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Etiquetas | El arte de la guerra
Santi Benítez

La esquizofrenia estacional

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Hace ya algunos años que arrastro una lesión de rodilla, la izquierda para ser exacto, que me produje por sendos golpes, el primero haciendo el cabestro subido en un poste de teléfonos de cuatro metros y apeándome de el en caída libre, y el segundo por el empeño de un amigo en que dos personas es suficiente fuerza de tracción para transportar un bidón de gasolina de 250 litros durante 50 metros, y claro, cuando el hombre se convenció de que esa fuerza, en peso y a mano, no era suficiente, soltó el bidón sin comunicármelo con antelación. Ni a mí, ni a mi rodilla izquierda. La cuestión es que esa extremidad, amén de una operación bastante aparatosa, me ha quedado muy bien. Tanto es así que no me acuerdo de la madre de aquel que soltó el bidón hasta que el tiempo va a cambiar. Cosa que, hasta hace poco, creo, me pasaba algunas veces en primavera y otras en otoño. De un tiempo a esta parte esas molestias se me reproducen cada dos semanas. Alguien podría achacarlo a la edad (¡Sus muertos!), pero mi traumatólogo, siempre levantando una radiografía a contraluz como parapeto, no está de acuerdo y, aunque no es meteorólogo, dice que la rodilla me hará las veces de barómetro durante el resto de mi vida.

Que la atmósfera está en periodo de esquizofrenia paranoide, con brotes psicóticos incluidos, es algo que no discute nadie. Fiel reflejo de ello es que las estaciones parecen haberse vuelto locas. Donde hasta hace muy poco el clima era suave, con temperaturas medias sin variaciones bruscas, se ha pasado a fríos, en comparación, mucho más crudos que cambian a calores sofocantes en cuestión de días. Tal es la locura que las aves empollan fuera de época, florecen las plantas en pleno invierno o frutas estacionales aparecen por ensalmo cuando no les toca.

No voy a ponerme aquí a discutir a causa de qué es, porque las pruebas al respecto están claras y son concisas - no me voy a comparar con algún paleto de Libretalidad Digital que, imagino, a cambio de echar gasolina gratis en algún surtidor durante una semana ha llegado a echarle la culpa del tema al vapor de agua (¡Cuidado, hacerse unos huevos pasados por agua... contamina!)-. No señor. Tampoco voy a poner en duda los números que demuestran, sin ningún tipo de duda, que al paso que vamos poco se le va a poder legar a nuestros nietos, aparte de un mundo en el que los ríos sólo lleven agua contaminada, y los mares sean eriales salados. Es decir, como sigamos así, háganse a la idea, si durante el siglo XX el patrón oro fue desechado, entre comillas, por el barril de Brent, de la mitad del siglo XXI en adelante el patrón "garrafa de agua" hará palidecer la crisis del petróleo de los años 70.

Y esto con respecto al agua. Como habrán podido comprobar a lo largo del texto no he dicho nada en absoluto sobre la extinción de seres vivos a la que nos enfrentamos. Y quiero ser claro en esto al igual que lo he sido con respecto al agua.

Fue allá en febrero cuando escribí un artículo titulado "Cuestión de piel". Lo titulé así porque, por si alguien no lo sabe, y sino lo sabe pues ya se lo digo yo, los anfibios, en concreto las ranas, aparte de tener pulmones, también respiran a través de la piel. Es decir, los primeros síntomas de que la cosa va mal las estamos viendo en los anfibios. Para más INRI quien primero hizo un estudio serio sobre el tema fue la estadonidense Rachel Carson, que publicó un libro en 1962 llamado "Silent Spring" sobre el uso de pesticidas. Posteriormente otros estudios sobre los vertidos de pesticidas y demás morralla en nuestros ríos son, de forma directa, responsables de mutaciones masivas espontáneas en anfibios e insectos. Claro que la pobre Rachel es estadounidense, con lo cual ha conseguido reconocimiento en todas partes menos en su propia tierra, donde, para colmo, ha sido catalogada de alarmista y sensacionalista. Tampoco podía ser de otra manera en un sitio en el que, por ejemplo, los estudios de peligrosidad farmacológica de un nuevo medicamento son pagados por la misma empresa farmacéutica que lo va a comercializar, y sus resultados aceptados por el órgano público que le da el visto bueno - ¿Ustedes creen que el estudio sería negativo?... No sé yo-. Échenle imaginación sobre que harán con respecto a pesticidas y demás. Si quieren un ejemplo más claro les diré que se han encontrado niveles anormalmente altos de mercurio y pesticidas diluidos en peces como el panga - es ese pescadito blanco sin espinas que usted compra congelado para dárselo a sus hijos a la plancha, empanados o en croquetas, y que se pesca en sus áreas de tránsito hacia el polo norte o de camino de vuelta de allí-. Es decir, no sólo es que estemos envenenando todo lo que está a nuestro alrededor, sino que, además, haciéndolo estamos envenenándonos a nosotros mismos.

