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Xabier López de Armentia

Terrorismo cualitativo

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Tradicionalmente todos los estudios se han centrado en determinar las estructuras que capacitan a los terroristas sus acciones. Investigar donde se entrenan, donde trabajan, que tienen o que no tienen ha sido el eje principal de numerosas investigaciones. Y si bien es cierto que estos estudios nos llevan a delimitar el cerco sobre su entorno, igual de cierto es que deja de lado su naturaleza como actores.

Centrándonos en una dimensión cualitativa, es preciso estudiar los perfiles de los terroristas como actores. Por tanto, se requiere necesario intentar entender su lógica. Entender qué es lo que les lleva a cometer los atentados desde su plano, desde la subjetividad que ellos entienden su vida. No podemos por tanto aventurarnos a la ligera con prejuicios anteriores, ya que no nos llevaría a determinar su lógica de acción. Solamente de esta forma estaremos más cerca de prevenir los atentados. Primero entender y explicar y luego juzgar.

Antes de profundizar, considero necesario diferenciar entre terrorismo y guerrilla. Estos últimos pretenden como fin último el control estratégico de una zona o un territorio concreto, mientras que el terrorismo pretende conquistar la mente de la gente. Generar una lógica de simpatía con cierta parte de la sociedad que apoye o legitime en cierta manera sus actos terroristas.

Repasando esos viejos libros cubiertos de polvo en sus tapas, cargados de años a sus espaldas, nos damos cuenta de que el terrorismo tiene su origen en las religiones. Antes de la Revolución Francesa no existía ningún terrorismo que no tuviese una especial ligación a una determinada religión. La defensa de “lo religioso” se ha entendido a lo largo de los años como el ejercicio de la violencia. Todas las religiones monoteístas están basadas en la violencia y la diferencia. Diferencia en tanto en cuanto se caracterizan por tener un único “dios” o ser que adorar y por tanto castigar la creencia en otras divinidades. Diferenciarse del otro es un ejercicio básico del creyente; Y violencia en el sentido de creer en la imposición bajo la fuerza de un sentido de la vida, de una creencia. Todas las religiones monoteístas aspiran a ser la hegemónica y para ello es preciso la destrucción de las demás religiones monoteístas. Creer en una verdad absoluta te lleva intrínsecamente a negar la existencia de otras “verdades”.

¿Por qué surge un movimiento terrorista aquí o allá? Si analizamos las pautas del surgimiento de movimientos terroristas existen diversas condiciones que los impulsan o por lo menos facilitan su camino. Aunque bien es cierto que la gestación de cada movimiento terrorista tiene sus particularidades es posible hacer una tabla “general” de las condiciones de surgimiento.
En primer lugar, un Estado secularizado y democrático se postula como un eje básico para el terrorismo. Allá donde los regímenes autoritarios existen, el surgimiento de terrorismos es muchísimo más complicado y difícil, debido a la fuerte represión que se da (del conjunto de grupos terroristas del mundo se calcula que el surgimiento de movimientos terroristas en países democráticos es el triple que en países autoritarios). En segundo lugar, si hablamos de ciudades modernas, occidentales; sociedades avanzadas y con una gran población, hablamos a la vez de sociedades muy sensibles al surgimiento de terrorismos, ya que se postulan como el escenario perfecto por: sus continuos flujos migratorios; su amplia lista de derechos sociales que posibilitan la asociación de personas con fines comunes y la libertad de expresión; y su gran repercusión en el resto del mundo. En tercer lugar, podríamos decir que sociedades con problemas de integración o con problemas de identidad colectiva, donde el caos indentitario se erige como uno de los mayores problemas ofrecen una oportunidad a la gestación de movimientos terroristas. Si no existe una identidad colectiva existirán personas que la cuestionen. Así pues, la formación de una elite de intelectuales descontentos e inconformistas con el Estado, ejerce de hilo conductor de las masas para la creación de terrorismos. En cuarto lugar, no podemos olvidar que sociedades muy desiguales donde la extrema pobreza de muchos convive con la extrema riqueza de unos pocos es un caldo de cultivo continuo para este tipo de movimientos. Otra conclusión que se menciona en numerosos estudios es que la ausencia de grandes conflictos (1ª y 2ª Guerra Mundial) genera un espacio abierto para la gestación de terrorismos. Esta lógica se explica desde la ambición de un movimiento terrorista de “declarar la guerra” al Estado. Por tanto, ya han establecido su propia guerra. Evidentemente esta lista de condicionantes no puede ser extrapolada a todos y cada uno de los movimientos terroristas, pero si nos puede servir para hacernos una clara imagen del terrorismo en el mundo.

El terrorismo tiene 3 ejes fundamentales. Los actores, las victimas y el público. Como si te tratase de una película que vemos en nuestros televisores (sin que se entienda que intento banalizar con el tema), existen unos que atacan (los actores) y otros que mueren (las victimas), mientras nosotros observamos el “espectáculo” sentados en el sofá de nuestra casa con un plato de palomitas que llevarnos a la boca y una refrescante cerveza para nuestros gaznates. Nosotros, el público, somos el objetivo principal de un movimiento terrorista. Intentar despertar en nosotros un sentimiento de simpatía que legitime sus acciones se erige como su fin último. Conscientes de que es necesario para el triunfo de sus acciones un respaldo social, una comunidad que defienda sus acciones, los atentados se llevan a cabo desde la lógica de la “violencia comunicativa”. Pretenden por tanto, comunicarse, enviar un mensaje, más allá del hecho de matar a individuos. Las victimas dejan de tener sentido numérico y pasan a tener sentido emocional.

La naturaleza de los terroristas es un fiel reflejo de la composición del terrorismo que asola el mundo. Centrándonos en el terrorismo islámico, podemos diferenciar una doble acción terrorista. Primeramente, aquellos que defienden un territorio concreto (Palestina, Chechenia, Líbano...) están sumidos en una lógica terrorista nacional. Por otra parte, y en segundo lugar, se encuentra la “Yihad Global”. Una lucha global por el resurgimiento de la cultura musulmana y la gestación de un enorme califato a lo largo y ancho del planeta. Estos dos grupos se nutren de terroristas diferentes. Rara vez encontramos un palestino, un checheno o un chií libanés enrolado en la Yihad Global. Este grupo se nutre principalmente de árabes, egipcios y sobretodo de musulmanes en la diáspora (musulmanes afincados en países occidentales).

Analizando los diferentes surgimientos de movimientos terroristas, nos damos cuenta de que podemos diferenciar tres tipos de generaciones o oleadas de gestaciones de terroristas muy diferentes entre ellas. Una primera generación es la archiconocida, generación “Bin Laden” de los años 80. Terroristas que se diferencian por pertenecer a una clase alta “rebelde” con mucho dinero, un alto nivel educativo, lideres de opinión en su entorno, y con un intento de reformar sus países y conducirlos hacia un fundamentalismo islámico. Esta generación acusó desde un primer momento a sus lideres estatales de no cumplir con el Islam y crear pseudoestados al servicio de los intereses de los países occidentales (Véase Arabia Saudí, Irán, antes de la revolución...). Su paso a la “Yihad Global” se debió en cierta manera a este fracaso a nivel nacional. No consiguieron cambiar el rumbo de sus países y se enrolaron en un movimiento internacional islámico, hoy serigrafiado bajo las siglas “Al-Qaeda”.
La segunda generación es la que va desde los años 90 hasta el 11 de Septiembre. Personas nacidas en países musulmanes, pertenecientes a una clase media-alta, que cursaron estudios en países occidentales y plenos conocedores del Corán. Su nivel educativo es superior al de la media de sus países y poseen amplios conocimientos. Estas características cumplen a la perfección con la descripción de los terroristas del 11-S. Terroristas preparados, conocedores de muchos idiomas y con conocimientos sobre pilotaje de aviones. Sus personas que se han “aprovechado” de las ventajas de las sociedades occidentales, ya que en sus países les hubiera sido imposible adquirir tales conocimientos.
La tercera generación son los denominados “Terroristas crecidos en casa”. Individuos de procedencia modesta, con no mucha educación, nacidos en países occidentales; frecuentemente ligados a la consecución de pequeños delitos (drogas, fraude...), generalmente con un bajo nivel de conocimiento del Islam y del Corán. Este nivel de conocimiento se refleja en la poca sofisticación de sus acciones.

Con tantos datos, tantas palabras nos rugen miles de reflexiones y preguntas, aunque tengo la sensación que bien se podrían definir en ¿Por qué sigue existiendo el terrorismo?. La respuesta que revolotea por mi cabeza en estos momentos es decepcionante a la par que frustrante. El terrorismo es para muchos un negocio. La muerte de una sola persona repercute directamente en el bolsillo de otra. Este es el cáncer del terrorismo. Mientras unos mueren de “terror”, otros se enriquecen.

Terrorismo cualitativo

Xabier López de Armentia
Lectores
martes, 13 de mayo de 2008, 06:42 h (CET)
Tradicionalmente todos los estudios se han centrado en determinar las estructuras que capacitan a los terroristas sus acciones. Investigar donde se entrenan, donde trabajan, que tienen o que no tienen ha sido el eje principal de numerosas investigaciones. Y si bien es cierto que estos estudios nos llevan a delimitar el cerco sobre su entorno, igual de cierto es que deja de lado su naturaleza como actores.

Centrándonos en una dimensión cualitativa, es preciso estudiar los perfiles de los terroristas como actores. Por tanto, se requiere necesario intentar entender su lógica. Entender qué es lo que les lleva a cometer los atentados desde su plano, desde la subjetividad que ellos entienden su vida. No podemos por tanto aventurarnos a la ligera con prejuicios anteriores, ya que no nos llevaría a determinar su lógica de acción. Solamente de esta forma estaremos más cerca de prevenir los atentados. Primero entender y explicar y luego juzgar.

Antes de profundizar, considero necesario diferenciar entre terrorismo y guerrilla. Estos últimos pretenden como fin último el control estratégico de una zona o un territorio concreto, mientras que el terrorismo pretende conquistar la mente de la gente. Generar una lógica de simpatía con cierta parte de la sociedad que apoye o legitime en cierta manera sus actos terroristas.

Repasando esos viejos libros cubiertos de polvo en sus tapas, cargados de años a sus espaldas, nos damos cuenta de que el terrorismo tiene su origen en las religiones. Antes de la Revolución Francesa no existía ningún terrorismo que no tuviese una especial ligación a una determinada religión. La defensa de “lo religioso” se ha entendido a lo largo de los años como el ejercicio de la violencia. Todas las religiones monoteístas están basadas en la violencia y la diferencia. Diferencia en tanto en cuanto se caracterizan por tener un único “dios” o ser que adorar y por tanto castigar la creencia en otras divinidades. Diferenciarse del otro es un ejercicio básico del creyente; Y violencia en el sentido de creer en la imposición bajo la fuerza de un sentido de la vida, de una creencia. Todas las religiones monoteístas aspiran a ser la hegemónica y para ello es preciso la destrucción de las demás religiones monoteístas. Creer en una verdad absoluta te lleva intrínsecamente a negar la existencia de otras “verdades”.

¿Por qué surge un movimiento terrorista aquí o allá? Si analizamos las pautas del surgimiento de movimientos terroristas existen diversas condiciones que los impulsan o por lo menos facilitan su camino. Aunque bien es cierto que la gestación de cada movimiento terrorista tiene sus particularidades es posible hacer una tabla “general” de las condiciones de surgimiento.
En primer lugar, un Estado secularizado y democrático se postula como un eje básico para el terrorismo. Allá donde los regímenes autoritarios existen, el surgimiento de terrorismos es muchísimo más complicado y difícil, debido a la fuerte represión que se da (del conjunto de grupos terroristas del mundo se calcula que el surgimiento de movimientos terroristas en países democráticos es el triple que en países autoritarios). En segundo lugar, si hablamos de ciudades modernas, occidentales; sociedades avanzadas y con una gran población, hablamos a la vez de sociedades muy sensibles al surgimiento de terrorismos, ya que se postulan como el escenario perfecto por: sus continuos flujos migratorios; su amplia lista de derechos sociales que posibilitan la asociación de personas con fines comunes y la libertad de expresión; y su gran repercusión en el resto del mundo. En tercer lugar, podríamos decir que sociedades con problemas de integración o con problemas de identidad colectiva, donde el caos indentitario se erige como uno de los mayores problemas ofrecen una oportunidad a la gestación de movimientos terroristas. Si no existe una identidad colectiva existirán personas que la cuestionen. Así pues, la formación de una elite de intelectuales descontentos e inconformistas con el Estado, ejerce de hilo conductor de las masas para la creación de terrorismos. En cuarto lugar, no podemos olvidar que sociedades muy desiguales donde la extrema pobreza de muchos convive con la extrema riqueza de unos pocos es un caldo de cultivo continuo para este tipo de movimientos. Otra conclusión que se menciona en numerosos estudios es que la ausencia de grandes conflictos (1ª y 2ª Guerra Mundial) genera un espacio abierto para la gestación de terrorismos. Esta lógica se explica desde la ambición de un movimiento terrorista de “declarar la guerra” al Estado. Por tanto, ya han establecido su propia guerra. Evidentemente esta lista de condicionantes no puede ser extrapolada a todos y cada uno de los movimientos terroristas, pero si nos puede servir para hacernos una clara imagen del terrorismo en el mundo.

