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Inaki Diaz de Etura

Sobre el uso de la bicicleta como medio de transporte

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Ni el uso urbano de la bicicleta ni los sistemas públicos de alquiler de bicis que tanto parecen llamar la atención de Sergio Brosa son una idea nueva, aunque puedan parecerlo en las sociedades lo suficientemente incultas para que haya sido factible venderles el vehículo motorizado como símbolo de progreso. Y ¿dónde está ese progreso?... ahogado en la inmundicia de esos tubos de escape que nos meten veneno en el alma cada vez que respiramos o aplastado bajo las ruedas manchadas de la sangre de alguno de los miles de peatones que mueren todos los años, sólo en nuestro país, en esas calles por las que antes paseábamos y donde, de niños, jugábamos. Ya no; ahora, todo el espacio es para ese mal entendido progreso del que muchas otras sociedades, más avanzadas, están ya de vuelta. Por suerte para ellos.

Es significativo que la bicicleta es y ha sido siempre un vehículo de pleno derecho y uso cotidiano por personas de toda clase social en algunas de las sociedades más avanzadas y opulentas y su uso decrece proporcionalmente a la madurez social del colectivo. Jamás verán uds. un artículo como éste al que aludo en un periódico alemán, holandés, danés, suizo o sueco. Sr. Brosa, le sugiero que intente predicar en las columnas de alguno de estos países, tiene ud. una labor mucho mayor allí.

Es muy curioso cómo se utiliza el cumplimiento, o presunto incumplimiento, de las normas de circulación como arma arrojadiza contra el uso urbano de la bicicleta: ¿alguien se imagina qué pasaría si esto se aplicara a los vehículos a motor? No basta con ponerse el cinturón y, de hecho, a mí, como peatón, ciclista y ciudadano, me da bastante igual lo que los automovilistas hagan con su cuerpo, me importa bastante más lo que le pueden hacer al mío a base de rebasar continuamente, y por mucho, los límites de velocidad o aparcar en los sitios por los que ya no puedo pasar. O quizá yo sí pero no quien va en una silla de ruedas o lleva a su bebé en un carrito. Todo esto, y mucho más, asumido como normal por una sociedad sumisa a la dictadura del automóvil y consentido por las autoridades. Bocinas para recriminar al rival, maniobras no señalizadas, pasos de cebra invisibles... ¿seguimos hablando de legalidad?.

Como usuario habitual de la bicicleta en mi ciudad, tengo contratado un seguro de responsabilidad civil que me cuesta unos módicos 6 euros anuales y no es obligatorio por la misma razón por la que un seguro similar para la conducción de vehículos a motor sí lo es y resulta mucho más caro: porque el potencial de producir daños graves de un vehículo a motor es altísimo. No así con una bicicleta. Y las compañías de seguros son entidades perfectamente privadas y regidas por ley de mercado. Vaya ud. a otro lado a apelar a esos supuestos fantasmas pro-bicicleta.

El uso de la bicicleta levanta malas conciencias entre los siervos del automóvil. Es una demostración práctica de que hay otras formas de hacer las cosas y su reacción es de rechazo. Tengan uds. por seguro que no permitiré a nadie que discuta mi derecho a circular en bicicleta si eso es lo que quiero: es una cuestión, además de práctica, de dignidad personal.

Sobre el uso de la bicicleta como medio de transporte

Inaki Diaz de Etura
Redacción
sábado, 16 de febrero de 2008, 03:28 h (CET)
Ni el uso urbano de la bicicleta ni los sistemas públicos de alquiler de bicis que tanto parecen llamar la atención de Sergio Brosa son una idea nueva, aunque puedan parecerlo en las sociedades lo suficientemente incultas para que haya sido factible venderles el vehículo motorizado como símbolo de progreso. Y ¿dónde está ese progreso?... ahogado en la inmundicia de esos tubos de escape que nos meten veneno en el alma cada vez que respiramos o aplastado bajo las ruedas manchadas de la sangre de alguno de los miles de peatones que mueren todos los años, sólo en nuestro país, en esas calles por las que antes paseábamos y donde, de niños, jugábamos. Ya no; ahora, todo el espacio es para ese mal entendido progreso del que muchas otras sociedades, más avanzadas, están ya de vuelta. Por suerte para ellos.

Es significativo que la bicicleta es y ha sido siempre un vehículo de pleno derecho y uso cotidiano por personas de toda clase social en algunas de las sociedades más avanzadas y opulentas y su uso decrece proporcionalmente a la madurez social del colectivo. Jamás verán uds. un artículo como éste al que aludo en un periódico alemán, holandés, danés, suizo o sueco. Sr. Brosa, le sugiero que intente predicar en las columnas de alguno de estos países, tiene ud. una labor mucho mayor allí.

Es muy curioso cómo se utiliza el cumplimiento, o presunto incumplimiento, de las normas de circulación como arma arrojadiza contra el uso urbano de la bicicleta: ¿alguien se imagina qué pasaría si esto se aplicara a los vehículos a motor? No basta con ponerse el cinturón y, de hecho, a mí, como peatón, ciclista y ciudadano, me da bastante igual lo que los automovilistas hagan con su cuerpo, me importa bastante más lo que le pueden hacer al mío a base de rebasar continuamente, y por mucho, los límites de velocidad o aparcar en los sitios por los que ya no puedo pasar. O quizá yo sí pero no quien va en una silla de ruedas o lleva a su bebé en un carrito. Todo esto, y mucho más, asumido como normal por una sociedad sumisa a la dictadura del automóvil y consentido por las autoridades. Bocinas para recriminar al rival, maniobras no señalizadas, pasos de cebra invisibles... ¿seguimos hablando de legalidad?.

Como usuario habitual de la bicicleta en mi ciudad, tengo contratado un seguro de responsabilidad civil que me cuesta unos módicos 6 euros anuales y no es obligatorio por la misma razón por la que un seguro similar para la conducción de vehículos a motor sí lo es y resulta mucho más caro: porque el potencial de producir daños graves de un vehículo a motor es altísimo. No así con una bicicleta. Y las compañías de seguros son entidades perfectamente privadas y regidas por ley de mercado. Vaya ud. a otro lado a apelar a esos supuestos fantasmas pro-bicicleta.

El uso de la bicicleta levanta malas conciencias entre los siervos del automóvil. Es una demostración práctica de que hay otras formas de hacer las cosas y su reacción es de rechazo. Tengan uds. por seguro que no permitiré a nadie que discuta mi derecho a circular en bicicleta si eso es lo que quiero: es una cuestión, además de práctica, de dignidad personal.

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