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Emili Avilés

Motores de verdadero progreso

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Considero que un medio imprescindible para neutralizar la falta de cooperación y sensatez en las relaciones político-sociales, es una mayor preparación de nuestros jóvenes, una más espontánea participación ciudadana en la vida pública, con nobleza y energía para liderar proyectos de mejora que ayuden al bien común. Por eso nunca, nunca, hacer el caldo gordo a quien busque o disculpe la exclusión (violenta o con maquiavélicas manipulaciones) de quien piensa diferente. Aprendamos a convivir, superemos el pensamiento único y sectario.

Soy padre de familia numerosa y profesor. Reconozco que me he de emplear a fondo para que mis hijos y mis alumnos desarrollen un sano espíritu crítico, que les ayude al conocimiento de lo que son las cosas en realidad y se vean atraídos por un siempre esforzado servicio al bien común. Intento que trabajen en equipo, que consigan debatir amigablemente con quien, en lo político (incluso en lo deportivo) o en cualquier asunto vital, piense diferente.

Pero además, hemos de estar convencidos de que sí sale a cuenta el juego limpio. Lo mejor que le puede ocurrir a un buen estudiante o a un buen profesional es tener colegas tan buenos o mejores que él. ¡A qué tanta rivalidad insana! Competir en buena lid es medio estupendo para optimizar proyectos y alejarnos de la mediocridad y el clientelismo.

Importa mucho animarnos todos a llegar a la verdad, ser sensibles para interesarnos por las necesidades de los demás. Preocuparnos más de qué es lo que yo puedo hacer por mi país y no tanto de qué voy a recibir de él.

Es realmente tiempo de rebeldía, pacífica pero con una clara determinación: Recuperar la inquietud por saber qué es el hombre y cómo asegurar su felicidad.

Como escribió Ortega y Gasset en “La Rebelión de las masas”: “…nunca como ahora estas vidas sin peso y sin raíz — déracinées de su destino — se dejen arrastrar por la más ligera corriente. Es la época de las "corrientes" y del "dejarse arrastrar". Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbellinos que se forman en arte o en ideas, o en política, o en los usos sociales”.

Para esa revolución, la estima, o como mínimo el respeto verdadero por cada una de las personas que nos rodean, será lo que asentará realmente nuestra profesionalidad, nuestro apasionado quehacer diario, nuestra razón de ser. Así, serviremos mejor, evitando desquitarnos de nadie ni acomodándonos al piñón fijo de los prejuicios. Seremos, ¡pequeños, pero vitales, motores de verdadero progreso!

Motores de verdadero progreso

Emili Avilés
Emili Avilés
viernes, 29 de febrero de 2008, 09:36 h (CET)
Considero que un medio imprescindible para neutralizar la falta de cooperación y sensatez en las relaciones político-sociales, es una mayor preparación de nuestros jóvenes, una más espontánea participación ciudadana en la vida pública, con nobleza y energía para liderar proyectos de mejora que ayuden al bien común. Por eso nunca, nunca, hacer el caldo gordo a quien busque o disculpe la exclusión (violenta o con maquiavélicas manipulaciones) de quien piensa diferente. Aprendamos a convivir, superemos el pensamiento único y sectario.

Soy padre de familia numerosa y profesor. Reconozco que me he de emplear a fondo para que mis hijos y mis alumnos desarrollen un sano espíritu crítico, que les ayude al conocimiento de lo que son las cosas en realidad y se vean atraídos por un siempre esforzado servicio al bien común. Intento que trabajen en equipo, que consigan debatir amigablemente con quien, en lo político (incluso en lo deportivo) o en cualquier asunto vital, piense diferente.

Pero además, hemos de estar convencidos de que sí sale a cuenta el juego limpio. Lo mejor que le puede ocurrir a un buen estudiante o a un buen profesional es tener colegas tan buenos o mejores que él. ¡A qué tanta rivalidad insana! Competir en buena lid es medio estupendo para optimizar proyectos y alejarnos de la mediocridad y el clientelismo.

Importa mucho animarnos todos a llegar a la verdad, ser sensibles para interesarnos por las necesidades de los demás. Preocuparnos más de qué es lo que yo puedo hacer por mi país y no tanto de qué voy a recibir de él.

Es realmente tiempo de rebeldía, pacífica pero con una clara determinación: Recuperar la inquietud por saber qué es el hombre y cómo asegurar su felicidad.

Como escribió Ortega y Gasset en “La Rebelión de las masas”: “…nunca como ahora estas vidas sin peso y sin raíz — déracinées de su destino — se dejen arrastrar por la más ligera corriente. Es la época de las "corrientes" y del "dejarse arrastrar". Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbellinos que se forman en arte o en ideas, o en política, o en los usos sociales”.

Para esa revolución, la estima, o como mínimo el respeto verdadero por cada una de las personas que nos rodean, será lo que asentará realmente nuestra profesionalidad, nuestro apasionado quehacer diario, nuestra razón de ser. Así, serviremos mejor, evitando desquitarnos de nadie ni acomodándonos al piñón fijo de los prejuicios. Seremos, ¡pequeños, pero vitales, motores de verdadero progreso!

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