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Capítulo 11

El velatorio

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El cadáver de Xandru está solo en el tanatorio. Siento pena, mucha pena. Pronto mi tristeza se desplaza en sorpresa y la sorpresa en asco. Ha llegado un equipo de Madrid y todo cambia como en el cuento de la buena pipa. Proceden al lavado y al maquillaje, colocan su cabeza sobre una almohada de raso azul Mahón y empiezan a llegar plañideras. La primera me lo temía, Chunchi. Su pelo parece brillar, por si alguien no hubiera caído en que tiene el mismo color que el lienzo.

No para de llegar gente; he reconocido sin sorpresa a unos cuantos de los que esta mañana criticaban con tanta saña. Todo cambia, todo. Ese gesto retorcido que me enseñaba una lengua seca ha desaparecido. No sé muy bien cómo ha pasado, pero Xandru ahora parece más un niño dormido que un despojo.

A izquierda y derecha le velan, respectivamente, el retrato de su madre y la fotografía de la madre de don Juan. Huele a Chanel y a incienso. Se escuchan los misterios del rosario, suspiros y algún llanto reprimido.

-Vienen como moscas a la mierda.

Es Lola, ha cambiado el pachuli por el “Eternity Summer”, de Calvin Klein. Lo sé porque se ha apresurado en informarme. Ignoro la razón. No he mostrado interés alguno por enterarme y la verdad sea dicha, prefiero el pachuli. Intento abrirme paso hacia la salida, pero lo tengo muy mal con tanto ajetreo. Lola se empeña en abrirme paso, a puro empujón. Sería de agradecer si no fuera porque, como temía, se me ha pegado como una lapa.

-Lo veía venir y nada podía hacer para evitarlo. Ha muerto como un perro…

-¿Estaba enfermo?

-No, pero tampoco es cierto lo que dicen. Se ha dejado morir, es todo.

-¿Qué dicen?

-¿En qué planeta vives, querido?

Realmente no lo sé, y no creo que sea de la incumbencia de otros. Me molesta esta niña pija y más aun lo que me cuenta. Parece ser que se habla de que la muerte se ha producido en un momento tan oportuno como para levantar sospechas bien fundadas. Me agobia con chismes y maledicencias que me parecen no venir al caso hasta que escucho que Tani ha perdido su criatura a causa de las terribles palizas que había sufrido. No habíamos reparado en la presencia de Maribel. ¿Nos había seguido?

-¿Qué hablas, tonta del culo?

-Lo que sé de buena tinta.

Se enzarzan en divagaciones absurdas. Sufro por Tani, por Al y por el fruto abortado de un amor que siempre me había parecido envidiable. No escucho. Me niego a hacerlo, pero estas arpías no están dispuestas a dejarme ir y, aunque trato de blindar mis oídos, me obligan a enterarme de lo que no quiero. Tani se ahoga en la jaula de oro en la que la han encerrado, mientras Al se acomoda a las mil maravillas hasta el punto de haberse hecho con la confianza y la voluntad de su suegro.

Ya no hay amor en la pareja, según Lola por culpa de Tani, y en opinión de Maribel, por Al. Me asusta que semejantes carroñeras tengan acceso a intimidades que, a todas luces, se les escapan por doquier, pero la curiosidad me pierde una vez más.

-¿Qué tiene todo eso que ver con la muerte de Xandru?

Me responden a la vez. En esta ocasión parecen estar de acuerdo. Las obras están ya a punto y son de lujo, la primogénita díscola ya está preparada para dirigir el negocio y acepta de buena gana hacerlo. Excelente salida para todos…

Tengo ganas de vomitar y de sobra sé que no me serviría de nada, no, desde luego para el mal que me aqueja. Veo, como si estuvieran disimulados por una ligera bruma, esa pareja que tanto había admirado cuando paseaban su felicidad por toda la Villa, cuando me visitaban y me resolvían los constantes problemas que me causa la informática y que me alegraban la vida. Tuvo que aparecer don Juan para transformar el bonito sueño en pesadilla...¡No es justo!

He debido expresar mi lamento en alta voz. Lola me grita.

-¿Quién te ha dicho que la vida sea justa?

No le falta razón, no. Tengo que irme. Me faltan fuerzas para hacerlo, pero la tortura nunca ha sido de mi gusto.

