Yo tenía ocho años y medio aquel 15 de junio de 1977, y aparte de la fiesta colorista que me suponía ver tanto panfleto, tanto cartel y tanto coche por las calles con banderas y bocina en ristre, la mayoría afónica de tanto darle, no recuerdo mucho más. A mi padre le tocó ser presidente de mesa. Eso sí que lo recuerdo con claridad porque, primero, no le hizo ninguna gracia, y segundo, porque llegó casi a las tres de la mañana de regreso a casa. Más del 75% del electorado se acercó a las urnas a ejercer su derecho al sufragio. Estaba claro que no teníamos costumbre, y la tardanza en dar los datos de las votaciones lo demostró. Por primera vez, tras cuarenta años de dictadura, los españoles ejercían su derecho a elegir a quien quisieran para que los representara en unas cortes que, de la noche a la mañana, habían dejado de ser las del régimen para convertirse en las de la democracia.
En treinta años los españoles hemos visto como nuestro país cambiaba adaptándose a los tiempos, combatiendo 40 años de atraso, y convirtiéndose en lo que es hoy. Si alguien le hubiera dicho a mi padre aquel 15 de junio que treinta años después estaríamos en la UE y tendríamos uno de los mejores niveles de vida de toda la Unión, se hubiera partido el culo de la risa. Pero para llegar a esto hemos tenido que pasar por unas cuantas cosas. Aquel 15 de junio sólo fue el principio, y lo fue a pesar de muchos y de mucho. Tal vez por eso me cabrea tanto que se ponga en duda el Estado de Derecho por el que lucharon nuestros abuelos y nuestros padres. Ese espíritu, el espíritu de aquel 15 de junio de 1977, aquel espíritu que nos hizo ver imágenes de monjas que se acercaban a las urnas parece haberse perdido. Parece que hemos olvidado esos 40 años de lucha, que hemos olvidado lo que significo aquel 15 de junio. Ese día significó que Manuel Fraga pudiera sentarse en la misma mesa que Santiago Carrillo y conversar con toda tranquilidad. Hoy día se asalta una librería en la que Carrillo iba a firmar libros y a Fraga se le abuchea en una universidad cuando iba a dar una conferencia. Yo, como demócrata, prefiero aquellos tiempos.
Es aquella época la que hace que me ría tanto cuando alguien dice que votar está sobrevalorado, o que votar no sirve para nada. Tal vez me ría porque los demócratas, los de verdad, sabemos que cuando en democracia no encontramos un partido político que cubra nuestras aspiraciones o nuestros ideales lo que hay que hacer es crear ese partido. Tal vez me ría porque aquellos que lo dicen sólo demuestran estar instalados en una comodidad que costó tantas vidas, tantos años de cárcel, tanta lucha. Y eso es una verdadera pena...
... ¿No creen?
Suena de fondo “Sound of freedom”, de Bob Sinclair.
Buenas noches, y buena suerte...