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Óscar A. Matías

¿Políticos carismáticos, líderes o eficaces?

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Debates como duelo de titanes, carteles con caras sonrientes, comparaciones entre unos y otros, anuncios en prensa, radio y televisión… la campaña está siendo fuerte. Dentro de pocos días se sabrán los resultados, aquellos por los que los votantes habrán optado. Y a pesar de ello, seguirán las declaraciones y análisis en las que todos dirán que han ganado, e incluso seguro que habrá quién afirme que quién venza no se lo tenía merecido.

Entre muchos de los mensajes que se oyen estos días, está el que anima a que participemos en las urnas, porque está claro que la abstención es una de las preocupaciones de aquellos que pretenden gobernar. Si este fenómeno que está ocurriendo va cada vez más en aumento, antes de pensar en cómo promover la participación, en primer lugar quizás sería mejor que los partidos analizaran porqué los votantes sienten este desencanto hacia la política, porque al fin y al cabo la abstención en muchos casos es fruto de ello. Desencanto y cansancio de escuchar muchas veces los mismos mensajes y, a la hora de la verdad, las cosas siguen sin grandes cambios ni soluciones.

¿Cuál es la clase de política que buscan los votantes? ¿Qué políticos son los más capacitados para gobernar un país? España es una democracia joven, recordemos que hace poco celebrábamos sus treinta años. Y aunque joven, los españoles algo sí han aprendido a lo largo de las distintas legislaturas que se han ido sucediendo. El espectáculo en los mítines puede resultar divertido, las caras sonrientes de los políticos reclamando tu voto al principio causaban sus efectos, los debates con pulla tienen su parte atractiva… pero a la hora de la verdad, lo que realmente le preocupa a la población es el coste de lo que consumimos, el salario que cobramos, cómo están las hipotecas, el precio de la vivienda, etc. La economía del país no es la que realmente preocupa, sino la economía que cada uno vive en su propia casa, fruto de las políticas que se llevan a cabo.

El político carismático en un incipiente estado democrático es capaz de convencer, y más teniendo en cuenta que la mayoría de los votantes ni siquiera se leen los programas de los distintos partidos políticos. Dicen que unos pocos nacen con carisma, y que la mayoría no. Aquél que posee esta facilidad innata de hacerse querer, ejerce un poder de atracción que es puro magnetismo personal. De tal modo que se puede tener mucho carisma, y carecer de liderazgo, a la vez que un líder puedo serlo de modo extraordinario sin tener carisma. Por eso uno de los peligros de la persona carismática es que puede caer fácilmente en el endiosamiento, y perder el sentido de la realidad. Un político carismático, así a secas, difícilmente ejercerá con eficacia sus funciones gubernamentales.

El líder es mucho más que un jefe. Es aquél que es capaz de conseguir que sus instrucciones sean ejecutadas de tal forma que convenzan que su cumplimiento son lo mejor para la mayoría. Posee una hábil capacidad de comunicarse, tanto a la hora de expresar sus ideas como para saber escuchar aquello que se le expresa. Es capaz de establecer metas y objetivos, que se puedan cumplir, atendiendo a la capacidad del grupo que dirige. Y establecida la meta, es hábil para planificar el modo de llegar hasta ella, valorando el momento en que se debe realizar, los recursos y las personas para llevarla a cabo. Es necesario que el buen líder conozca sus fortalezas para aprovecharlas al máximo, como también sus debilidades y busque el modo de subsanarlas. El líder crece, y hace crecer a su gente; y no se aferra a su puesto, sino que enseña a su gente y crea oportunidades para los otros. También es innovador, porque debe buscar nuevas formas, y si puede aún mejores, para realizar sus tareas, a la vez que su responsabilidad la utiliza en beneficio de todos. Y finalmente un líder debe ser capaz de procesar la información que le llega, interpretarla de forma inteligente y utilizarla con creatividad.

Llegada la hora de la verdad, a aquél que deba representar el gobierno no le basta sólo el carisma. Tampoco es suficiente un liderazgo mal entendido, donde no crezcan los resultados. Lo que le compete es la eficacia, que si además va unida a un buen carisma y liderazgo, sin duda alguna será un buen gobernante.

¿Políticos carismáticos, líderes o eficaces?

