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Santiago Chiva (Granada)

La falsa excepción de la eutanasia

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Decía el Dr. John Wilke, de la Universidad de Cincinnati: "Si no le pueden aliviar el dolor, no pida usted la eutanasia. Cambie de médico, porque el suyo es incompetente" La única solución humana para el dolor es aliviarlo todo lo posible. El sufrimiento moral se puede paliar en parte, pero es más difícil y en todo caso, el dolor es nuestro compañero de viaje, señal de que vivimos.

Pero ante la cuestión del dolor se responde a veces con la legalización de la eutanasia para algunos casos límite. Sobre esto conviene tener claro algo. Preguntar a un enfermo si desea pedir la eutanasia es ponerle ante un dilema y ya tiene consecuencias en el enfermo. Si pide la Eutanasia, se le da una sustancia mortífera que no le duela, se le quita la vida y acaba el dolor, claro. Pero ¿y si pidiera medicina paliativa? Algunos dirán, con tono comprensivo, que no pasaría nada, todo sigue como siempre, se le cuida hasta que muera. Pero no. Ya nada es como antes. Si elige seguir viviendo, siempre tendrá que explicar por qué ha optado por una solución que supone más sacrificios a sus cuidadores, más dinero al Estado por gastos de la Ley de Dependencia y gastos sanitarios. El mismo personal sanitario que le cuida es el que le hubiera quitado la vida. Y como el enfermo no ha querido, hay que seguir cuidandole. Y total, para seguir sufriendo. Y los familiares, que quizá le sugirieron la eutanasia, son los que deben seguir viniendo a verle no se sabe cuantos meses o años más. Y quitando tiempo de dedicación a los niños, y con la hipoteca que les agobia, y en vacaciones, a ver que pasa... Los médicos o los familiares, no va a decir así las cosas, claro. Pero no somos tontos y sabemos cuando algo que hemos decidido no ha caído bien o resulta un engorro.

Si no estuviera legalizada la eutanasia en países como Holanda, nos podríamos creer el camelo de que es para casos como el de Chantal Sébire, la mujer francesa que padecía un cáncer facial y a la que hace unos días la justicia de su país le denegó la petición de eutanasia y que ha muerto –por lo que parece- suicidándose. No. Es algo que allí ya se va haciendo habitual y va calando la mentalidad de que si estás enfermo lo mejor -para todos- es pedir la eutanasia, en detrimento de los cuidados paliativos.

Para mayor complicación, el Estado es parte interesada en este tema. Aunque los políticos se indignen al oírlo, saben perfectamente que cuantos más se suiciden con la eutanasia, más millones de euros para otros gastos sanitarios. Cuestan mucho menos dinero los trámites de defunción que un día más de cuidados paliativos. Para un contable sin prejuicios morales la mejor solución está bien clara: animar a pedir la eutanasia a todos. Sin embargo, nuestros mayores y nuestros enfermos, que con su vida han colaborado a hacer un mundo más humano, se merecen la mejor solución aunque cueste más. Sólo un individualismo egoísta, desagradecido, neoliberal e inhumano prefiere -siquiera sugerirles- un veneno dulce.

La falsa excepción de la eutanasia

Santiago Chiva (Granada)
Redacción
lunes, 24 de marzo de 2008, 03:15 h (CET)
Decía el Dr. John Wilke, de la Universidad de Cincinnati: "Si no le pueden aliviar el dolor, no pida usted la eutanasia. Cambie de médico, porque el suyo es incompetente" La única solución humana para el dolor es aliviarlo todo lo posible. El sufrimiento moral se puede paliar en parte, pero es más difícil y en todo caso, el dolor es nuestro compañero de viaje, señal de que vivimos.

Pero ante la cuestión del dolor se responde a veces con la legalización de la eutanasia para algunos casos límite. Sobre esto conviene tener claro algo. Preguntar a un enfermo si desea pedir la eutanasia es ponerle ante un dilema y ya tiene consecuencias en el enfermo. Si pide la Eutanasia, se le da una sustancia mortífera que no le duela, se le quita la vida y acaba el dolor, claro. Pero ¿y si pidiera medicina paliativa? Algunos dirán, con tono comprensivo, que no pasaría nada, todo sigue como siempre, se le cuida hasta que muera. Pero no. Ya nada es como antes. Si elige seguir viviendo, siempre tendrá que explicar por qué ha optado por una solución que supone más sacrificios a sus cuidadores, más dinero al Estado por gastos de la Ley de Dependencia y gastos sanitarios. El mismo personal sanitario que le cuida es el que le hubiera quitado la vida. Y como el enfermo no ha querido, hay que seguir cuidandole. Y total, para seguir sufriendo. Y los familiares, que quizá le sugirieron la eutanasia, son los que deben seguir viniendo a verle no se sabe cuantos meses o años más. Y quitando tiempo de dedicación a los niños, y con la hipoteca que les agobia, y en vacaciones, a ver que pasa... Los médicos o los familiares, no va a decir así las cosas, claro. Pero no somos tontos y sabemos cuando algo que hemos decidido no ha caído bien o resulta un engorro.

Si no estuviera legalizada la eutanasia en países como Holanda, nos podríamos creer el camelo de que es para casos como el de Chantal Sébire, la mujer francesa que padecía un cáncer facial y a la que hace unos días la justicia de su país le denegó la petición de eutanasia y que ha muerto –por lo que parece- suicidándose. No. Es algo que allí ya se va haciendo habitual y va calando la mentalidad de que si estás enfermo lo mejor -para todos- es pedir la eutanasia, en detrimento de los cuidados paliativos.

Para mayor complicación, el Estado es parte interesada en este tema. Aunque los políticos se indignen al oírlo, saben perfectamente que cuantos más se suiciden con la eutanasia, más millones de euros para otros gastos sanitarios. Cuestan mucho menos dinero los trámites de defunción que un día más de cuidados paliativos. Para un contable sin prejuicios morales la mejor solución está bien clara: animar a pedir la eutanasia a todos. Sin embargo, nuestros mayores y nuestros enfermos, que con su vida han colaborado a hacer un mundo más humano, se merecen la mejor solución aunque cueste más. Sólo un individualismo egoísta, desagradecido, neoliberal e inhumano prefiere -siquiera sugerirles- un veneno dulce.

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