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Óscar Arce Ruiz

Vishnu, el conservador

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Las dos epopeyas fundamentales del hinduismo son los textos conocidos como Ramayana y Mahabarata. El argumento de ambas es bastante parecido: las fuerzas del mal quieren apoderarse del mundo y Vishnu se muestra por medio de un avatar (Rama en el primer caso, Krishna en el segundo) para conseguir que las fuerzas del bien se impongan.

Dentro del Mahabarata, el momento más importante es el capítulo del Bhadavag Gita. Se trata de los preludios de la batalla, con los dos ejércitos alineados uno frente al otro. Entonces Arjuna, el protagonista mundano de la historia, tiene un instante de crisis en el que no quiere ser parte de la batalla.

Arjuna nació en la casta de los Kshatriyas, los guerreros, los hombres de la acción política y militar. También nacieron en esta casta sus oponentes, que en mayor parte son familiares y maestros suyos. Arjuna no quiere derramar la sangre de ninguno de esos seres tan vinculados a su vida.

Aquí es donde entra en juego Krishna. Dirigiéndose a Arjuna, le recuerda la casta a la que pertenece y el Dharma (el deber, en este caso) que le es propio: “Nada dignifica más a un guerrero que entrar en combate. Eres un hombre de acción, haz lo que te es propio, actúa”.

Esa acción no ha de mezclarse con el apego del ego hacia los placeres y las pasiones temporales del cuerpo. Has de actuar, sí, pero no pensando qué consecuencias o qué efectos tendrá tu acto. Has de actuar porque debes hacerlo.

Si intentamos no tener en consideración las implicaciones que liberan de la responsabilidad por los efectos de los propios actos, la reflexión de Krishna y su indicación práctica hacia Arjuna introduce el deber como alimento de la actuación humana. Si no nos dejamos llevar hacia los extremos y entendemos que el deber de uno no tiene por qué saldarse con la muerte de nadie, encontraremos fácilmente ejemplos en nuestra vida diaria en que las preferencias no son lo que nos guía.

Debido a ello, muchas veces incluso podemos vernos perjudicados o inmersos en alguna dinámica que ni esperábamos ni deseábamos, solamente porque sentíamos que debíamos actuar de tal o cual manera. Esto puede darse en ocasiones tras algún momento de flaqueza, momentos en los que nosotros mismos, como Arjuna, también querríamos tirar al suelo nuestro arco y nuestras flechas.

Pero cuando decidimos tensar de nuevo la cuerda y afrontar el devenir de nuestra vida, actuamos conforme a lo que sabemos que es lo que debemos hacer.

También nosotros escuchamos entonces la antigua y sabia oratoria de Krishna.

Vishnu, el conservador

Óscar Arce Ruiz
Óscar Arce
domingo, 1 de febrero de 2009, 12:07 h (CET)
Las dos epopeyas fundamentales del hinduismo son los textos conocidos como Ramayana y Mahabarata. El argumento de ambas es bastante parecido: las fuerzas del mal quieren apoderarse del mundo y Vishnu se muestra por medio de un avatar (Rama en el primer caso, Krishna en el segundo) para conseguir que las fuerzas del bien se impongan.

Dentro del Mahabarata, el momento más importante es el capítulo del Bhadavag Gita. Se trata de los preludios de la batalla, con los dos ejércitos alineados uno frente al otro. Entonces Arjuna, el protagonista mundano de la historia, tiene un instante de crisis en el que no quiere ser parte de la batalla.

Arjuna nació en la casta de los Kshatriyas, los guerreros, los hombres de la acción política y militar. También nacieron en esta casta sus oponentes, que en mayor parte son familiares y maestros suyos. Arjuna no quiere derramar la sangre de ninguno de esos seres tan vinculados a su vida.

Aquí es donde entra en juego Krishna. Dirigiéndose a Arjuna, le recuerda la casta a la que pertenece y el Dharma (el deber, en este caso) que le es propio: “Nada dignifica más a un guerrero que entrar en combate. Eres un hombre de acción, haz lo que te es propio, actúa”.

Esa acción no ha de mezclarse con el apego del ego hacia los placeres y las pasiones temporales del cuerpo. Has de actuar, sí, pero no pensando qué consecuencias o qué efectos tendrá tu acto. Has de actuar porque debes hacerlo.

Si intentamos no tener en consideración las implicaciones que liberan de la responsabilidad por los efectos de los propios actos, la reflexión de Krishna y su indicación práctica hacia Arjuna introduce el deber como alimento de la actuación humana. Si no nos dejamos llevar hacia los extremos y entendemos que el deber de uno no tiene por qué saldarse con la muerte de nadie, encontraremos fácilmente ejemplos en nuestra vida diaria en que las preferencias no son lo que nos guía.

Debido a ello, muchas veces incluso podemos vernos perjudicados o inmersos en alguna dinámica que ni esperábamos ni deseábamos, solamente porque sentíamos que debíamos actuar de tal o cual manera. Esto puede darse en ocasiones tras algún momento de flaqueza, momentos en los que nosotros mismos, como Arjuna, también querríamos tirar al suelo nuestro arco y nuestras flechas.

Pero cuando decidimos tensar de nuevo la cuerda y afrontar el devenir de nuestra vida, actuamos conforme a lo que sabemos que es lo que debemos hacer.

También nosotros escuchamos entonces la antigua y sabia oratoria de Krishna.

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