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El paro que no cesa

Francisco Arias Solís
Redacción
sábado, 4 de agosto de 2007, 20:08 h (CET)
“El paro no hay quien lo pare.
Pero yo sé quien pare al paro.”

Gloria Fuertes

El panorama del mercado de trabajo español es desolador. Se ha apostado por un modelo profundamente equivocado basado en la flexibilidad externa, contratar y despedir con mayor facilidad, no mantener el empleo estable, no dar formación al trabajador, deprimir los salarios, etc. Como consecuencia de ello, el empleo en nuestro país arrastra tres grandes lacras: es insuficiente, precario y de mala calidad.

En España el coste laboral se encuentra entre los más bajos no sólo dela Unión Europea sino de la OCDE; el nivel de cotizaciones está por debajo de la media europea, sobre el PIB; la protección por desempleo es de las más bajas, el fraude fiscal es muy elevado, aproximadamente el 5,5% del PIB, según la estimación del Instituto de Estudios Fiscales; y encima, tenemos una de las tasas de desempleo más alta de Europa. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

En nuestro país, se ha producido un abuso de las modalidades de contratación temporal que ha provocado múltiples efectos negativos en todos los ámbitos: el económico, el social y el relacionado con los recursos públicos.

El elevado volumen de trabajadores temporales ha convertido el empleo en elemento de ajuste empresarial; la incertidumbre sobre el futuro laboral junto con los bajos salarios de los trabajadores temporales debilitan la consolidación del consumo familiar y, por tanto, frenan la demanda interna y la temporalidad desincentiva la inversión empresarial en formación de trabajadores que no son estables.

Otros efectos negativos de la precariedad son: el aumento de la siniestralidad laboral, la dificultad para acceder a las pensiones, en condiciones equivalentes al resto de los trabajadores, la dificultad de acceder a una vivienda, las peores condiciones de trabajo y la percepción de salarios más bajos, etc. La inestabilidad laboral genera dependencia, dificulta el desarrollo personal y obstaculiza el desarrollo de una carrera profesional normal debido a la duración limitada de la permanencia de los trabajadores eventuales en las empresas.

La elevada temporalidad, la rotación que conlleva y la gestión del empleo por parte de las empresas provoca una sobrecarga extrema en los sistemas de protección social. Es decir, se están asumiendo socialmente costes que son particulares y no debe olvidarse cómo esta sobrecarga se utiliza para justificar recortes en las prestaciones.

Este esquema laboral desarrollado en España, a lo largo de las tres últimas décadas, no es sostenible. Sus costes económicos, sociales y humanos son tremendos y los perjuicios que se anunciaban para largo plazo ya son visibles y superan con mucho las supuestas ventajas. De hecho algunos planteamientos irresponsables del estilo “es mejor un empleo precario que ninguno” se han demostrado falsos e inaceptables.

No es posible continuar y profundizar en un modelo que no sólo no ha reducido el paro sino que ha provocado una gran precarización, por eso, se hace menester urgentemente un modelo que priorice el empleo estable y de calidad.

La reactivación del consumo de las familias es imprescindible para el incremento del empleo. También es preciso redoblar el esfuerzo de inversión pública en infraestructuras, viviendas y medio ambiente y favorecer la inversión productiva frente a la especulativa. Otras de las condiciones que favorecerían la creación de empleo son: la aplicación de una política industrial capaz de aumentar la competitividad de las empresas, la reducción de la inflación poniendo en práctica políticas estructurales de precios, redistribuir el tiempo de trabajo, aumentar el gasto en investigación y desarrollo tecnológico, incrementar la inversión en formación, mejorar la calidad, el diseño y la gestión empresarial. Y no debemos olvidar, lo que dijo el poeta: “No puedes perder el tiempo / el tiempo te pierde a ti / cuando tú quieres perderlo”.

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