El velatorio

Capítulo 11
Carlos Ortiz de Zárate
martes, 17 de marzo de 2015, 08:08 h (CET)
El cadáver de Xandru está solo en el tanatorio. Siento pena, mucha pena. Pronto mi tristeza se desplaza en sorpresa y la sorpresa en asco. Ha llegado un equipo de Madrid y todo cambia como en el cuento de la buena pipa. Proceden al lavado y al maquillaje, colocan su cabeza sobre una almohada de raso azul Mahón y empiezan a llegar plañideras. La primera me lo temía, Chunchi. Su pelo parece brillar, por si alguien no hubiera caído en que tiene el mismo color que el lienzo.

No para de llegar gente; he reconocido sin sorpresa a unos cuantos de los que esta mañana criticaban con tanta saña. Todo cambia, todo. Ese gesto retorcido que me enseñaba una lengua seca ha desaparecido. No sé muy bien cómo ha pasado, pero Xandru ahora parece más un niño dormido que un despojo.

A izquierda y derecha le velan, respectivamente, el retrato de su madre y la fotografía de la madre de don Juan. Huele a Chanel y a incienso. Se escuchan los misterios del rosario, suspiros y algún llanto reprimido.

-Vienen como moscas a la mierda.

Es Lola, ha cambiado el pachuli por el “Eternity Summer”, de Calvin Klein. Lo sé porque se ha apresurado en informarme. Ignoro la razón. No he mostrado interés alguno por enterarme y la verdad sea dicha, prefiero el pachuli. Intento abrirme paso hacia la salida, pero lo tengo muy mal con tanto ajetreo. Lola se empeña en abrirme paso, a puro empujón. Sería de agradecer si no fuera porque, como temía, se me ha pegado como una lapa.

-Lo veía venir y nada podía hacer para evitarlo. Ha muerto como un perro…

-¿Estaba enfermo?

-No, pero tampoco es cierto lo que dicen. Se ha dejado morir, es todo.

-¿Qué dicen?

-¿En qué planeta vives, querido?

Realmente no lo sé, y no creo que sea de la incumbencia de otros. Me molesta esta niña pija y más aun lo que me cuenta. Parece ser que se habla de que la muerte se ha producido en un momento tan oportuno como para levantar sospechas bien fundadas. Me agobia con chismes y maledicencias que me parecen no venir al caso hasta que escucho que Tani ha perdido su criatura a causa de las terribles palizas que había sufrido. No habíamos reparado en la presencia de Maribel. ¿Nos había seguido?

-¿Qué hablas, tonta del culo?

-Lo que sé de buena tinta.

Se enzarzan en divagaciones absurdas. Sufro por Tani, por Al y por el fruto abortado de un amor que siempre me había parecido envidiable. No escucho. Me niego a hacerlo, pero estas arpías no están dispuestas a dejarme ir y, aunque trato de blindar mis oídos, me obligan a enterarme de lo que no quiero. Tani se ahoga en la jaula de oro en la que la han encerrado, mientras Al se acomoda a las mil maravillas hasta el punto de haberse hecho con la confianza y la voluntad de su suegro.

Ya no hay amor en la pareja, según Lola por culpa de Tani, y en opinión de Maribel, por Al. Me asusta que semejantes carroñeras tengan acceso a intimidades que, a todas luces, se les escapan por doquier, pero la curiosidad me pierde una vez más.

-¿Qué tiene todo eso que ver con la muerte de Xandru?

Me responden a la vez. En esta ocasión parecen estar de acuerdo. Las obras están ya a punto y son de lujo, la primogénita díscola ya está preparada para dirigir el negocio y acepta de buena gana hacerlo. Excelente salida para todos…

Tengo ganas de vomitar y de sobra sé que no me serviría de nada, no, desde luego para el mal que me aqueja. Veo, como si estuvieran disimulados por una ligera bruma, esa pareja que tanto había admirado cuando paseaban su felicidad por toda la Villa, cuando me visitaban y me resolvían los constantes problemas que me causa la informática y que me alegraban la vida. Tuvo que aparecer don Juan para transformar el bonito sueño en pesadilla...¡No es justo!

He debido expresar mi lamento en alta voz. Lola me grita.

-¿Quién te ha dicho que la vida sea justa?

No le falta razón, no. Tengo que irme. Me faltan fuerzas para hacerlo, pero la tortura nunca ha sido de mi gusto.

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