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Los seres humanos sabemos que todos los acontecimientos necesitan una preparación

¿Son los representantes de las Iglesias buenos ejemplos?

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No es en absoluto extraño que en nuestro tiempo materialista cada vez más personas busquen modelos a seguir. Precisamente los representantes de las instituciones católicas, que se llaman a sí mismas cristianas, habrían podido ser un referente para sus fieles en los muchos siglos pasados, con lo que podría haber surgido un mundo más luminoso, un mundo mejor. La casta sacerdotal tendría que haber cumplido para ello las enseñanzas de Jesús, con el fin de que sus seguidores hubieran podido dar pasos iguales o parecidos.

Los seres humanos sabemos que todos los acontecimientos necesitan una preparación, por ese motivo hace 2000 años Jesús dijo que regresaría en espíritu para erigir Su Reino. Motivo por el cual aquellos que se denominan cristianos deberían haberse preparado para ello. En la parábola de las vírgenes, en la que se nos presenta a vírgenes prudentes y a vírgenes necias, se dice aproximadamente lo siguiente: las jóvenes que tenían aceite en sus lámparas se dirigieron al encuentro del novio y le encontraron. Y aquellas que no tenían aceite en las lámparas vagaron sin rumbo. Tras 2000 años se plantea ahora con razón la siguiente pregunta: ¿han instruido los representantes de las Iglesias institucionales a las personas en el sentido de que lleven conscientemente aceite, es decir que hagan brillar en sí mismos al Espíritu de Cristo con el fin de convertirse en luminosos recipientes del amor para cuando regrese el Príncipe de la Paz? La respuesta es no.

¿Cómo podrían tener aceite en sus lámparas los fieles de las Iglesias institucionales si quienes se consideran sus ejemplos, los sacerdotes, obispos y cardenales, están cubiertos de oro, piedras preciosas, púrpura, dinero y bienes? Para estos en primer lugar son válidas las palabras del Sermón de la Montaña que dicen: «Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia», pues quien es misericordioso es rico en valores internos. Él posee lo que necesita para su vida en la Tierra. Estas personas no acumulan tesoros, porque el tesoro que hay en ellas, el tesoro del amor y de la misericordia, es igual a la grandeza interna, que significa libertad.

Por eso no se dejen engañar. Quien se ata a personas que exhiben la riqueza de sus Instituciones, que además se adornan con oro, púrpura y piedras preciosas y que únicamente se sientan entre los ricos de este mundo, está verdaderamente atado, porque ellos se sientan durante las reuniones en las primeras filas y mantienen sus «orlas» en alto. En verdad no son ejemplos, todo lo contrario, son un signo elocuente de que este mundo materialista, brutal y cruel a la larga no puede subsistir.

¿Son los representantes de las Iglesias buenos ejemplos?

Los seres humanos sabemos que todos los acontecimientos necesitan una preparación
Vida Universal
martes, 1 de marzo de 2016, 08:36 h (CET)
No es en absoluto extraño que en nuestro tiempo materialista cada vez más personas busquen modelos a seguir. Precisamente los representantes de las instituciones católicas, que se llaman a sí mismas cristianas, habrían podido ser un referente para sus fieles en los muchos siglos pasados, con lo que podría haber surgido un mundo más luminoso, un mundo mejor. La casta sacerdotal tendría que haber cumplido para ello las enseñanzas de Jesús, con el fin de que sus seguidores hubieran podido dar pasos iguales o parecidos.

Los seres humanos sabemos que todos los acontecimientos necesitan una preparación, por ese motivo hace 2000 años Jesús dijo que regresaría en espíritu para erigir Su Reino. Motivo por el cual aquellos que se denominan cristianos deberían haberse preparado para ello. En la parábola de las vírgenes, en la que se nos presenta a vírgenes prudentes y a vírgenes necias, se dice aproximadamente lo siguiente: las jóvenes que tenían aceite en sus lámparas se dirigieron al encuentro del novio y le encontraron. Y aquellas que no tenían aceite en las lámparas vagaron sin rumbo. Tras 2000 años se plantea ahora con razón la siguiente pregunta: ¿han instruido los representantes de las Iglesias institucionales a las personas en el sentido de que lleven conscientemente aceite, es decir que hagan brillar en sí mismos al Espíritu de Cristo con el fin de convertirse en luminosos recipientes del amor para cuando regrese el Príncipe de la Paz? La respuesta es no.

¿Cómo podrían tener aceite en sus lámparas los fieles de las Iglesias institucionales si quienes se consideran sus ejemplos, los sacerdotes, obispos y cardenales, están cubiertos de oro, piedras preciosas, púrpura, dinero y bienes? Para estos en primer lugar son válidas las palabras del Sermón de la Montaña que dicen: «Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia», pues quien es misericordioso es rico en valores internos. Él posee lo que necesita para su vida en la Tierra. Estas personas no acumulan tesoros, porque el tesoro que hay en ellas, el tesoro del amor y de la misericordia, es igual a la grandeza interna, que significa libertad.

Por eso no se dejen engañar. Quien se ata a personas que exhiben la riqueza de sus Instituciones, que además se adornan con oro, púrpura y piedras preciosas y que únicamente se sientan entre los ricos de este mundo, está verdaderamente atado, porque ellos se sientan durante las reuniones en las primeras filas y mantienen sus «orlas» en alto. En verdad no son ejemplos, todo lo contrario, son un signo elocuente de que este mundo materialista, brutal y cruel a la larga no puede subsistir.

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