortar

|

Permítame aclarar, amigo lector, que el titular que acaba usted de leer es una inexactitud pensada para atraerle a leer este artículo, pero necesito que mi angustia sea atendida por todos ustedes.

Porque leo que el Gobierno, a través de su nueva ley de aborto, va a permitir que mi hija abortara, en el hipotético caso de que estuviera embarazada y tuviera dieciséis años, aunque yo no quisiera y sin que nada interesara lo que yo pudiera o quisiera decir. Y que el gobierno se permita tomar decisiones sobre mi hija sin tenerme en cuenta, saltándose mi patria potestad a la torera, es una muestra de estalinismo despótico que ilustra qué tipo de sociedad estamos construyendo.

Les ruego que me crean cuando les digo que ni soy ningún padre tiránico, sino simplemente exigente, ni ningún retrógrado que aproveche cualquier argumento con tal de arrojar críticas y reproches sobre un gobierno. Créanme, también, cuando les digo que voy dirigiendo la educación de mi hija en la medida que me es posible para que haga un uso responsable, ecléctico y respetuoso consigo misma y con los demás de su sexualidad, de su libertad y de su voluntad... cuando llegue el momento. Intento educarla, informarla y orientarla, en la medida que ella, sus amigos y la sociedad me dejan, para que ese uso que ella haga de su sexualidad sea bastante más tarde de los dieciséis años, desde luego. Otra cosa será la decisión que ella tome al respecto, claro.

Pero hay cosas que no soporto, como que el gobierno se entrometa en mi vida familiar y me diga qué puede y qué no puede hacer mi hija sin mi permiso. Más cuando esa intromisión cae en flagrantes contradicciones. Mire, mi hija, que aún no tiene los dieciséis años, no está ya en edad de que yo le dé un cachete en alguna circunstancia extraordinaria. Y digo "cachete", no digo "paliza" mi nada semejante, y digo "circunstancia extraordinaria", pido al lector que interprete mis palabras en su justo valor. Pero si aún así yo le diera tal cachete, sigo hablando de alguna circunstancia extraordinaria, resulta que el Estado se me echaría encima con su maquinaria y podría condenarme como ha condenado ya a otros padres.

Pero si hemos quedado en que estoy aplicando una corrección a mi hija, pongamos que tuviera ocho o diez años, y no la estoy maltratando ni nada semejante... ¿con qué derecho se atreve el Estado a impedirme educar a mi hija como yo creo conveniente? ¿No nos retrotrae esto a la antigüedad clásica cuando el Estado arrebataba los niños a sus padres para ponerlos al servicio de las ciudades-estado?

Ese mismo Estado, con un buen criterio de protección a los menores, les impide beber alcohol si tienen menos de dieciocho años. De nada valdría que uno de esos estúpidos padres "súper enrollados" y "súper amigos" de sus hijos permitiera a su hijo de diecisiete años y medio tomarse una copita de anís... digamos que sólo a los postres de las comidas. El Estado se lo podría impedir y el "enrolladísimo" padre se tendría que aguantar.

Pero resulta que ese mismo Estado que impide a los menores beber alcohol porque considera que no tienen edad para ello les va a permitir abortar... ¿sin que mi opinión de padre preocupado, adecuadamente formado y profundamente responsable sirva para nada? ¿Va a resultar que mi hija no es mayor para beber alcohol, no es mayor para volver a casa a determinadas horas, incluso se considera que no está suficientemente formada para votar... ¿pero sí lo está para abortar? Oiga, ¿no se ha vuelto alguien un poco majaras?

Socorro, mi hija puede abortar

Pedro de Hoyos
Pedro de Hoyos
sábado, 7 de marzo de 2009, 07:48 h (CET)
Permítame aclarar, amigo lector, que el titular que acaba usted de leer es una inexactitud pensada para atraerle a leer este artículo, pero necesito que mi angustia sea atendida por todos ustedes.

Porque leo que el Gobierno, a través de su nueva ley de aborto, va a permitir que mi hija abortara, en el hipotético caso de que estuviera embarazada y tuviera dieciséis años, aunque yo no quisiera y sin que nada interesara lo que yo pudiera o quisiera decir. Y que el gobierno se permita tomar decisiones sobre mi hija sin tenerme en cuenta, saltándose mi patria potestad a la torera, es una muestra de estalinismo despótico que ilustra qué tipo de sociedad estamos construyendo.

