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Las necesidades del niño

Francisco Arias Solís
Redacción
lunes, 24 de septiembre de 2007, 23:15 h (CET)
“En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.”


Miguel Hernández

Las formas de criar a los niños han ido variando con el paso del tiempo pero ha sido en épocas recientes cuando se ha empezado a implantar modas cambiantes (tenerles en brazo o dejarles en la cuna, atenderles pronto o dejarles de llorar, alimentarles con horario rígido o cuando lo piden, etc.) y los problemas se han planteado de una manera explícita. Las formas de crianza están muy estrechamente relacionadas con cómo queremos que sean los niños, como la sociedad espera que se comporten cuando lleguen a adultos. La etapa de crianza y el tiempo de escolaridad constituye un periodo de fabricación de adultos que tienden a reproducir a los que ya existen, a los que los adultos actuales tienen como ideal. Considerar que los niños son malos y perversos tienden a producir individuos sumisos, individuos controlados desde el poder y que exista una sociedad altamente disciplinada.

Los niños necesitan cariño y contacto físico. Respecto a esto se han producido profundos cambios en nuestra sociedad. Los primates no humanos llevan a las crías colgadas, pegadas piel contra piel, durante meses o años. En muchos pueblos primitivos, quizá en la mayoría también existen la costumbre de que la madre transporte a la cría durante el primer período de su vida, que puede prolongarse hasta el segundo año o más. En cambio en nuestra sociedad el niño permanece aislado del contacto con la madre y con otros adultos prácticamente desde el momento del nacimiento y si la lactancia es artificial ese contacto se ve más reducido aún. Este sin duda es un cambio muy importante cuyas consecuencias son difíciles de evaluar.

Hoy, una de las preocupaciones más frecuentes de los padres es saber qué consecuencias tendrán las prácticas que utilizan en el cuidado de su hijo sobre su desarrollo posterior y se ha dedicado mucha investigación a este tema. Las primeras conclusiones son muy tajantes y así se afirmaba que la falta de cuidados maternos producía trastornos posteriores o que no reprimir los primeros impulsos de los niños daría como efecto que posteriormente fueran caprichosos e incluso tiránicos, etc. Posteriormente se ha visto que este tipo de trabajo son muy difíciles de realizar por el gran número de factores que intervienen y que las conclusiones nunca pueden aceptarse de una manera estricta. Las primeras privaciones del bebé pueden compensarse posteriormente y los fenómenos que se producen durante el primer año o durante los dos primeros años no tienen carácter irreversible. Pero, en general, lo que sí parece claro es que las actitudes positivas, la interacción estrecha, las manifestaciones de cariño, tienen más efectos positivos que negativos. Parece bastante claro hoy que atender las demandas y peticiones del niño pronto, por ejemplo, el llanto, conduce a que el niño llore menos cuando es algo mayor y en cierto modo sea más independiente que los niños que no se les atiende. Se ha encontrado que la actitud positiva, la atención y la interacción de la madre con el niño contribuye de forma positiva a su desarrollo intelectual posterior.

Se ha discutido mucho acerca de la bondad o maldad de los centros de educación temprana para el desarrollo intelectual y social del niño ya que éste permanece separado de su madre o de su padre durante muchas horas al día. Algunos han hablado de que la guardería es buena porque estimula el desarrollo del niño poniéndole en contacto con otros niños, otros han dicho lo contrario porque en esa situación el niño no formaría lazos fuertes con su madre, que son muy importantes. Sin embargo, parece que lo más importante es la calidad de la interacción. Vivir con una familia en la que los padres se pelean continuamente puede ser algo muy destructivo para el niño. Así pues lo más importante es la calidad de las relaciones y que el niño se sienta querido, aceptado y estimulado por los adultos que tiene a su alrededor.

Todos debemos contribuir a establecer una sociedad más justa en la que las necesidades de los niños estén bien satisfechas. Pero, no hemos de olvidar que eso depende también de que los padres lleven una vida digna y no se encuentren con enormes dificultades económicas y materiales, cuyos efectos se dejan sentir finalmente en sus hijos. Los derechos del niño se respetarán más fácilmente en una sociedad más justa.

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