La puesta en marcha del Gran Colisionador de Hadrones se la considera el experimento científico del siglo. La maquina es el acelerador de partículas más grande del mundo, concebida para explorar los enigmas del universo. Con este motivo, Robert Aymar, director general del Laboratorio Europeo de Física de Partículas, ha dicho: “Saber de donde venimos y a donde vamos siempre ha sido la pregunta que se ha hecho el hombre”. Hasta ahora la Ciencia no ha sido capaz de dar la respuesta, ni lo hará en el futuro por mucho que se multipliquen los 4.000 millones de euros que ha costado “el experimento científico del siglo”.
La Biblia comienza con esta declaración axiomática. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Esta afirmación enseña que el tiempo tuvo un comienzo y que la materia no es eterna sino que tuvo un inicio definido. Dios es la explicación de este origen. Sólo Dios es eterno.
La declaración contiene una palabra muy significativa: «crear», que es la traducción de la palabra hebrea «bara», que significa «crear de la nada». Esto quiere decir que Dios no utilizó materiales preexistentes para crear el universo. Es tan inmenso el poder del Creador que tuvo suficiente con su palabra para diseñar y crear el vasto universo del que a pesar de los potentes telescopios espaciales que navegan en sus profundidades, sólo conocemos una infinitesimal parte.
Como sea que no existe testimonio humano del momento en que Dios puso los cimientos del cosmos y la Ciencia basa sus estudios en una materia ya existente, el conocimiento del origen de la materia y del universo no se puede obtener por el estudio racional y de los experimentos de laboratorio, sino por revelación. Por fe se adquiere este conocimiento porque la fe permite creer como ciertas, cosas que la razón no puede entender: “Por fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos, 11:3).
El relato pasa de una manera brusca y repentina de la creación del universo a la Tierra, esta parte tan minúscula que ha de ser la habitáculo para el hombre y escenario de la historia bíblica: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis,1:2), La descripción que el texto hace de la materia es muy viva: «desordenada, vacía, tinieblas». Aquí encontramos la doctrina que enseña que la materia por sí sola es inerte. No tiene ningún tipo de poder inherente. Por sí sola no tenía capacidad para crear un mundo ordenado y hermoso.
Un comentario de un autor anónimo que escribió el libro «La ciencia habla», dice: “El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Confieso que esta cláusula careció de significado para mí hasta que otra versión de la Biblia cambió la palabra «movía» por «cobijaba». Al examinar más atentamente la palabra supe que el término se refiere normalmente a la paloma que empolla los huevos con el fin de madurar el germen de vida que contienen, o el águila que bate las alas sobre el nido para ahuyentar al enemigo y proteger a su cría. El significado del texto es «Y el Espíritu de Dios cobijaba suavemente las faz de las aguas, desarrollando y protegiendo la vida rudimentaria e incipiente»”.
La vivificación de la materia por el Espíritu de Dios fue la segunda actividad creadora de Dios aprovechando el material ya existente. Exclusivamente con la materia encontramos caos y desolación. Pero con la potencia externa, inteligente, benéfica y omnipotente para impartir la capacidad a la materia y dirigir sus movimientos hacia unos propósitos concretos, tenemos un mundo ordenado y hermoso a pesar del desorden que el pecado ha introducido en él.
Fruto de cobijar Dios el caos y la desolación terrestre, las Tierra se va adaptando para ser la habitación del hombre. El proceso de adecuación sigue unos pasos lógicos: la luz, la atmósfera, la tierra seca, la vida vegetal, las lumbreras, los animales marinos y las aves, los animales terrestres. Cuando el habitáculo está dispuesto y, fruto de una creación independiente del resto, es cuando Dios dice. “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis,1:26), para que ocupe un lugar preferente que le permita ejercer el dominio sobre la creación.
De manera sencilla y entendedora la Biblia nos dice de donde venimos y a donde nos dirigimos: a ser ciudadanos del futuro reino de Dios eterno por la fe en el nombre de Jesús.
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