Óscar A. Matías
Óscar A. Matías
miércoles, 5 de marzo de 2008, 05:42 h (CET)
Debates como duelo de titanes, carteles con caras sonrientes, comparaciones entre unos y otros, anuncios en prensa, radio y televisión… la campaña está siendo fuerte. Dentro de pocos días se sabrán los resultados, aquellos por los que los votantes habrán optado. Y a pesar de ello, seguirán las declaraciones y análisis en las que todos dirán que han ganado, e incluso seguro que habrá quién afirme que quién venza no se lo tenía merecido.

Entre muchos de los mensajes que se oyen estos días, está el que anima a que participemos en las urnas, porque está claro que la abstención es una de las preocupaciones de aquellos que pretenden gobernar. Si este fenómeno que está ocurriendo va cada vez más en aumento, antes de pensar en cómo promover la participación, en primer lugar quizás sería mejor que los partidos analizaran porqué los votantes sienten este desencanto hacia la política, porque al fin y al cabo la abstención en muchos casos es fruto de ello. Desencanto y cansancio de escuchar muchas veces los mismos mensajes y, a la hora de la verdad, las cosas siguen sin grandes cambios ni soluciones.

¿Cuál es la clase de política que buscan los votantes? ¿Qué políticos son los más capacitados para gobernar un país? España es una democracia joven, recordemos que hace poco celebrábamos sus treinta años. Y aunque joven, los españoles algo sí han aprendido a lo largo de las distintas legislaturas que se han ido sucediendo. El espectáculo en los mítines puede resultar divertido, las caras sonrientes de los políticos reclamando tu voto al principio causaban sus efectos, los debates con pulla tienen su parte atractiva… pero a la hora de la verdad, lo que realmente le preocupa a la población es el coste de lo que consumimos, el salario que cobramos, cómo están las hipotecas, el precio de la vivienda, etc. La economía del país no es la que realmente preocupa, sino la economía que cada uno vive en su propia casa, fruto de las políticas que se llevan a cabo.

El político carismático en un incipiente estado democrático es capaz de convencer, y más teniendo en cuenta que la mayoría de los votantes ni siquiera se leen los programas de los distintos partidos políticos. Dicen que unos pocos nacen con carisma, y que la mayoría no. Aquél que posee esta facilidad innata de hacerse querer, ejerce un poder de atracción que es puro magnetismo personal. De tal modo que se puede tener mucho carisma, y carecer de liderazgo, a la vez que un líder puedo serlo de modo extraordinario sin tener carisma. Por eso uno de los peligros de la persona carismática es que puede caer fácilmente en el endiosamiento, y perder el sentido de la realidad. Un político carismático, así a secas, difícilmente ejercerá con eficacia sus funciones gubernamentales.

El líder es mucho más que un jefe. Es aquél que es capaz de conseguir que sus instrucciones sean ejecutadas de tal forma que convenzan que su cumplimiento son lo mejor para la mayoría. Posee una hábil capacidad de comunicarse, tanto a la hora de expresar sus ideas como para saber escuchar aquello que se le expresa. Es capaz de establecer metas y objetivos, que se puedan cumplir, atendiendo a la capacidad del grupo que dirige. Y establecida la meta, es hábil para planificar el modo de llegar hasta ella, valorando el momento en que se debe realizar, los recursos y las personas para llevarla a cabo. Es necesario que el buen líder conozca sus fortalezas para aprovecharlas al máximo, como también sus debilidades y busque el modo de subsanarlas. El líder crece, y hace crecer a su gente; y no se aferra a su puesto, sino que enseña a su gente y crea oportunidades para los otros. También es innovador, porque debe buscar nuevas formas, y si puede aún mejores, para realizar sus tareas, a la vez que su responsabilidad la utiliza en beneficio de todos. Y finalmente un líder debe ser capaz de procesar la información que le llega, interpretarla de forma inteligente y utilizarla con creatividad.

Llegada la hora de la verdad, a aquél que deba representar el gobierno no le basta sólo el carisma. Tampoco es suficiente un liderazgo mal entendido, donde no crezcan los resultados. Lo que le compete es la eficacia, que si además va unida a un buen carisma y liderazgo, sin duda alguna será un buen gobernante.

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