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Todos vendemos la mitad de nuestra vida por un papel con el que pagar la hipoteca, la luz, el agua, la comida…

​Todos tenemos un precio

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Ya lo sabía, pero últimamente lo he confirmado, todos tenemos un precio, y yo no voy a ser menos. Esta idea surgió de una conversación que tuve anoche con un amigo, también escritor, al que le comenté la locura en que se había metido al aceptar escribir una biografía. Yo jamás acepto biografías, él lo sabe, y todo el que me conoce lo sabe, o eso creo, y si no lo saben, ya se lo digo.

Muchos diréis que es un orgullo que alguien te proponga escribir su biografía, y sí, lo es, y me alaga, pero si no acepto es porque una biografía no es como una novela de vampiros; en una biografía debes ser fiel al protagonista, a su forma de ser, debes adaptar lo que esa persona te cuente y transmitir, no solo los hechos reales, sino sus sentimientos ante cada situación de su vida.

El tema de fechas, de acontecimientos, de personas que intervienen en esos acontecimientos… todo debe ir correctamente escrito con un trabajo muy, pero que muy laborioso por parte del biógrafo, ya que no solo está en juego la reputación del biógrafo sino la de la persona protagonista de esa biografía.


Ese tiempo no está pagado con nada, esas horas de conversación y notas, esa investigación, los desvelos, toda esa locura que conforme va tomando forma no sabes si está correcta o no.

Entonces, y una vez colgado el teléfono, en mi mente apareció la última frase que os comentaba “no está pagado con nada” pero, como ya os decía al principio, todo el mundo tiene un precio, algunos más y otros menos, en ese instante yo puse mi precio, jamás me embarcaría en esa locura por menos de 5000 euros.


Sí, la vida es así, cuando algo no te gusta, el hacerlo tiene un precio, un precio que a algunos puede parecer elevado y a otros económico, pero en este mundo todo, por desgracia es comprable, hasta las personas. Todos estamos a la venta en un mercado que solo los que tienen dinero en exceso son los que pujan por el objeto deseado.


En los tiempos en los que estamos, hablamos de la esclavitud como si formara parte de nuestro pasado, pero todos somos esclavos, todos aceptamos un trabajo que no nos gusta a cambio de un sueldo, todos vendemos la mitad de nuestra vida por un papel con el que pagar la hipoteca, la luz, el agua, la comida…


Juzgamos la prostitución porque venden su cuerpo, nos creemos mejores porque tenemos un trabajo digno, pero… ¿Qué es un trabajo digno?Os lo diré: para la mayoría del planeta, un trabajo digno supone dejar que tu jefe te hable mal, que se crea con el derecho de menospreciarte y recordarte cada día que no eres nadie, y que a final de mes, en dos días, se esfume el dinero que has ganado en pagar gastos que deberás seguir cubriendo el mes siguiente.


¿Os dais cuenta de lo hipócritas que somos? Nos creemos superiores y, sin embargo, nos estamos vendiendo, poniendo un precio a nuestra vida, a nuestro trabajo y a nuestra dignidad. Pero no os confundáis, no estoy criticando ni alabando este sistema, simplemente es una observación, una aclaración para que, cada vez que miremos a otro con desprecio pensando que se está vendiendo, recordemos que nosotros también lo hacemos cada día, seguramente por algo más de dinero, pero lo hacemos.


Mañana, tú seguirás vendiéndote, yo seguiré vendiéndome y si seguimos conjugando verbos; todos seguiremos vendiéndonos, así que dejad de juzgar a los demás, todos estamos en la misma bolsa de basura y, aunque no lo notemos, todos olemos a podrido.

​Todos tenemos un precio

Todos vendemos la mitad de nuestra vida por un papel con el que pagar la hipoteca, la luz, el agua, la comida…
María Beatriz Muñoz Ruiz
martes, 28 de diciembre de 2021, 09:39 h (CET)

Ya lo sabía, pero últimamente lo he confirmado, todos tenemos un precio, y yo no voy a ser menos. Esta idea surgió de una conversación que tuve anoche con un amigo, también escritor, al que le comenté la locura en que se había metido al aceptar escribir una biografía. Yo jamás acepto biografías, él lo sabe, y todo el que me conoce lo sabe, o eso creo, y si no lo saben, ya se lo digo.

Muchos diréis que es un orgullo que alguien te proponga escribir su biografía, y sí, lo es, y me alaga, pero si no acepto es porque una biografía no es como una novela de vampiros; en una biografía debes ser fiel al protagonista, a su forma de ser, debes adaptar lo que esa persona te cuente y transmitir, no solo los hechos reales, sino sus sentimientos ante cada situación de su vida.

El tema de fechas, de acontecimientos, de personas que intervienen en esos acontecimientos… todo debe ir correctamente escrito con un trabajo muy, pero que muy laborioso por parte del biógrafo, ya que no solo está en juego la reputación del biógrafo sino la de la persona protagonista de esa biografía.


Ese tiempo no está pagado con nada, esas horas de conversación y notas, esa investigación, los desvelos, toda esa locura que conforme va tomando forma no sabes si está correcta o no.

Entonces, y una vez colgado el teléfono, en mi mente apareció la última frase que os comentaba “no está pagado con nada” pero, como ya os decía al principio, todo el mundo tiene un precio, algunos más y otros menos, en ese instante yo puse mi precio, jamás me embarcaría en esa locura por menos de 5000 euros.


Sí, la vida es así, cuando algo no te gusta, el hacerlo tiene un precio, un precio que a algunos puede parecer elevado y a otros económico, pero en este mundo todo, por desgracia es comprable, hasta las personas. Todos estamos a la venta en un mercado que solo los que tienen dinero en exceso son los que pujan por el objeto deseado.


En los tiempos en los que estamos, hablamos de la esclavitud como si formara parte de nuestro pasado, pero todos somos esclavos, todos aceptamos un trabajo que no nos gusta a cambio de un sueldo, todos vendemos la mitad de nuestra vida por un papel con el que pagar la hipoteca, la luz, el agua, la comida…


Juzgamos la prostitución porque venden su cuerpo, nos creemos mejores porque tenemos un trabajo digno, pero… ¿Qué es un trabajo digno?Os lo diré: para la mayoría del planeta, un trabajo digno supone dejar que tu jefe te hable mal, que se crea con el derecho de menospreciarte y recordarte cada día que no eres nadie, y que a final de mes, en dos días, se esfume el dinero que has ganado en pagar gastos que deberás seguir cubriendo el mes siguiente.


¿Os dais cuenta de lo hipócritas que somos? Nos creemos superiores y, sin embargo, nos estamos vendiendo, poniendo un precio a nuestra vida, a nuestro trabajo y a nuestra dignidad. Pero no os confundáis, no estoy criticando ni alabando este sistema, simplemente es una observación, una aclaración para que, cada vez que miremos a otro con desprecio pensando que se está vendiendo, recordemos que nosotros también lo hacemos cada día, seguramente por algo más de dinero, pero lo hacemos.


Mañana, tú seguirás vendiéndote, yo seguiré vendiéndome y si seguimos conjugando verbos; todos seguiremos vendiéndonos, así que dejad de juzgar a los demás, todos estamos en la misma bolsa de basura y, aunque no lo notemos, todos olemos a podrido.

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