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El agua es vida

Francisco Arias Solís
Redacción
jueves, 16 de agosto de 2007, 06:00 h (CET)
“Di ¿por qué acequia escondida
agua, vienes hasta mí
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?”


Antonio Machado

España es uno de los países que más agua consume, y eso pese a que la pluviosidad es muy baja y las perspectivas de abastecimiento cada vez son más negras. Cada español gasta una media de 400 litros de agua al día, una cantidad exagerada que nos sitúa en el tercer puesto mundial y en el primer lugar de Europa. Todo un lujo que no nos podemos seguir permitiendo.

El agua es un bien público, escaso y renovable, que debe distribuirse según necesidades y disponibilidades, de acuerdo con criterios de respeto al medio ambiente. Dado su carácter de bien social y público es clave el papel de la Administración en la tutela de este recurso, mediante la regulación y el control de la utilización y la calidad del mismo.

Una política sostenible del agua debe asegurar el aprovechamiento eficiente del agua, desde el respeto al medio ambiente y con la calidad de las aguas, y garantizar la distribución y asignación de un recurso escaso con criterios de justicia social, facilitando el desarrollo económico y territorial y teniendo en cuenta el déficit hídrico estructural de nuestro país.

Las principales carencias actuales se dan en la Administración, que corresponde a las Confederaciones Hidrográficas. Existe una completa dejación e incumplimiento de muchos de sus fines establecidos por Ley y en la Reglamentación correspondiente por falta de voluntad política y falta de medios humanos y materiales.

Que en este país hay poca agua lo saben hasta los niños. Sin embargo, parece que las campañas publicitarias de concienciación ciudadana no están de más porque, encima, gastamos lo que no tenemos. El aprovechamiento racional de este recurso, sobre todo en las ciudades que gastan un importante porcentaje del consumo total, no es precisamente nuestro fuerte; y es que secularmente el agua ha sido tan barata que nadie la ha valorado. Sin embargo, el aumento de la demanda y lo limitado de la oferta conducen inevitablemente a un encarecimiento de este bien tan escaso. Pero la escasez no es el único problema; el deterioro de las conducciones hace que se pierda un 30% del agua que circula por ella. En cuanto a la depuración de aguas residuales también hay graves carencias, según un informe de la Unión Europea, un elevado porcentaje de los municipios españoles no tienen plantas depuradoras, lo que supone que muchos vertidos, tanto industriales como domésticos, van a parar directamente a los ríos, con lo que la calidad del agua en muchas zonas es pésima.

En nuestro país existen importantes acuíferos, auténticos ríos subterráneos sobre cuyo comportamiento y dinámica aún se conoce poco. La importancia de los acuíferos es pues un elemento clave para compensar la mayor escasez de precipitaciones y el carácter temporal de las aguas superficiales. El 70% de los núcleos urbanos se abastecen de estos acuíferos. Toda esta agua podría sernos mucho más útil si no fuera por tan desproporcionada explotación, en especial en algunos lugares del país, y la grave contaminación que ha sufrido el subsuelo en los últimos treinta años, en especial, por los plaguicidas.

Por los desagües de nuestras casas se pierden innecesariamente la mitad del agua que consumimos. Las principales medidas para ahorrar agua en casa no suponen una gran molestia ni restricciones traumáticas con respecto al consumo. Tan solo se trata de tener conciencia del problema y acabar con ciertos hábitos que únicamente fomentan el gasto inútil.

En España, la escasez de agua es un verdadero problema pero todavía es mayor la deficiente calidad que pesa sobre las aguas, especialmente las subterráneas. Es peor la calidad que la cantidad. Y como dijo del poeta: “Cuando el agua se hace charca, / como ya no tiene voz / hablan por ellas las ranas”.

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“El poder y el dinero todo lo corrompe”. Esta afirmación, que podría parecer una sentencia amarga o una exageración pesimista, se revela cada vez más como una radiografía certera del tiempo que habitamos. Nunca antes habíamos tenido tantos recursos tecnológicos, tanto conocimiento científico, tantas herramientas para construir un mundo justo y sostenible. Y, sin embargo, el presente se parece más a una distopía en cámara lenta que a un avance hacia la equidad y la paz.

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En la vida siempre he sido pragmático, es decir, he procurado ser práctico, y ser práctico te conduce a ser útil. Cuando eres joven y estás estudiando, puedes tener toques idealistas, es normal, pero siempre había algún profesor que “te advertía” que uno siempre acaba siendo práctico y “amas” ser práctico.

 
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