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Luís Agüero Wagner

Bolivia y Paraguay, entre llamas de avaricia imperialista

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Los presidentes de Paraguay y Bolivia se encontrarán el sábado para recordar los 73 años de la finalización de una guerra abatida sobre dos países expoliados desde lejanos centros de poder imperial. El controvertido autor de Una Tragedia Americana y maestro del naturalismo norteamericano, el escritor norteamericano Theodore Dreiser, en su libro América debe ser salvada comentó en alusión a la guerra entre Paraguay y Bolivia por la posesión del Chaco, que costaba imaginarse que decenas de miles de paraguayos y bolivianos se habían matado unos a otros en un infierno sólo para decidir si Deterding o Rockefeller habrían de quedarse con el petróleo.

Aunque corrían los años de la gran depresión, para la década de 1930 también se había iniciado la producción en serie de automóviles, y el petróleo se inauguraba como "leitmotiv" del intervencionismo norteamericano en Latinoamérica y el mundo

Así nació la Standard Oil of Bolivia, instituída por Spruille Braden, quien insinuó al presidente boliviano Salamanca sobre la posibilidad de obtener armas y créditos para apoderarse militarmente del Chaco paraguayo y sus yacimientos petrolíferos.

En varias de sus novelas más celebradas, Augusto Roa Bastos narró los episodios más trágicos de un ignominioso capítulo de la expansión imperialista en Sudamérica, en que los condenados paraguayos parasitados y desnutridos, debieron empuñar el fusil para defender el subsuelo y los latifundios extranjeros que se extendían sobre la vasta planicie esmeralda del Chaco Boreal. En la contraparte el destino urdido contra los mineros explotados y los indígenas aymaras y quechuas no fue más feliz: debieron bajar a defender un territorio del cual ninguna noción tenían, para enfrentar sin odios a un enemigo que no conocían.

La prensa de todo el mundo pronto se hizo eco de la participación evidente de las grandes petroleras en el diferendo chaqueño: el Daily Herald de Londres, la prensa comunista soviética y hasta el mismo New York Times.

El secreto a voces pronto iría a sacudir los mismos confesionarios del imperio. El 30 de mayo de 1934 el senador Long sacudía al Congreso en Washington con una proclama de incendiario anatema contra la Standard Oil, acusándola de haber desencadenado el enfrentamiento armado del Chaco.

"¡Aquí está Rockefeller, con un ejército, robando al Paraguay!" llegó a decir el senador para no ahorrar adjetivos contra la empresa petrolera. Y cuando el 15 de enero de 1935 la Sociedad de las Naciones decidió levantar el embargo de armas que pesaba sobre Bolivia, manteniendo el mismo sobre Paraguay, Huey Long declaró a la prensa: "Esta decisión de la Liga de las Naciones no es más que un mensaje dirigido al Paraguay y firmado por Rockefeller que dice: No toquen los lugares donde hemos localizado pozos del petróleo".
Obviamente, el senador había incursionado en terreno fangoso y los sucesos no tardaron en demostrarlo. El 8 de septiembre de 1935, habiendo abandonado el senador Long con sus guardaespaldas una sesión especial en el Capitolio Estatal de Baton Rouge, adonde había arribado desde Washington buscando zanjar en cuestiones locales de su estado, un desconocido se le acercó al amparo de la oscuridad y en ese momento se escuchó un disparo. La guardia de Long abrió fuego contra el sospechoso ocasionándole a su turno 51 heridas de bala antes de ser éste identificado como un joven y respetado médico, Carl Austin Weiss, proveniente de una familia de reconocida alcurnia en la sociedad local.
Posteriormente se sabría que Weiss había actuado como cabeza de turco y que las balas que impactaron en Long tenían otra procedencia.

Otro protagonista central de esta historia, el agente petrolero y minero metido a diplomático Spruille Braden es siempre recordado cuando se habla del ascenso al poder de Juan Domingo Perón. Se lo alude como el diplomático a quien el caudillo argentino desafió con el exitoso eslogan "Braden o Perón", que le permitiò ganar las elecciones de 1946.

Pero este petrolero-diplomático tejano tenía también otras historias. En 1971 Braden acabó publicando sus memorias, que llevaron el título original de "Diplomats and Demagogues: the Memoirs of Spruille Braden" (New Rochelle, Arlington House). En las páginas del libro los paraguayos pudieron constatar, confesado por el mismo interesado, lo que siempre habían sospechado con respecto a las negociaciones para la paz del Chaco en 1938.

