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En los últimos años lo que hoy se llama running se ha convertido en un deporte de masas ¿Cómo afectará mañana a la salud los sobreesfuerzos de los atletas de hoy?

Adicción al deporte

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“Cuando hacemos deporte cultivamos la capacidad de aplacar el enojo y de canalizar la frustración, lo más importante es que ayuda a segregar serotonina, la hormona de la felicidad…también es un aliado imprescindible en la prevención de trastornos como la ansiedad, depresión o alzheimer, para citar solamente algunos…El deporte es una de las principales herramientas terapéuticas, se dan numerosas evidencias científicas que así lo avalan.. Podríamos decir que el cerebro humano está diseñado para el esfuerzo mental y físico y que si le falta uno de dichos esfuerzos se apaga y deja de funcionar con la máxima agilidad”, afirma el psicoterapeuta y neuropsicólogo Álvaro Bilbao.

Hace unos años cuando los ciudadanos del mundo occidental no estábamos sobrealimentados y no existía la bollería industrial con los excesos de grasas animales que hay en sus fórmulas, no se daban problemas de sobrepeso. La vida diaria era un ejercicio constante sin necesidad de tenerse que levantar a las cinco de la mañana para correr veinte kilómetros antes de empezar la jornada laboral para quemar el exceso de grasa almacenada y así guardar la línea, la buena imagen física. En aquella época los desplazamientos se hacían a pie o en bicicleta. El transporte público era escaso. El autobús urbano apenas existía y no se tenía que perder el tiempo aguardando en la parada. Prácticamente los desplazamientos se hacían consumiendo la propia energía. No eran necesarias las dietas para adelgazar. Solamente en las clases adineradas se veían personas obesas, estresadas, con gota ya que la buena vida no es medicina para la salud. Lo que se consideraba un privilegio era un problema de salud. La buena vida del escaso número de personas de ayer se ha globalizado y la gozan la mayoría de los ciudadanos occidentales de hoy. Lo que eran enfermedades de unos pocos hoy se han convertido en el mal de muchos.

Sarah Hichs, en su escrito Soy adicta al ejercicio, de manera muy jocosa describe sus experiencias deportivas. Se levanta a las cinco de la mañana. A escape, soñolienta se viste, se toma un café y ale a la calle. Una fracción de la experiencia que describe: “Después de correr dos kilómetros estoy cansada, estoy malhumorada, tengo frío y desearía volver a la cama. Constantemente pienso en pararme y abandonar, pero no puedo. Voces dentro de mi cabeza me recuerdan estás gorda. Eres una perezosa e inútil. Esfuérzate y sigue con la patética excusa humana. Sigo. A las seis las rodillas me duelen, mi corazón se acelera y no sé si físicamente puedo continuar. Pero mis pensamientos me gritan fuerte y lo único que puedo pensar es que si me detengo habré fracasado y si fracaso esto es la fin del mundo. Dramático, ¿verdad? Para algún adicto al ejercicio, dejar de alimentar la adicción, ¿es la fin del mundo?”

El Álvaro Bilbaodice que el ejercicio “ayuda a segregar serotonina la hormona de la felicidad” Como en todas las adicciones se necesitan más dosis de la sustancia para conseguir el mismo efecto. En el caso de la adicción al ejercicio se debe aumentar el número de kilómetros recorridos o el número de horas en el gimnasio para obtener el mismo grado de satisfacción.

La adicción al deporte tiene un inconveniente y es que roba tiempo para dedicarlo a la familia y al crecimiento personal. La adicción convierte al ejercicio físico en un dios que exige sumisión total. El adicto paga un precio muy alto para unas ganancias tan escasas y de tan poca duración ya que no se puede conservar indefinidamente la imagen conseguida. Los médicos se preguntan: ¿Qué ocurrirá dentro de unos años cuando afloren los efectos de los excesos físicos cometidos hoy adorando al deporte? ¿Cómo será la salud de quienes hoy se han lanzado a conservar una buena imagen corporal pagando un precio excesivo? La imagen que se pretende conseguir es la que promociona la publicidad. Esta imagen que es producto de los retoques fotográficos, ¿es una buena imagen? ¿Vale la pena perseguir una quimera?

La adicción al deporte y al ejercicio físico además de pretender esconder problemas existentes en el deportista: familiares, sociales, laborales…con la serotonina la hormona de la felicidad que segrega se encuentra la ignorancia de la realidad del ser humano. Se lo considera un animal evolucionado, sí, pero animal al fin y al cabo, la existencia del cual termina con la muerte. Más allá del deceso no hay nada más. Este es el gran engaño del dios deporte. La quema del exceso de grasa, a la hora de la verdad no ha servido para nada.

El apóstol Pablo trata el tema del deporte y le dice a su discípulo Timoteo y a través de este a nosotros: “Ejercítate en la piedad, porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4: 7,8). Pablo nos recuerda que el ser humano además de ser cuerpo también es espíritu y que si no se cultiva la verdadera espiritualidad se produce un desequilibrio de consecuencias eternas. Dada la dualidad que es el ser humano seamos realistas y no olvidemos cultivar correctamente el espíritu.

