A muchos, a demasiados, les gustaría que desaparecieran de nuestras calles en los días de Semana Santa el maravilloso espectáculo de Cristos y Vírgenes desfilando por ella y, recibiendo el homenaje publico de miles de personas que aguantan de pie una hora y otra hora para verlos y expresarles su cariño y su fe. A esos muchos no les importaría que las procesiones fueran dentro de las Iglesias, en el ámbito de lo privado, pero no a cielo abierto. Por eso, no paran de lanzarnos mensajes para que vaya calando en el pueblo la idea de que la Semana Santa es el producto de la cultura andaluza, de la tradición, y que esas masas de gente solo aguantan el frío y el cansancio por el asombro y la admiración que sienten por el barroco andaluz.
Pero, no por mucho que lo intenten lo que vemos en la calle es una explosión de fervor popular, sencillo, sin grandes estudios teológicos, lo que llaman la fe del carbonero, pero implantado en el alma y sabiendo que ese Crucificado y esa Virgen son Dios hecho Hombre y su Madre Inmaculada en la calle, bueno, son sus imágenes, porque la única procesión donde verdaderamente está Dios en la calle es la del Corpus.
Por eso, no prohíben las procesiones, no se atreven. Los de siempre han hecho cosas tremendas cuando ha llegado el momento con las imágenes, pero prohibir por ley que salgan a la calle, eso no tienen valor para hacerlo. A ver quién es el valiente que impide el paso del Cautivo, del Chiquito, de la Esperanza, de la Zamarrilla o el Rocío. O de cualquier otra imagen. Aprovecho para decir que lo que escribo de Málaga lo hago extensivo a toda España.
Ellos creen que con la Semana Santa van a conseguir lo que han intentado con la Navidad, convertirla en la fiesta del consumo, del pasárselo bien, del culto al vientre a través de comer y beber con desatino. Los adornos navideños (no en todos los sitios, gracias a Dios) poco a poco van perdiendo su personalidad religiosa y pueden servir con un poco de maña para el carnaval o cualquier feria de primavera o de verano.
El tema religioso pierde fuerza y sentido y se sustituye por un vago sentimentalismo, centrado en la familia, en los niños (y en los que ya no están), por no nombrar la muerte.
Pero, la Semana Santa es más difícil de manipular. Ante un Crucificado, ante un Cristo llevando la Cruz sin fuerza, moribundo o una Madre que camina detrás de su Hijo rota de dolor ¿que se puede hacer? pues lo único que pueden: transformar estos días en vacaciones de playa, de montaña, de nieve o de crucero.
En último término hasta los más humildes símbolos de la Semana Santa como son los folletos de los horarios de los desfiles procesionales lo transforman en algo irreverente y de mal gusto.
Se ha editado un folleto que en vez de llevar en la portada la imagen del Cristo o de la Virgen preferidos, llevan un brazo arrancado del tronco, junto a otras cosas que no se distinguen bien y a los pies desechos de la guerra ¿que han querido decir? Me gustaría que saliera el autor de semejante engendro y me lo explicara. Seguro, que diría que como el arte es libre él ha hecho una interpretación personal de la Pasión sin ninguna otra intención y que somos los cristianos los que vemos todo torcidamente en el arte de vanguardia.
Yo quisiera saber como reaccionaría esta persona, si alguien hiciera una interpretación vanguardista de su madre o de su padre, pero de lo feo y mal intencionado mejor ni hablar ni escribir.
Termino diciendo que vale la pena en las noches de Semana Santa salir a ver nuestros pasos que son una muestra de arte -por supuesto- y sobre todo una muestra de fe.
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