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El más grande valor del voluntariado estriba en asumir la causa de los más débiles

Valor del voluntariado

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Se dijera que ahora ya no son tiempos de héroes ni de santos, de sabios ni de maestros, arrumbados todos por la eficacia de los ejecutivos y de los mercaderes que han hecho del mundo una inmensa almoneda en la que todo tuviera un precio. Pero no es el sentido de vivir con dignidad acumular poder, riquezas o fama, sino tomar consciencia de que sólo merece tal nombre un vivir que tienda hacia la plenitud en abrazo solidario con las demás personas. Nadie puede ser feliz a solas, y el fundamental quehacer es activar la conciencia de libertad para ejercer el derecho a la vida y a la búsqueda de la felicidad.

Los voluntarios sociales asumen la causa de los más débiles, denuncian las estructuras de poder injustas, se ponen en camino y se saben responsables solidarios que no hallarán descanso mientras exista una sola persona o comunidad explotada, marginada o ignorada.

Es propio de los voluntarios afirmarse en el presente sin confundir la realidad con los deseos para analizar los problemas, denunciar las injusticias y aportar propuestas alternativas. Así podremos construir una sociedad más justa, más libre, más humana y más solidaria.

Nadie sabe de lo que es capaz hasta que se arriesga a hacerlo. Vivimos un momento apasionante de la historia en el que todo es posible si nos atrevemos a emprenderlo. El reconocimiento social del voluntariado interpela a quienes se reúnen para recuperar fuerzas, compartir experiencias y llevar a cabo proyectos ilusionantes.

Si hago silencio, reflexiono y extiendo la mirada, me sería difícil encontrar personas más admirables, más amables y más entregadas a los demás. Estas personas son las que nos animan a seguir en la lucha. Estos vigilantes que permanecen alerta y por los que, en palabras del escritor francés Saint Exupéry, reposa la ciudad.

Valor del voluntariado

El más grande valor del voluntariado estriba en asumir la causa de los más débiles
José Carlos García Fajardo
martes, 9 de junio de 2015, 22:01 h (CET)
Se dijera que ahora ya no son tiempos de héroes ni de santos, de sabios ni de maestros, arrumbados todos por la eficacia de los ejecutivos y de los mercaderes que han hecho del mundo una inmensa almoneda en la que todo tuviera un precio. Pero no es el sentido de vivir con dignidad acumular poder, riquezas o fama, sino tomar consciencia de que sólo merece tal nombre un vivir que tienda hacia la plenitud en abrazo solidario con las demás personas. Nadie puede ser feliz a solas, y el fundamental quehacer es activar la conciencia de libertad para ejercer el derecho a la vida y a la búsqueda de la felicidad.

Los voluntarios sociales asumen la causa de los más débiles, denuncian las estructuras de poder injustas, se ponen en camino y se saben responsables solidarios que no hallarán descanso mientras exista una sola persona o comunidad explotada, marginada o ignorada.

Es propio de los voluntarios afirmarse en el presente sin confundir la realidad con los deseos para analizar los problemas, denunciar las injusticias y aportar propuestas alternativas. Así podremos construir una sociedad más justa, más libre, más humana y más solidaria.

Nadie sabe de lo que es capaz hasta que se arriesga a hacerlo. Vivimos un momento apasionante de la historia en el que todo es posible si nos atrevemos a emprenderlo. El reconocimiento social del voluntariado interpela a quienes se reúnen para recuperar fuerzas, compartir experiencias y llevar a cabo proyectos ilusionantes.

Si hago silencio, reflexiono y extiendo la mirada, me sería difícil encontrar personas más admirables, más amables y más entregadas a los demás. Estas personas son las que nos animan a seguir en la lucha. Estos vigilantes que permanecen alerta y por los que, en palabras del escritor francés Saint Exupéry, reposa la ciudad.

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