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Circenses consistorios

El comentario habitual y más generalizado entre la ciudadanía es la falta de ética y de sensibilidad que tienen los nuevos gobernantes con la problemática social
Jesús  Salamanca
jueves, 17 de septiembre de 2015, 05:56 h (CET)
Han llegado a las instituciones como llega un elefante a una cacharrería. Mientras una persona sin experiencia intenta aprender antes de adoptar decisiones, esta nueva casta actúa a locas, tontas y ciegas, como si les diera igual acertar que errar. Incurren en lo que criticaron y, en muchos casos, van avalados por el asalto a capillas, insultos o apaleamiento a fuerzas del orden público, interrupción a conferenciantes o el desprecio a los políticos que fueron elegidos como ellos lo han sido ahora.

Tanto los podemitas como las innumerables marcas blancas de Izquierda Unida (‘Tomamos la palabra’, ‘cambiamos cromos’, ‘compromiso’, ‘te doy el verbo’, ‘Mareas de adjetivación gallega’,…y un sinfín de risibles expresiones) han tardado dos tardes y media en mantener los sueldos –en algunos casos los han subido considerablemente--, aprovecharse del nepotismo que criticaron, cambiar de decisión de la mañana a la tarde y muchas otras cuestiones que no son propias de políticos serios.

Se han convertido en clara casta que ampara a concejales imputados; echan el capote a “okupas” de dudoso pelaje; dedican su diario esfuerzo al cambio de nombre de calles, en vez de trabajar por el empleo, que es lo que prometieron y a lo que se comprometieron; inventan cifras de pobreza infantil; ríen las gracias a gente obtusa y de negruzco humor trasnochado como el tal Guillermo Zapata; incumplen reiteradamente lo prometido; no consideran el programa como un objetivo a cumplir y por el que trabajar; tampoco se bajan del coche oficial y crean excesivos e innecesarios gastos a los Ayuntamientos; demuestran ser incapaces de utilizar el transporte público para no mezclarse con la plebe, lo que demuestra su vergonzoso y patético clasismo, cual sindicatos que dicen llamarse ‘obreros’ y de izquierdas; confunden el feminismo en su esencia y falta de consistencia; amparan –por dejación de funciones– las acampadas a la puerta de los Ayuntamientos,… Pero, al menos, han reconocido que su plan de pobreza infantil era una patochada, pues la corporación anterior ya se había encargado de no dejar sin atender a los madrileños y no madrileños necesitados y, en muchos casos, otras organizaciones como Mensajeros de la Paz.

El comentario habitual y más generalizado entre la ciudadanía es la falta de ética y de sensibilidad que tienen los nuevos gobernantes con la problemática social. En muchos casos pretenden ser alcaldes y/o concejales de su círculo, el cual suele ser muy reducido y extravagante. En el caso de Madrid, Manuela Carmena ha perdido el norte, si bien son muchos quienes reconocen que ha perdido todos los puntos cardinales porque actúa como un pollo sin cabeza, una cabra en una discoteca o un elefante en la cacharrería antes citada. El primero en dar fe de ello es el propio Carmona, principal “plañidero” madrileño y cuya imagen ha quedado a la altura del betún. Ambos han demostrado tener una imagen, una postura y una palabra más falsa que un euro de goma.

Lo peor de todo es que aún quedan cuatro años y hay equipos de gobierno como el madrileño que puede acabar fundiéndolo todo, desde los incontables logros de los equipos anteriores hasta las arcas públicas. Eso sí, quede claro que la suma de podemitas y socialistas forman esa mayoría actual que es lo que ha votado y deseaba la mayoría de los madrileños. Pues eso… ¡con su pan se lo coman, aunque se tirarán del pelo y llorarán los horrores!

De momento, en los países de nuestro entorno, el equipo de gobierno del ayuntamiento madrileño representa un ruidoso hazmerreír y no parece que tenga abiertas excesivas puertas.

No faltan quienes dicen que es el fin de Carmena y el campo abonado del despropósito para Carmona. Ha quedado suficientemente claro que votar al PSOE es votar a Podemos y viceversa, doy fe. No hay duda y, en estos casos, la duda sería ofensiva ante la evidencia.

Madrid tiene una última oportunidad en las elecciones generales. Seguir cometiendo torpezas como la actual aritmética del ayuntamiento madrileño puede conducir a excentricidades imperdonables y a caer en la sinrazón más vulgar.

Insisto: es lo que ha votado el pueblo. Allá ellos y los pagos en especie, en dinero y en salud que tendrán que hacer. Al tiempo.

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