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La catástrofe educativa

Víctor Corcoba
Víctor Corcoba
viernes, 6 de junio de 2008, 05:16 h (CET)
La enseñanza ha perdido los papeles totalmente, hasta el punto que una legión de docentes sueñan con abandonar el barco de las clases, pasar a mejor vida con una jubilación adelantada, porque ya no saben cómo enseñar para hacerse valer en la transmisión de sus valores, ni qué enseñar para entusiasmar, ni a quién enseñar, dado que el abandono de los libros en la adolescencia está a la orden del día, por muchos programas de incentivos que se inventen. El deporte del estudio atraviesa su peor momento. Enseñar a quien no quiere aprender, cuando no se ha tomado el esfuerzo como hábito, es como querer forjar un hierro en frío. Algunos de los enseñantes, más de los que se piensa, con risa torera y corte de mangas, le plantan cara al ensañando a poco que sean llamados al orden. Las amenazas a los docentes es un diario permanente y continuo. Las aulas han dejado de ser esos espacios de silencio, de mejora de la condición humana y de la vida colectiva.

Hace tiempo que la batalla de la enseñanza está perdida y haría falta, con urgencia, recuperar modos y modales, respetos y disciplinas. No hablemos de una educación de calidad cuando el fracaso educacional es un hecho que salta a la vista. Desde diversos sectores se viene pidiendo un pacto educativo, donde la relevancia no sea la del político de turno, sino la de las Asociaciones de Padres, Profesorado, junto a otras Instituciones profesionales y sociales, y realmente pienso que debiera darse este paso adelante, sobre todo para consensuar en todo el país, y no comunidad por comunidad autónoma, valores que se deben transmitir y los mínimos educativos que se deben lograr. Ya es hora de que salgamos del furgón de cola educativo de Europa. Se pide que las familias colaboren estrechamente y que se comprometan con el trabajo cotidiano de sus hijos y con la vida de los centros docentes, en un momento en que muchos alumnos carecen de familia estable, algunos adolescentes ya ni la tienen, y otros que sí la tienen, a sus progenitores les falta tiempo, porque la conciliación de la vida laboral y familiar se ha quedado sólo en el espíritu de la ley.

También se apunta que los centros y el profesorado deberán esforzarse por construir entornos de aprendizaje ricos, motivadores y exigentes. Una docencia que, en estos momentos, no está siendo valorada como se merece. La elaboración del Estatuto de la Función Pública Docente, con el máximo consenso, debiera ser algo primordial y que no puede esperar por más tiempo. Urge, como agua de mayo, reivindicar el papel fundamental de los docentes. Educar no es tarea fácil, no es tanto llenar de contenidos las mentes de los formandos como de hacerlos persona. Al fin y al cabo, como alguien dijo, la enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón. La sociedad, evidentemente, habrá de apoyar, con más poética que política, un sistema educativo que sea capaz de crear entornos civilizados y favorables para la formación del individuo. El oleaje de botellódromos, la crecida de adolescentes enganchados a las drogas, las salvajadas entre jóvenes, son un claro ejemplo de que algo falla en la educación. Poner remedio antes de que sea demasiado tarde es responsabilidad de todos, pero más de las Administraciones educativas que tendrán que poner más empeño, más recursos, y adquirir mayores compromisos para que el sistema educativo funcione a pleno rendimiento.

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