Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Verano | Estaciones

Verano, estación con parada y fonda

“Si una noche de junio pudiera hablar, probablemente sería para presumir de que inventó el verano” Anónimo
César Valdeolmillos
lunes, 22 de junio de 2015, 22:01 h (CET)
Hace apenas unas horas que el tren del tiempo ha llegado a la estación del verano. No es esta una estación terminal, no. La del verano es una estación de parada y fonda donde vamos a hacer un alto en el camino, para luego continuar. Vamos a hacer un punto, que en algunos casos puede ser punto y seguido y en otros punto y aparte.

Cuando comienza el verano, nosotros finalizamos una etapa y la vida nos da un respiro para que hagamos balance de lo acontecido, y en función de los resultados, fijemos los objetivos que deseemos alcanzar en el futuro. Digamos que el periodo que media entre septiembre de un año y junio del siguiente, es una reválida con la que nos enfrentamos cada año y según los puntos que alcancemos, podremos mantener el rumbo o habremos de virar en busca de nuevos vientos.

Aunque la luminosidad del estío nos ciegue, en verano todo cambia de color. La mayor parte de las veces no nos damos cuenta de ello. Estamos sumidos en la evanescencia del alto hecho en el camino. Es al regreso, cuando al enfrentarnos con nosotros mismos, habremos de adoptar las decisiones que habrán de orientar nuestro futuro.

En el verano todo es sólidamente sutil, profundamente superficial, sosegadamente bullicioso, fingidamente sincero. A la postre, mientras apreté la canícula, todo será permanente efímero.

Esta es la máquina que establecida la ruta, nos lleva de estación en estación. Desde las ventanillas de los vagones, contemplamos el paisaje que nos dice que nunca hubiera existido el verano sin esos días abrasadores, en los que deambulamos por las habitaciones medio en penumbra con las persianas bajadas, sería inconcebible sin los gritos penetrantes de las golondrinas en el todavía cálido cielo del crepúsculo o el insistente cantar de los grillos y las cigarras, que durante el estío, dan color a sus noches.

En verano, las noches son más cortas, pero mucho más plácidas. Invitan al sueño y al ensueño. Se hacen presente esos momentos apacibles en los que nos sumimos a la espera del día siguiente y que nos invitan a escudriñar la infinita oscuridad de la madrugada, solo rota por los mensajes luminosos de las estrellas, que en los desconocidos caminos trazados en los cielos del estío, pueden conducirnos tanto a las cárceles de nuestro más profundo yo como a los emocionantes sueños de lo que queremos ser.

El verano es la estación vacía para los periódicos, pero repleta de hermosos recuerdos de aquellos tiempos tan desgraciados en los que fuimos tan felices. En nuestra memoria quedaron grabados para siempre, campos cuajados de flores, bosques, valles, caminos, pueblos, casas, excursiones, el placer de atravesar el río con las sandalias en la mano, hacia una de sus serpenteantes orillas cubiertas de vegetación… evocaciones de veranos pasados en familia.

Los días se suceden uno tras otro con cielos tórridos preñados por el luminoso azul que solo se atreven a romper lejanas nubes que parecen de algodón. Da la impresión de que el mundo nunca hubiera conocido la vivificante y reparadora frescura de un arroyo, hasta que de pronto, el cielo, contraído sobre sí mismo hasta alcanzar la máxima tensión, se oscurece, se parte en dos y nos inunda con la lluvia violenta y generosa de una tormenta que lava con furia los árboles, los tejados, las paredes y las calles polvorientas, dejándonos el inconfundible y refrescante olor de la tierra mojada.

En mi memoria aún conservo la imagen del vendedor de helados, el vendedor de refrescos hechos con esencias de todos los sabores, el eco y los colores de los fuegos artificiales. Son viejas estampas que hacen que seamos asaltados por los recuerdos de una vida que ya no nos pertenece, pero en la que aún encontramos las más pobres y más firmes de nuestras alegrías: los olores de los inacabables veranos de nuestra niñez, el barrio que amábamos, en el que jugábamos y cometíamos cada día una travesura distinta, el cielo diferente de la tarde, las risas y la ausencia de inquietud alguna, y quizá, hasta el desasosiego de aquel inocente e ilusionado primer amor que jamás llegó a ser.

Noticias relacionadas

La enseñanza de la filosofía nunca ha sido tan urgente como hoy. En un mundo dominado por datos, algoritmos y exigencias laborales que no dejan espacio al sosiego, la filosofía se alza como ese faro necesario para recordarnos que la educación no es solo instrucción, sino el camino hacia la libertad y la autonomía personal.

El 1 de julio de 1938, a la hora 20, el delegado norteamericano en la Conferencia para la Paz en el Chaco, Spruille Braden, informaba desde Buenos Aires al secretario de estado Cordel Hull que el delegado paraguayo Efraim Cardozo le había llamado para decirle que estaba tratando de convencer al presidente de la Delegación paraguaya, Gerónimo Zubizarreta, del plan para finiquitar el problema de límites entre Paraguay y Bolivia.

Dando por cierto que en este país la envidia es el deporte nacional, los españoles somos muy dados a la cerrazón, pero la obstinación y la porfía no le quedan a la zaga. Aquí, como decía Antonio Machado, “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto