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Consejos para la vida laboral

Helena Trujillo (Málaga)
Redacción
jueves, 1 de mayo de 2008, 01:15 h (CET)
La semana pasada aparecieron diversas noticias en los medios de comunicación referentes a la vida laboral. Hemos podido leer, por ejemplo, que un mal jefe aumenta el riesgo de hipertensión y estrés entre los empleados; que los lunes son los días de la semana en los que más se falta al trabajo en Málaga o que la mayoría de los empleados se declara insatisfecho con su empleo. Todas estas noticias ofrecen una imagen desalentadora de la vida laboral, se destacaban datos como que unos 15 millones de españoles se siente insatisfecho en su trabajo, 8 de cada 10 profesionales, además de que Málaga es la segunda provincia con mayor tasa de absentismo en España, con el 5,1%, cuando la media nacional está en el 4,8%.

Pinta mal la cosa, parece que felicidad y trabajo fueran antónimos. Díganme ustedes a quién no le han dicho que trabajar mucho es de tontos, que si puedes ganar más trabajando menos es mejor, que ser funcionario es la panacea… Muchos prejuicios en torno al trabajo, pero la realidad que demuestran los diversos estudios es que algo falla.

Es llamativo que una de las noticias reconozca que los trabajadores a las órdenes de líderes más inteligentes emocionalmente son más efectivos, más productivos y gozan de mejor salud que los que tienen jefes «mediocres». Supongo que ahora no es cuestión de echarle la culpa a nuestros jefes de nuestra insatisfacción o de nuestro dolor de cabeza. Bien es cierto que desde el departamento de formación empresarial grupo cero hacemos hincapié en la importancia de la formación de los mandos superiores y los intermedios, porque evidentemente ello incide directamente en la organización del resto de trabajadores. Lo que no quiere decir que el trabajador no tenga que hacerse responsable de conseguir un trabajo que le resulte satisfactorio, que lo desempeñe adecuadamente y que mantenga relaciones saludables con jefes y compañeros.

Podrán objetarme que en general la gente no elige el trabajo, trabaja en lo que puede o en lo que hay, muchos se mantienen así años o toda la vida. Hay que decir, no obstante, que durante un tiempo uno puede esforzarse en hacer algo que no le gusta, en estar con compañeros que no soporta, ganar un dinero que es insuficiente, pero si esta situación se mantiene largo tiempo tenemos que asegurar que su repercusión en nuestra salud psicosocial no es nada buena.

Lejos de lo que nos han enseñado, el trabajo no es un castigo, es un medio de realización personal y social, y por ello hay que procurar que ese tiempo que pasamos, que al cabo de los años es mucho, esté lo mejor invertido posible. Aprovechando el verso del poeta Antonio Machado “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, entendamos que no son suficientes las vacaciones para recargar pilas, hay que cambiar la forma de pensar el trabajo y la propia vida. Para ser felices hay que hacer el trabajo cada día de estar a la altura de nuestras exigencias. No elija el camino fácil de quedarse en casa los lunes por la mañana o de enfermarse para no ir a trabajar, lo barato sale muy caro. Para tener una vida sana hay que dar un pequeño paso cada día.

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Helena Trujillo Luque es psicoanalista-Profesora del Departamento de Formación Empresarial Grupo Cero (Málaga).

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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