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Coherencias imprecisas

Rafael Pérez Ortolá
Rafael Pérez Ortolá
lunes, 9 de junio de 2008, 07:20 h (CET)
Las incongruencias FÍSICAS no son un fenómeno tan raro como pudiéramos intuir, ¡Con que las psíquicas …! Las formas visibles se resquebrajan si se estudian a fondo; como la física cuántica nos descubre a diario. Diferentes autores trabajan en la llamada “DECOHERENCIA”, manifestada hasta con los elementos sólidos. A pesar de su solidez, varian sus propiedades a expensas de los cambios en sus alrededores. Esto es menos visible con algún pedrusco u otros objetos grandes. Pero a nivel de partículas sólidas de menor tamaño, esa variación provocada puede colapsar la información de una computadora, varía su respuesta por influencias ajenas. Su solidez era aparente y ha sido modificada.

Los MECANISMOS conducentes a estas modificaciones son de diverso calado, son desconocidos en gran parte, casi adivinados en otras ocasiones. Empezando por los niveles atómicos o subatómicos del propio objeto; como a través de las conexiones o influencias detectadas desde el exterior. Se generan vibraciones, campos magnéticos, fotones e impulsos intrincados y apenas intuidos. No sólo provocan repercusiones mecánicas, sino otras de índole dinámica menos perceptible; con energías que desaparecen y como digo, desviaciones impensadas con los conocimientos previos. Si esto se amplia a transmisiones y campos de influencia, se dificultarán las conclusiones que se creían inamovibles.

Estos desajustes se producen en las estructuras sólidas, se van descubriendo nuevos campos de influencia; la perplejidad será enorme al intentar mayor precisión en actitudes y conceptos de las personas. El primer interrogante ya nos deja absortos. ¿Qué somos? ¿Qué me constituye como individuo? Ese YO PERSONAL presenta una coherencia no discutida, no es sustituible por ninguna otra. Sin embargo, lo más coherente del caso es la aceptación del cúmulo de contradicciones que lo constituyen. Su característica principal es ese flujo constante de coherencias que desaparecen, mientras otras son de reciente aparición. De sus componentes físicos apenas conocemos lo más básico. De las emociones y psicología, mejor no insisto.

Al estilo de un contraste tendencioso, miren por donde, se empeñan en ofrecernos coherencias por doquier. Proliferan las AGRUPACIONES coherentes en exceso. ¿Son posibles? Si lo físico ya es cuántico como mínimo y las emociones, pasiones, no se consiguen calibrar bien, ¿Cómo se nos cuela ese concepto de agrupación sólida? Así nos va, el partido político es un monolito, la religión una jerarquía, o composiciones de similar efecto. Nos define la imprecisión, las variaciones y los cambios de perspectiva. La “decoherencia” es continua, es imprescindible contar con ella. Resulta laborioso, pero real. Las imposiciones no se adaptan al hecho de ser humano.

En época de fichajes futboleros, altas y bajas, entrenadores, se entabla una dialéctica de presiones y contratos. De pronto, un entrenador no firma si no se efectuan los fichajes por él recomendados. Los directivos juegan otro partido. La teoría concreta en el CLUB la sede de unas manifestaciones estructurales para ese deporte. Quién asumirá las dejaciones, equivocaciones o incapacidad de aquel entrenador. Cómo veremos esto, cómo un equipo real o cómo una serie de imposiciones. Lo congruente se transforma en una estructura de poder y de engaño, no es lo que parece.

El abordaje de cualquier campo del conocimiento, muestra pronto sus puntos de escape. Al diagnosticarnos un cuadro DEPRESIVO, se ha orientado un conjunto de reacciones, esa suma condensa el carácter del deprimido. Convendrá insistir en lo dicho, no será una entidad uniforme; se incluyen actitudes dispares. Unas derivan por unos sentimientos de culpabilidad, con grandes visiones de castigo en sus apreciaciones. El aislamiento y la indecisión formarán parte de sus respuestas, pero no siempre, ni con la misma intensidad. Pueden estar en un honde lamento melancólico, pasivo, aturdido. O bien mostrarse irritables y ponzoñosos. La precisión es impropia.

Atropellados por unos comportamientos vivaces, el descontrol, las variaciones y las influencias, en los estados de ANSIEDAD transparentamos al máximo esa falta de coherencias firmes. El ansioso no está siempre inquieto, en ese estado muestra también fases de aspecto calmado; apariencias opuestas por lo tanto. Contento o apurado, tenso o flácido, son reflejos momentáneos de la situación. De tan aturdidos llegan a la inactividad; o todo lo contrario, volcados de lleno en sus actividades del momento. Estos datos concuerdan o no con el proceso de fondo, representan una realidad polifacética y cambiante, lo más propio de las personas.

Cuando observamos la evolución de los individuos, la EDAD confiere una serie de cualidades y notorias limitaciones, plenas de irregularidades. Lo inexorable de ese paso de los años presenta una coherencia en la que asoman muchas incongruencias; sí, al final, la coherencia es total, pero mientras tanto, la edad es sólo una orientación. La disminución de la vitalidad varía de unos sujetos a otros. La misma lentitud y pasividad progresivas son ambivalentes. Torpeza, aislamiento, inactividad; opuestas a la serenidad, calma y mesura en lo positivo. También al activo, la inquietud, temblor o enfado; puede llevarlos al júbilo, orgullo y actividades positivas.

Estos dias observaba unos reportajes sobre las montañas alavesas, fascinantes en sí; más aún con la perspectiva enriquecida por las cámaras, con PAISAJES de diversos matices. Tampoco es un elemento estático. Aparecen juntas controversias y realidades. Visión de grandes panorámicas, microcosmos inadvertidos, pequeños seres vivos, restos orgánicos, ensamblajes diversos y fauna variable. Silencios conmovedores y ruidos peculiares. Geología y biología generan unos planos; estética e intereses tienen otros horizontes. No podemos abarcar todos los qnfoques, se requiere una elección continuada; unas cosas convergen y otras no.

En la vida, como en los paisajes, podemos prestar atención a las pequeñeces. Mientras, en otras miradas, somos más observadores del aspecto general. Pero aún no hemos aprendido donde hay que buscar; no lo parece, a la vista de los despropósitos generados. Comprobamos como nos gusta hablar de coherencias y absolutos; con mala sombra, ese no es el camino mejor. La física, el ego personal, los grupos sociales, los estados anímicos, la edad, los paisajes; representan múltiples facetas. Hay que repetar los misterios de la Naturaleza, como nos sugería Goethe, pero también convendrá hablar de ese núcleo de la coherencia, invisible, situado detrás de las cejas. De no encontrarla ahí, deambularemos en busca de no se sabe qué y cada vez más incoherentes, eso sí que lo podremos ratificar con garantía.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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