El terrorismo tiene 3 ejes fundamentales. Los actores, las victimas y el público. Como si te tratase de una película que vemos en nuestros televisores (sin que se entienda que intento banalizar con el tema), existen unos que atacan (los actores) y otros que mueren (las victimas), mientras nosotros observamos el “espectáculo” sentados en el sofá de nuestra casa con un plato de palomitas que llevarnos a la boca y una refrescante cerveza para nuestros gaznates. Nosotros, el público, somos el objetivo principal de un movimiento terrorista. Intentar despertar en nosotros un sentimiento de simpatía que legitime sus acciones se erige como su fin último. Conscientes de que es necesario para el triunfo de sus acciones un respaldo social, una comunidad que defienda sus acciones, los atentados se llevan a cabo desde la lógica de la “violencia comunicativa”. Pretenden por tanto, comunicarse, enviar un mensaje, más allá del hecho de matar a individuos. Las victimas dejan de tener sentido numérico y pasan a tener sentido emocional.

La naturaleza de los terroristas es un fiel reflejo de la composición del terrorismo que asola el mundo. Centrándonos en el terrorismo islámico, podemos diferenciar una doble acción terrorista. Primeramente, aquellos que defienden un territorio concreto (Palestina, Chechenia, Líbano...) están sumidos en una lógica terrorista nacional. Por otra parte, y en segundo lugar, se encuentra la “Yihad Global”. Una lucha global por el resurgimiento de la cultura musulmana y la gestación de un enorme califato a lo largo y ancho del planeta. Estos dos grupos se nutren de terroristas diferentes. Rara vez encontramos un palestino, un checheno o un chií libanés enrolado en la Yihad Global. Este grupo se nutre principalmente de árabes, egipcios y sobretodo de musulmanes en la diáspora (musulmanes afincados en países occidentales).

Analizando los diferentes surgimientos de movimientos terroristas, nos damos cuenta de que podemos diferenciar tres tipos de generaciones o oleadas de gestaciones de terroristas muy diferentes entre ellas. Una primera generación es la archiconocida, generación “Bin Laden” de los años 80. Terroristas que se diferencian por pertenecer a una clase alta “rebelde” con mucho dinero, un alto nivel educativo, lideres de opinión en su entorno, y con un intento de reformar sus países y conducirlos hacia un fundamentalismo islámico. Esta generación acusó desde un primer momento a sus lideres estatales de no cumplir con el Islam y crear pseudoestados al servicio de los intereses de los países occidentales (Véase Arabia Saudí, Irán, antes de la revolución...). Su paso a la “Yihad Global” se debió en cierta manera a este fracaso a nivel nacional. No consiguieron cambiar el rumbo de sus países y se enrolaron en un movimiento internacional islámico, hoy serigrafiado bajo las siglas “Al-Qaeda”.
La segunda generación es la que va desde los años 90 hasta el 11 de Septiembre. Personas nacidas en países musulmanes, pertenecientes a una clase media-alta, que cursaron estudios en países occidentales y plenos conocedores del Corán. Su nivel educativo es superior al de la media de sus países y poseen amplios conocimientos. Estas características cumplen a la perfección con la descripción de los terroristas del 11-S. Terroristas preparados, conocedores de muchos idiomas y con conocimientos sobre pilotaje de aviones. Sus personas que se han “aprovechado” de las ventajas de las sociedades occidentales, ya que en sus países les hubiera sido imposible adquirir tales conocimientos.
La tercera generación son los denominados “Terroristas crecidos en casa”. Individuos de procedencia modesta, con no mucha educación, nacidos en países occidentales; frecuentemente ligados a la consecución de pequeños delitos (drogas, fraude...), generalmente con un bajo nivel de conocimiento del Islam y del Corán. Este nivel de conocimiento se refleja en la poca sofisticación de sus acciones.

Con tantos datos, tantas palabras nos rugen miles de reflexiones y preguntas, aunque tengo la sensación que bien se podrían definir en ¿Por qué sigue existiendo el terrorismo?. La respuesta que revolotea por mi cabeza en estos momentos es decepcionante a la par que frustrante. El terrorismo es para muchos un negocio. La muerte de una sola persona repercute directamente en el bolsillo de otra. Este es el cáncer del terrorismo. Mientras unos mueren de “terror”, otros se enriquecen.

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Constituye ya un tópico, mil veces manido, la catalogación que némine discrepante se hace desde España de que la principal amenaza exterior se sitúa en Marruecos, afirmación correcta en principio, aunque incompleta en cuanto adolece de la correspondiente graduación.

 
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