Así se supo que en los primeros días de julio de 1938, un comité formado por los delegados Braden, Ruiz Moreno y Barreda Laos (de Estados Unidos, Argentina y Perú respectivamente), empezó a elaborar un tratado secreto que, según ellos, proveería tanto a Paraguay como a Bolivia, mutua satisfacción. En realidad hoy sabemos que el tratado preservaba para Bolivia –pero sobre todo- para la empresa petrolera Standard Oil unos 38 mil kilómetros cuadrados de ubérrimo territorio petrolífero en poder de los paraguayos. El doctor Zubizarreta, jefe de la delegación paraguaya, se negó a participar de semejante engaño y viéndose presionado, el departamento de estado norteamericano -considerando su interés por preservar los pozos petrolíferos para una empresa estadounidense- solicitó la intervención del embajador paraguayo en Washington, el general José Félix Estigarribia. Éste fue comisionado de urgencia por los norteamericanos a Buenos Aires donde, tras protagonizar una fuerte discusión con Zubizarreta, lo desplazó de la jefatura de la delegación paraguaya.

El inefable Braden afirma con ironía en sus memorias que tuvo que despedir al jefe de la delegación paraguaya que entorpecía sus planes. Con las manos libres, en la madrugada porteña del 9 de Julio de 1938, en el más estricto sigilo, lograría que se firme el tratado favorable al imperio petrolero que incluía una cláusula de permanecer para siempre en secreto. En él Paraguay renunciaba a todo arbitraje y cedía a Bolivia un extenso territorio entre la frontera actual y el límite natural e histórico del Chaco al noroeste, el río Parapití, muy renombrado en la cultura popular paraguaya.

Un detalle que se puede añadir como colofón a todo esto es que esta cara de la historia sigue ignorada por la historiografía oficial y la académica en Paraguay, donde la influencia de la embajada norteamericana es tan grande que ha logrado mutilar retazos imprescindibles para comprender el pasado de una nación en momentos tan culminantes como éste. La propaganda desnacionalizante al servicio de las coacciones externas se encargó de embarrar a los héroes paraguayos durante toda la década de 1990, pero no incluyó esta faceta de los sucesos históricos en su campaña revisionista.

Una de las operativas de dicha campaña, la ingeniera Milda Rivarola, es la asesora actual del clérigo-presidente Fernando Lugo en estos temas, además de integrante de los grupos que son promocionados desde la embajada norteamericana de Asunción para ejercer control sobre la superestructura del país (ver como hace lo propio USAID en el sitio: http://www.cird.org.py/periodico/200607/noticia27.php).

La susodicha referente de los organismos de penetración imperialista ya integró anteriormente el entorno del presidente paraguayo Juan Carlos Wasmosy, quien llegó a entregar condecoraciones al empresario petrolero David Rockefeller, en una de sus frecuentes y enigmáticas visitas al Paraguay.

Bolivia y Paraguay, entre llamas de avaricia imperialista

Luís Agüero Wagner
Redacción
lunes, 16 de junio de 2008, 01:57 h (CET)
Los presidentes de Paraguay y Bolivia se encontrarán el sábado para recordar los 73 años de la finalización de una guerra abatida sobre dos países expoliados desde lejanos centros de poder imperial. El controvertido autor de Una Tragedia Americana y maestro del naturalismo norteamericano, el escritor norteamericano Theodore Dreiser, en su libro América debe ser salvada comentó en alusión a la guerra entre Paraguay y Bolivia por la posesión del Chaco, que costaba imaginarse que decenas de miles de paraguayos y bolivianos se habían matado unos a otros en un infierno sólo para decidir si Deterding o Rockefeller habrían de quedarse con el petróleo.

Aunque corrían los años de la gran depresión, para la década de 1930 también se había iniciado la producción en serie de automóviles, y el petróleo se inauguraba como "leitmotiv" del intervencionismo norteamericano en Latinoamérica y el mundo

Así nació la Standard Oil of Bolivia, instituída por Spruille Braden, quien insinuó al presidente boliviano Salamanca sobre la posibilidad de obtener armas y créditos para apoderarse militarmente del Chaco paraguayo y sus yacimientos petrolíferos.

En varias de sus novelas más celebradas, Augusto Roa Bastos narró los episodios más trágicos de un ignominioso capítulo de la expansión imperialista en Sudamérica, en que los condenados paraguayos parasitados y desnutridos, debieron empuñar el fusil para defender el subsuelo y los latifundios extranjeros que se extendían sobre la vasta planicie esmeralda del Chaco Boreal. En la contraparte el destino urdido contra los mineros explotados y los indígenas aymaras y quechuas no fue más feliz: debieron bajar a defender un territorio del cual ninguna noción tenían, para enfrentar sin odios a un enemigo que no conocían.

La prensa de todo el mundo pronto se hizo eco de la participación evidente de las grandes petroleras en el diferendo chaqueño: el Daily Herald de Londres, la prensa comunista soviética y hasta el mismo New York Times.

El secreto a voces pronto iría a sacudir los mismos confesionarios del imperio. El 30 de mayo de 1934 el senador Long sacudía al Congreso en Washington con una proclama de incendiario anatema contra la Standard Oil, acusándola de haber desencadenado el enfrentamiento armado del Chaco.

