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La hambruna de Ucrania

No es personal, solo Comunismo
Jesús Campos
miércoles, 11 de febrero de 2015, 08:05 h (CET)
Ucrania, país granjero, un lugar donde la agricultura era el medio de vida más rentable a largo plazo. Los campesinos trabajaban sus tierras con esfuerzo y sacrificio, hasta que los frutos surgidos de ese empeño llamaron la atención de los altos dirigentes de la URSS. Estamos en el año 1929, Iósif Stalin gobierna el pueblo soviético y decreta que los campesinos que ostenten propiedades sean ejecutados. Serán reconocidos como los “enemigos del pueblo”. Enemigos de las clases, no se podía permitir que nadie estuviera por encima de nadie en el bloque comunista.

¿Cuál fue la consecuencia de esta acción inhumana? Pues ya se puede imaginar, como se dijo antes, Ucrania era para la URSS como Hispania para Roma, un granero. Se colectivizó todo con la presencia de armas, a punta de pistola. A medida que iban desapareciendo los alimentos, la población ucraniana iba entrando en una fuerte hambruna. Este es el poder del Comunismo: provocar una mortandad de más de 8 millones de personas. La hambruna de Ucrania duró desde el 1932 al 1933.

Uno de los datos curiosos de este periodo de carestía fue la rotunda negativa de las autoridades comunistas a la hambruna. La acción acometida por Stalin fue muy comentada y criticada por toda la Europa occidental, sobre todo por los intelectuales ligados a la doctrina comunista y sus ideales. Para paliar los fuertes murmullos y comentarios sobre tal situación, las autoridades soviéticas invitaron a esos intelectuales a visitas guiadas por el país, todo para que vieran por ellos mismos que todo era una confabulación de mala fe. ¿Qué hicieron para que no vieran la miseria que abundaba en Ucrania? Pues se construyeron nuevas aldeas, pero eso sí, eran pueblos y aldeas de cartón-piedra, pueblos de utilería. Eran fachadas bien construidas, apacibles, eran pueblos de aspecto próspero. Estos falsos pueblos contenían hasta figurantes, personas que actuaban por el bien del gobierno. Aldeas “Potemkin”, así se llamaban. Todo era poco para ocultar la miseria imperante.

Iban pasando los meses, el gobierno seguía en su empeño de no hacer nada, y por ellos los cadáveres de los pobres hambrientos se iban acumulando en las calles, tirados en las calzadas, pudriéndose o sirviendo de comensales para los demás habitantes, pues sí, el canibalismo había llegado. El gobierno no hacía nada, bueno eso no es del todo cierto, si hacían algo, seguían con el saqueo, dejando morir a los “enemigos del pueblo”. Se prohibió hablar o escribir sobre el tema, bajo penas muy duras, incluida la muerte.

Con la llegada de la Perestroika todo cambió, el desarrollo económico ayudó a salir de tal crisis de subsistencia.

“Holodomor”, así se conoce a esta hambruna en Ucrania. Se podría decir que si el Comunismo fuera un personaje ficticio con superpoderes, su principal poder seria el genocidio. Súper Genocida seria su nombre. No sé si ese personaje llevaría antifaz o no, pero lo más probable es que si porque por lo visto en la Historia, siempre va con el rostro descubierto, eso sí, seguro que llevaría una coleta y perilla.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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