Les ruego que me crean cuando les digo que ni soy ningún padre tiránico, sino simplemente exigente, ni ningún retrógrado que aproveche cualquier argumento con tal de arrojar críticas y reproches sobre un gobierno. Créanme, también, cuando les digo que voy dirigiendo la educación de mi hija en la medida que me es posible para que haga un uso responsable, ecléctico y respetuoso consigo misma y con los demás de su sexualidad, de su libertad y de su voluntad... cuando llegue el momento. Intento educarla, informarla y orientarla, en la medida que ella, sus amigos y la sociedad me dejan, para que ese uso que ella haga de su sexualidad sea bastante más tarde de los dieciséis años, desde luego. Otra cosa será la decisión que ella tome al respecto, claro.

Pero hay cosas que no soporto, como que el gobierno se entrometa en mi vida familiar y me diga qué puede y qué no puede hacer mi hija sin mi permiso. Más cuando esa intromisión cae en flagrantes contradicciones. Mire, mi hija, que aún no tiene los dieciséis años, no está ya en edad de que yo le dé un cachete en alguna circunstancia extraordinaria. Y digo "cachete", no digo "paliza" mi nada semejante, y digo "circunstancia extraordinaria", pido al lector que interprete mis palabras en su justo valor. Pero si aún así yo le diera tal cachete, sigo hablando de alguna circunstancia extraordinaria, resulta que el Estado se me echaría encima con su maquinaria y podría condenarme como ha condenado ya a otros padres.

Pero si hemos quedado en que estoy aplicando una corrección a mi hija, pongamos que tuviera ocho o diez años, y no la estoy maltratando ni nada semejante... ¿con qué derecho se atreve el Estado a impedirme educar a mi hija como yo creo conveniente? ¿No nos retrotrae esto a la antigüedad clásica cuando el Estado arrebataba los niños a sus padres para ponerlos al servicio de las ciudades-estado?

Ese mismo Estado, con un buen criterio de protección a los menores, les impide beber alcohol si tienen menos de dieciocho años. De nada valdría que uno de esos estúpidos padres "súper enrollados" y "súper amigos" de sus hijos permitiera a su hijo de diecisiete años y medio tomarse una copita de anís... digamos que sólo a los postres de las comidas. El Estado se lo podría impedir y el "enrolladísimo" padre se tendría que aguantar.

Pero resulta que ese mismo Estado que impide a los menores beber alcohol porque considera que no tienen edad para ello les va a permitir abortar... ¿sin que mi opinión de padre preocupado, adecuadamente formado y profundamente responsable sirva para nada? ¿Va a resultar que mi hija no es mayor para beber alcohol, no es mayor para volver a casa a determinadas horas, incluso se considera que no está suficientemente formada para votar... ¿pero sí lo está para abortar? Oiga, ¿no se ha vuelto alguien un poco majaras?

Noticias relacionadas

Realmente, la función de la filosofía se desarrolla, como un saber crítico de segundo grado, que analiza los contenidos de las diversas ciencias. Es un saber que se interesa por toda la realidad y el presente. Ya en vida de su creador Gustavo Bueno, su materialismo demostró una potencia explicativa extraordinaria, superior a la de otras corrientes o sistemas filosóficos.

Hay cosas cómicas que hay que tomar muy en serio. Son gansadas que retratan nuestro mundo. Representan el ombliguismo que nos rodea. El término es magistral: define aquello que cree está en el centro del cuerpo (del universo), sin reparar que su función se volvió inútil hace ya tiempo.

Hace unos días recibí de la editorial Anagrama el libro de Roberto Saviano titulado Los valientes están solos. Libro apasionante que he comenzado a devorar por la forma directa de contar una historia de coraje e integridad que terminó con los restos del juez Falcone volando por los aires a consecuencia del atentado perpetrado por la Cosa Nostra, al mando de ese tipo con cara de paleto bobo, Salvatore Totò Riina.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto