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Obesidad maternal

Rafael Pérez Ortolá
Rafael Pérez Ortolá
lunes, 14 de abril de 2008, 00:58 h (CET)
¿Gordos? ¿Flacos? ¿Resulta exagerada esa atención a unos kilos de más o de menos? No es sólo una cuestión de estética, que también lo es; se consideran estos aspectos por las repercusiones que ocasionan en los afectados. Aunque la insistencia en los comentarios sobre estos trastornos sea muy tenaz; por lo que citaré hoy, no viene nada mal un recuerdo actualizado de algunas de sus consecuencias. De manera especial cuando se presentan en el amplio colectivo de mujeres OBESAS y EMBARAZADAS; por ellas, y por las secuelas derivadas para su descendencia. Guelinckx y colaboradores revisan recientemente una serie de trabajos sobre este tema (Obesity Reviews). Nos aportan una panorámica apropiada para hacernos una composición sobre este asunto. ¿Cuál es el alcance de estos problemas? La magnitud del mismo se presume variable según las áreas sociales y paises.

Los factores implicados son muchos y variados. Influirá el estilo de vida, la dieta (No sólo en lo referente a la cantidad, es muy influyente también la calidad de los alimentos) ¿Cómo equiparar paises asiáticos, africanos, americanos o europeos? Así mismo, surgen diferencias sustantivas entre mujeres de paises similares, por otras circunstancias. Los PORCENTAJES de mujeres gestantes con sobrepeso, se aproximan al 50 % em áreas como Carolina del Norte, Reino Unido, Cleveland o Australia. Se aproximan a esas cifras, Finlandia, Italia o Suecia. Son niveles preocupantes, con el agravante de su tendencia al incremento, de número de afectadas y con más kilos de peso. California y la europea Dinamarca, presentan defras por debajo del 15 %. ¡Notables diferencias! Quedémonos con el impacto de los datos; los estudiosos aportarán otros pormenores. ¿Son importantes estas cifras? ¿Se trata de meras diferencias insustanciales?

Se revisan estudios de diferentes grupos de trabajo, destacando sus principales conclusiones. La coincidencia de sobrepeso importante y embarazo, provoca una primera serie de consecuencias para la MADRE. Su sola enumeración nos resalta la seriedad del asunto, por los términos introducidos; aunque se trate de trabajos diferentes y no entremos en las minucias técnicas, de algún modo, recalcaré las conclusiones más significativas. Estas gestantes obesas tienen un riesgo doble de presentar hipertensión arterial; esta, como es sabido, origina nuevas alteraciones. Muy relacionadas, aparecerán las crisis de eclampsia de intensidades variables, algunas de ellas graves. Como notoria y alarmante, durante esas gestaciones aparece la diabetes, se duplican y triplican los índices de riesgo. No será necesario insistir en lo que supone ese añadido para estas jóvenes, ¡Son tantas sus derivaciones! El riesgo de tromboflebitis, no adquiere proporciones de riesgo tan desmesuradas, pero aumentan sus frecuencias; con unas secuelas pesadas y preocupantes. Si nos fijamos en las cesáreas efectuadas, son cifras elevadas, también se doblan en este grupo las mujeres afectadas por esta intevención; con los inconvenientes propios de la cirugía. Si el embarazo es dejado a su curso natural, la incidencia de los abortos es mayor. Así mismo, citan otra de las complicaciones de la obesidad materna, la formación de poliquistosis ováricas, que junto con otras alteraciones, dificultará para el futuro el grado de fertilidad de dichas mujeres. No acaba ahí el listado, las infecciones urinarias, incontinencias de orina, depresiones o dificultades respiratorias se pueden añadir a estas personas, se incrementa su tendencia a sufrirlas, muy por encima de lo normal. Sin ningún ánimo de exageración, abruma esa cantidad de propensiones y problemas.

En cuanto al FETO, las consecuencias de aquel sobrepeso de la madre , también son una afectación relevante. Unas de las primeras complicaciones en este sentido, vienen recogidas como muerte perinatal del feto, es uno de los primeros peligros, y sus procentajes de riesgo elevados. Además, en un 20 – 40 % de los casos, se tratará de fetos grandes, macrosómicos, que de por sí originan problemas en las maniobras del alumbramiento. La diabetes, frecuente en estas madres, contribuye con diversos mecanismos a este aumento del tamaño fetal. Estas últimas tendencias se ven ampliadas en sus malas repercusiones, por que el futuro niño tendrá más probabilidades de presentar obesidad, con las consiguientes alteraciones metabólicas o vasculares. Como vemos, esa repercusión se agrava, por su influencia en generaciones posteriores, nueva madre obesa, descendientes, etc. ¿Qué se requiere para detener esa progresión? Se citan estudios, de Moore, de Watkins, que inciden en otra asociación lamentable de la obesidad materna con defectos y malformaciones congénitas; a nivel de la médula espinal, en el ámbito abdominal, anomalías cardíacas. Defectos más difíciles de detectar por el acúmulo de grasa alrededor del feto; y no siempre corregibles. Los recién nacidos de estas madres, necesitan hasta cuatro veces más ingresos para cuidados intensivos; incluso si no llegaran a tanto, es otra señal de problemas derivados. No son las únicas pegas de estos casos, pero más que una muestra, es una exposición de inconvenientes. Si no respondemos con eficacia, colaboraremos a otro nefasto añadido, el acostumbramiento indolente, daremos por buena a esa lamentable situación.

Enfrentados a estas incidencias, cada uno observará las reacciones adoptadas en su entorno. Dejemos aparte las reacciones indolentes, por necias e inútiles. Si observamos diferentes planes de intervención correctora sobre el problema, los diferentes trabajos publicados nos ofrecen unos resultados frustrantes. Algunos aspectos se mejoran con dietas adecuadas, ejercicio físico, reducción del alcohol o mayor vigilancia médica. Por desgracia, digamoslo pronto, ¡Se llega tarde!; ya está esa obesidad instalada y en acción. ¿Entonces? ¿Sólo quedan lamentos y un parcheado insuficiente para tantas rendijas? No hay tal, estamos ante un crudo desenfoque del problema, nada más. ¿Dónde se gestó ese exceso? La labor eficaz es preventiva y debiera conducirnos a indicaciones y procedimientos ESCOLARES. Esa es la diana conveniente para el empeño corrector. Ahora bien, ¿Queremos aliviar esa situación? ¿Aplicaremos los conocimientos?

Me permito una insistente observación, esa repercusión referida de los trastornos de hoy sobre las generaciones inmediatamente posteriores; más todavía, si apenas hemos tomado alguna medida atenuante, sin haber entrado en el meollo del asunto. No quedan atajos practicables, es la labor preventiva y decidida, esa es la vía buena. Si, como en tantas situaciones, permanecemos frívolos, superficialmente implicados o atontados; los efectos nos seguirán creando impactos interiores, mejor dicho, afectarán a cada implicada y recién nacido afectado.

Si asumimos o no los conocimientos científicos y la sensibilidad como humanos; esa es la eterna canción de una sociedad vertiginosa. Con una facilidad pasmosa, la verborrea se transforma en diarrea mental; así resulta muy cuesta arriba el simple planteamiento de actuaciones constructivas.

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