Adicción al deporte

En los últimos años lo que hoy se llama running se ha convertido en un deporte de masas ¿Cómo afectará mañana a la salud los sobreesfuerzos de los atletas de hoy?
Octavi Pereña
lunes, 24 de agosto de 2015, 22:00 h (CET)
“Cuando hacemos deporte cultivamos la capacidad de aplacar el enojo y de canalizar la frustración, lo más importante es que ayuda a segregar serotonina, la hormona de la felicidad…también es un aliado imprescindible en la prevención de trastornos como la ansiedad, depresión o alzheimer, para citar solamente algunos…El deporte es una de las principales herramientas terapéuticas, se dan numerosas evidencias científicas que así lo avalan.. Podríamos decir que el cerebro humano está diseñado para el esfuerzo mental y físico y que si le falta uno de dichos esfuerzos se apaga y deja de funcionar con la máxima agilidad”, afirma el psicoterapeuta y neuropsicólogo Álvaro Bilbao.

Hace unos años cuando los ciudadanos del mundo occidental no estábamos sobrealimentados y no existía la bollería industrial con los excesos de grasas animales que hay en sus fórmulas, no se daban problemas de sobrepeso. La vida diaria era un ejercicio constante sin necesidad de tenerse que levantar a las cinco de la mañana para correr veinte kilómetros antes de empezar la jornada laboral para quemar el exceso de grasa almacenada y así guardar la línea, la buena imagen física. En aquella época los desplazamientos se hacían a pie o en bicicleta. El transporte público era escaso. El autobús urbano apenas existía y no se tenía que perder el tiempo aguardando en la parada. Prácticamente los desplazamientos se hacían consumiendo la propia energía. No eran necesarias las dietas para adelgazar. Solamente en las clases adineradas se veían personas obesas, estresadas, con gota ya que la buena vida no es medicina para la salud. Lo que se consideraba un privilegio era un problema de salud. La buena vida del escaso número de personas de ayer se ha globalizado y la gozan la mayoría de los ciudadanos occidentales de hoy. Lo que eran enfermedades de unos pocos hoy se han convertido en el mal de muchos.

Sarah Hichs, en su escrito Soy adicta al ejercicio, de manera muy jocosa describe sus experiencias deportivas. Se levanta a las cinco de la mañana. A escape, soñolienta se viste, se toma un café y ale a la calle. Una fracción de la experiencia que describe: “Después de correr dos kilómetros estoy cansada, estoy malhumorada, tengo frío y desearía volver a la cama. Constantemente pienso en pararme y abandonar, pero no puedo. Voces dentro de mi cabeza me recuerdan estás gorda. Eres una perezosa e inútil. Esfuérzate y sigue con la patética excusa humana. Sigo. A las seis las rodillas me duelen, mi corazón se acelera y no sé si físicamente puedo continuar. Pero mis pensamientos me gritan fuerte y lo único que puedo pensar es que si me detengo habré fracasado y si fracaso esto es la fin del mundo. Dramático, ¿verdad? Para algún adicto al ejercicio, dejar de alimentar la adicción, ¿es la fin del mundo?”

El Álvaro Bilbaodice que el ejercicio “ayuda a segregar serotonina la hormona de la felicidad” Como en todas las adicciones se necesitan más dosis de la sustancia para conseguir el mismo efecto. En el caso de la adicción al ejercicio se debe aumentar el número de kilómetros recorridos o el número de horas en el gimnasio para obtener el mismo grado de satisfacción.

La adicción al deporte tiene un inconveniente y es que roba tiempo para dedicarlo a la familia y al crecimiento personal. La adicción convierte al ejercicio físico en un dios que exige sumisión total. El adicto paga un precio muy alto para unas ganancias tan escasas y de tan poca duración ya que no se puede conservar indefinidamente la imagen conseguida. Los médicos se preguntan: ¿Qué ocurrirá dentro de unos años cuando afloren los efectos de los excesos físicos cometidos hoy adorando al deporte? ¿Cómo será la salud de quienes hoy se han lanzado a conservar una buena imagen corporal pagando un precio excesivo? La imagen que se pretende conseguir es la que promociona la publicidad. Esta imagen que es producto de los retoques fotográficos, ¿es una buena imagen? ¿Vale la pena perseguir una quimera?

La adicción al deporte y al ejercicio físico además de pretender esconder problemas existentes en el deportista: familiares, sociales, laborales…con la serotonina la hormona de la felicidad que segrega se encuentra la ignorancia de la realidad del ser humano. Se lo considera un animal evolucionado, sí, pero animal al fin y al cabo, la existencia del cual termina con la muerte. Más allá del deceso no hay nada más. Este es el gran engaño del dios deporte. La quema del exceso de grasa, a la hora de la verdad no ha servido para nada.

El apóstol Pablo trata el tema del deporte y le dice a su discípulo Timoteo y a través de este a nosotros: “Ejercítate en la piedad, porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4: 7,8). Pablo nos recuerda que el ser humano además de ser cuerpo también es espíritu y que si no se cultiva la verdadera espiritualidad se produce un desequilibrio de consecuencias eternas. Dada la dualidad que es el ser humano seamos realistas y no olvidemos cultivar correctamente el espíritu.

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