«He tenido que volver a casa para coger las gotas de los ojos y volver de nuevo al hospital». «He acudido varias veces a urgencias para que me atendieran, porque en la primera visita ni me miraron». Estas son algunas de las frases que reflejan la mala gestión y la desastrosa organización del sistema sanitario español actual.
Desgraciadamente, desde el mes de febrero he acudido con mucha frecuencia al hospital. Mi padre padeció dos enfermedades diferentes y yo he sido su acompañante en este período.
La primera vez que acudí, tras haber pasado mucho tiempo desde la última visita a urgencias, fui capaz de comprobar que el número de personas que había era increíble. Demasiada gente enferma para los pocos recursos humanos y materiales de los que dispone el sistema sanitario.
No es, sin embargo, este el mayor de los problemas, pues es tradición y constumbre que cuando un enfermo acude a urgencias deba esperar más tiempo a ser atendido que en una consulta citada. La gota que colma el vaso es que, aún siendo conscientes de los recortes, en general, el personal del propio servicio público sea tan descortés.
Entramos en la consulta, tras largas horas de espera, a pesar del mal estado de mi padre. Una vez dentro, el médico no muestra el mínimo interés en saber cuál es el estado y cuáles son los síntomas del paciente. Toma cuatro notas, hace un par de pruebas rutinarias, un par de cajas de pastillas, y para casa. «No es grave tu dolor», sentencia el doctor.
No obstante, una vez en casa, el dolor persigue. No se trata de un simple malestar en la espalda y piernas, sino que es un verdadero dolor lo que mi padre experimenta.
La siguiente visita a urgencias no tarde en llegar. Esa misma noche acudimos de nuevo al hospital. La espera es de nuevo eterna y, tras largas horas y ser atendidos, lo único que conseguimos es que le realicen unas radiografías que realmente no son de utilidad, pues no muestran nada en lo referido al estado de la espalda y las piernas del paciente.
Semanas más tarde, y tras muchas visitas posteriores a urgencias y tras visitar a un médico privado, lo único que conseguimos es “suponer” que el dolor de las piernas es causado por una o dos hernias que tiene en la espalda. Sin embargo, a día de hoy, aún estamos a la espera de una resonancia y pruebas reales que prueben y muestres el verdadero causante del dolor.
Como ciudadana que paga sus impuestos, al igual que el resto de los españoles, considero que tengo derecho a una sanidad digna y decente, la que antes teníamos y que ahora está ya en proceso de desaparecer. No tengo por qué rogar para ser atendida, no tengo por qué agradecer cuando un doctor me trata con educación y respecto.