"¡Aquí está Rockefeller, con un ejército, robando al Paraguay!" llegó a decir el senador para no ahorrar adjetivos contra la empresa petrolera. Y cuando el 15 de enero de 1935 la Sociedad de las Naciones decidió levantar el embargo de armas que pesaba sobre Bolivia, manteniendo el mismo sobre Paraguay, Huey Long declaró a la prensa: "Esta decisión de la Liga de las Naciones no es más que un mensaje dirigido al Paraguay y firmado por Rockefeller que dice: No toquen los lugares donde hemos localizado pozos del petróleo".
Obviamente, el senador había incursionado en terreno fangoso y los sucesos no tardaron en demostrarlo. El 8 de septiembre de 1935, habiendo abandonado el senador Long con sus guardaespaldas una sesión especial en el Capitolio Estatal de Baton Rouge, adonde había arribado desde Washington buscando zanjar en cuestiones locales de su estado, un desconocido se le acercó al amparo de la oscuridad y en ese momento se escuchó un disparo. La guardia de Long abrió fuego contra el sospechoso ocasionándole a su turno 51 heridas de bala antes de ser éste identificado como un joven y respetado médico, Carl Austin Weiss, proveniente de una familia de reconocida alcurnia en la sociedad local.
Posteriormente se sabría que Weiss había actuado como cabeza de turco y que las balas que impactaron en Long tenían otra procedencia.

Otro protagonista central de esta historia, el agente petrolero y minero metido a diplomático Spruille Braden es siempre recordado cuando se habla del ascenso al poder de Juan Domingo Perón. Se lo alude como el diplomático a quien el caudillo argentino desafió con el exitoso eslogan "Braden o Perón", que le permitiò ganar las elecciones de 1946.

Pero este petrolero-diplomático tejano tenía también otras historias. En 1971 Braden acabó publicando sus memorias, que llevaron el título original de "Diplomats and Demagogues: the Memoirs of Spruille Braden" (New Rochelle, Arlington House). En las páginas del libro los paraguayos pudieron constatar, confesado por el mismo interesado, lo que siempre habían sospechado con respecto a las negociaciones para la paz del Chaco en 1938.

Así se supo que en los primeros días de julio de 1938, un comité formado por los delegados Braden, Ruiz Moreno y Barreda Laos (de Estados Unidos, Argentina y Perú respectivamente), empezó a elaborar un tratado secreto que, según ellos, proveería tanto a Paraguay como a Bolivia, mutua satisfacción. En realidad hoy sabemos que el tratado preservaba para Bolivia –pero sobre todo- para la empresa petrolera Standard Oil unos 38 mil kilómetros cuadrados de ubérrimo territorio petrolífero en poder de los paraguayos. El doctor Zubizarreta, jefe de la delegación paraguaya, se negó a participar de semejante engaño y viéndose presionado, el departamento de estado norteamericano -considerando su interés por preservar los pozos petrolíferos para una empresa estadounidense- solicitó la intervención del embajador paraguayo en Washington, el general José Félix Estigarribia. Éste fue comisionado de urgencia por los norteamericanos a Buenos Aires donde, tras protagonizar una fuerte discusión con Zubizarreta, lo desplazó de la jefatura de la delegación paraguaya.

El inefable Braden afirma con ironía en sus memorias que tuvo que despedir al jefe de la delegación paraguaya que entorpecía sus planes. Con las manos libres, en la madrugada porteña del 9 de Julio de 1938, en el más estricto sigilo, lograría que se firme el tratado favorable al imperio petrolero que incluía una cláusula de permanecer para siempre en secreto. En él Paraguay renunciaba a todo arbitraje y cedía a Bolivia un extenso territorio entre la frontera actual y el límite natural e histórico del Chaco al noroeste, el río Parapití, muy renombrado en la cultura popular paraguaya.

Un detalle que se puede añadir como colofón a todo esto es que esta cara de la historia sigue ignorada por la historiografía oficial y la académica en Paraguay, donde la influencia de la embajada norteamericana es tan grande que ha logrado mutilar retazos imprescindibles para comprender el pasado de una nación en momentos tan culminantes como éste. La propaganda desnacionalizante al servicio de las coacciones externas se encargó de embarrar a los héroes paraguayos durante toda la década de 1990, pero no incluyó esta faceta de los sucesos históricos en su campaña revisionista.

Una de las operativas de dicha campaña, la ingeniera Milda Rivarola, es la asesora actual del clérigo-presidente Fernando Lugo en estos temas, además de integrante de los grupos que son promocionados desde la embajada norteamericana de Asunción para ejercer control sobre la superestructura del país (ver como hace lo propio USAID en el sitio: http://www.cird.org.py/periodico/200607/noticia27.php).

La susodicha referente de los organismos de penetración imperialista ya integró anteriormente el entorno del presidente paraguayo Juan Carlos Wasmosy, quien llegó a entregar condecoraciones al empresario petrolero David Rockefeller, en una de sus frecuentes y enigmáticas visitas al Paraguay.

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