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El secreto de una larga vida

Francisco Arias Solís
Redacción
jueves, 19 de julio de 2007, 23:55 h (CET)
“La vida es un viaje largo
y uno se cansa de andar;
por eso cuando se sienta
no se quiere levantar.”


Augusto Ferrán

La población del mundo occidental ha ido envejeciendo progresivamente. Los avances de la medicina en las últimas décadas ha permitido prolongar la vida, pero no han logrado garantizar para todos lo que llegan “a viejos” que esta última etapa de su vida se desarrolle con la “calidad” necesaria. En cierto modo a medida que ha ido creciendo el número de individuos que alcanzan esta etapa, la vejez ha ido constituyéndose en una fuente de problemas diversos, de índole personal, antropológico, o social y de carácter médico.

La ocupación mayoritaria de las plazas hospitalarias por personas que superan los 65 años, sus largas estancias y sus frecuentes reingresos, son hechos que están influyendo en el gasto sanitario y en la propia estructura y funcionamiento hospitalario. Esto ha llevado a plantear alternativas a la deshopitalización de la población anciana. Hay una tendencia a sacar a los viejos de los hospitales siendo el objetivo prioritario de la asistencia geriátrica, tratar de conseguir que el anciano permanezca, o se reintegre, en su domicilio habitual, en suficientes condiciones de bienestar y seguridad.

Se prevé que en pocos años los individuos cuya edad supere los 65 años serán el 20% de la población, hecho que gravitará sobre el resto de la sociedad. La mayor parte de ellos residen en sus propias casas y presentan grados de dependencia variables que hace en ocasiones que, sin estar enfermos, no puedan valerse por sí mismos ni en su cuidado ni en el de su casa, por lo que se han desarrollado servicios de atención doméstica.

La vejez se ha convertido en una cuestión generadora de diferentes problemas; para poder darles solución es necesario un cambio de actitud individual y social frente a ella. Todos los estudiosos están convencidos del carácter multidisciplinar que requiere el tratamiento de estos problemas y que la atención al anciano debe procurarle una existencia digna tanto psicológica como físicamente, lo que implica tanto a los individuos como a los gobiernos y a la sociedad entera. Hay que señalar la necesidad de encontrar en el tratamiento de los problemas que genera la vejez un equilibrio entre autonomía y protección, entre responsabilidad individual y colectiva, e igualmente, es imprescindible salvaguardar los principios de libertad y respeto a la persona.

El individuo y la sociedad deben aprender a responder al reto con que los progresos de la propia medicina en su doble aspecto, curativo y preventivo, les está obligando a enfrentarse: una vida más larga, pero una vida con planteamientos diferentes, tanto a nivel individual y social como sanitario. Junto a esta preparación del individuo y de la sociedad para aceptar esta etapa de la vida con sus limitaciones y para colaborar en el mejor desarrollo de la misma, es bien cierto que los expertos insisten en que deben crearse los servicios sociales necesarios, convencidos de que el problema no se puede reducir exclusivamente a una cuestión individual, por lo que se hace indispensable la redistribución de los recursos existentes.

La vejez no sólo nos lleva a replantear el concepto de salud, sino que también nos lleva a replantear el propio estilo de vida que la sociedad está llevando, estilo ampliamente definido por la productividad, lo que explica que en determinados sectores existe una consideración marginalizadora de quienes han alcanzado esta etapa. Y como dijo el poeta: “Yo tengo hecha con el cielo / una escritura perpetua / de no marcharme del mundo / hasta que la muerte no venga”.

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El 1 de julio de 1938, a la hora 20, el delegado norteamericano en la Conferencia para la Paz en el Chaco, Spruille Braden, informaba desde Buenos Aires al secretario de estado Cordel Hull que el delegado paraguayo Efraim Cardozo le había llamado para decirle que estaba tratando de convencer al presidente de la Delegación paraguaya, Gerónimo Zubizarreta, del plan para finiquitar el problema de límites entre Paraguay y Bolivia.

Dando por cierto que en este país la envidia es el deporte nacional, los españoles somos muy dados a la cerrazón, pero la obstinación y la porfía no le quedan a la zaga. Aquí, como decía Antonio Machado, “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.

 
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