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De un romántico y su elegía

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Existen palabras indefinibles, una de ellas es Amor. Creo que el amor es un estado de alucinación, una locura pasajera entre personas y una permanencia total del acontecimiento; por ello, los que han gozado de él son sabedores de que no volverá a repetirse.

En cierta ocasión escribí una elegía que algún día volcaré en el océano; pero hoy, voy a compartir una par de estrofas escritas en sextinas. Una de ellas dice: “… Dejadme que me crea yo un romántico,/ preguntad a los árboles mi nombre,/ os dirán con sus ramas este cántico:/ sencilla y llanamente es un hombre./ Un hombre que defiende su locura/ de un mundo que amamanta la cordura…”

Y es que el amor, entre hombre y mujer, es, en principio una santa locura que los demás, los que dicen quererte, desean que no padezcas; porque amar, no se olvide, es éxtasis e infierno, y en el acontecer que va desde que brota hasta que desaparece se dan el cenit y el nadir. Porque desaparece para bien nuestro y del otro o de la otra, ya que es imposible la permanencia y que vuelva a repetirse en el tránsito de la vida. Lo cambiamos, me refiero al amor, por el cariño, la seguridad o la visión normal de lo conocido; pero, como decía anteriormente, permanece lo que fue como una ausencia inacabada que siempre está presente en ti y se enreda en tu ser cuando lo crees vencido

“… Me dicen los de siempre que estas cosas/ han cambiado. Yo siento que el amor/ declina su caudal como las rosas/ sus pétalos; un pétalo: un dolor./ Un beso de la ausencia lo percibo/ en el roce del sueño que yo avivo”

Y es que aunque los amantes huyan en dirección contraria el uno del otro, siempre, en el centro de la trayectoria que los separa, se encuentran esas cuatro letras, AMOR, que bailan al son de la pasión que vivieron, porque el amor no es un apacible estanque con dorados cisnes, sino una tormenta que se alza hacia el cielo, hacia el infierno y hacia Dios en un grito que se torna eterno.

De un romántico y su elegía

José García Pérez
miércoles, 2 de septiembre de 2015, 06:43 h (CET)
Existen palabras indefinibles, una de ellas es Amor. Creo que el amor es un estado de alucinación, una locura pasajera entre personas y una permanencia total del acontecimiento; por ello, los que han gozado de él son sabedores de que no volverá a repetirse.

En cierta ocasión escribí una elegía que algún día volcaré en el océano; pero hoy, voy a compartir una par de estrofas escritas en sextinas. Una de ellas dice: “… Dejadme que me crea yo un romántico,/ preguntad a los árboles mi nombre,/ os dirán con sus ramas este cántico:/ sencilla y llanamente es un hombre./ Un hombre que defiende su locura/ de un mundo que amamanta la cordura…”

Y es que el amor, entre hombre y mujer, es, en principio una santa locura que los demás, los que dicen quererte, desean que no padezcas; porque amar, no se olvide, es éxtasis e infierno, y en el acontecer que va desde que brota hasta que desaparece se dan el cenit y el nadir. Porque desaparece para bien nuestro y del otro o de la otra, ya que es imposible la permanencia y que vuelva a repetirse en el tránsito de la vida. Lo cambiamos, me refiero al amor, por el cariño, la seguridad o la visión normal de lo conocido; pero, como decía anteriormente, permanece lo que fue como una ausencia inacabada que siempre está presente en ti y se enreda en tu ser cuando lo crees vencido

“… Me dicen los de siempre que estas cosas/ han cambiado. Yo siento que el amor/ declina su caudal como las rosas/ sus pétalos; un pétalo: un dolor./ Un beso de la ausencia lo percibo/ en el roce del sueño que yo avivo”

Y es que aunque los amantes huyan en dirección contraria el uno del otro, siempre, en el centro de la trayectoria que los separa, se encuentran esas cuatro letras, AMOR, que bailan al son de la pasión que vivieron, porque el amor no es un apacible estanque con dorados cisnes, sino una tormenta que se alza hacia el cielo, hacia el infierno y hacia Dios en un grito que se torna eterno.

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