Hablamos mucho de la contaminación del aire, que es muy importante, dicha contaminación es, de manera directa, responsable de la locura estacional que vivimos, del incremento de huracanes y ciclones, o de la aparición de tornados en Alicante. Y eso no es discutible por mucho que haga el pino puente el de Libretalidad Digital. Y consejo, pásense a los biocombustibles-. Pero de nada servirá intentar arreglar esto si descuidamos el resto, como la contaminación del agua, los vertidos de sustancias que, según que empresas, son inocuas (¡JA!), o el cuidado de la naturaleza en conjunto, especialmente de la extinción de aquellos con los que compartimos gran parte de nuestro genoma, es decir, desde las moscas del vinagre a los primates superiores.

No suelo hacerlo, pero en este caso me gustaría dedicar este artículo a Goyo Tovar* que me hizo la deferencia de compartir la creación de una bandera en representación de la defensa del medioambiente. Cosa que, bajo mi punto de vista, es una gran idea y que, si me lo permites, desde estas líneas, también hago mía (Todavía guardo la pegatina, que conste en acta).

Suena de fondo "Vertigo", de U2.

Buenas noches, y buena suerte...

____________________

* http://goyotovar.lasideas.es

La esquizofrenia estacional

Santi Benítez
Santi Benítez
lunes, 16 de abril de 2007, 10:14 h (CET)
Hace ya algunos años que arrastro una lesión de rodilla, la izquierda para ser exacto, que me produje por sendos golpes, el primero haciendo el cabestro subido en un poste de teléfonos de cuatro metros y apeándome de el en caída libre, y el segundo por el empeño de un amigo en que dos personas es suficiente fuerza de tracción para transportar un bidón de gasolina de 250 litros durante 50 metros, y claro, cuando el hombre se convenció de que esa fuerza, en peso y a mano, no era suficiente, soltó el bidón sin comunicármelo con antelación. Ni a mí, ni a mi rodilla izquierda. La cuestión es que esa extremidad, amén de una operación bastante aparatosa, me ha quedado muy bien. Tanto es así que no me acuerdo de la madre de aquel que soltó el bidón hasta que el tiempo va a cambiar. Cosa que, hasta hace poco, creo, me pasaba algunas veces en primavera y otras en otoño. De un tiempo a esta parte esas molestias se me reproducen cada dos semanas. Alguien podría achacarlo a la edad (¡Sus muertos!), pero mi traumatólogo, siempre levantando una radiografía a contraluz como parapeto, no está de acuerdo y, aunque no es meteorólogo, dice que la rodilla me hará las veces de barómetro durante el resto de mi vida.

Que la atmósfera está en periodo de esquizofrenia paranoide, con brotes psicóticos incluidos, es algo que no discute nadie. Fiel reflejo de ello es que las estaciones parecen haberse vuelto locas. Donde hasta hace muy poco el clima era suave, con temperaturas medias sin variaciones bruscas, se ha pasado a fríos, en comparación, mucho más crudos que cambian a calores sofocantes en cuestión de días. Tal es la locura que las aves empollan fuera de época, florecen las plantas en pleno invierno o frutas estacionales aparecen por ensalmo cuando no les toca.

No voy a ponerme aquí a discutir a causa de qué es, porque las pruebas al respecto están claras y son concisas - no me voy a comparar con algún paleto de Libretalidad Digital que, imagino, a cambio de echar gasolina gratis en algún surtidor durante una semana ha llegado a echarle la culpa del tema al vapor de agua (¡Cuidado, hacerse unos huevos pasados por agua... contamina!)-. No señor. Tampoco voy a poner en duda los números que demuestran, sin ningún tipo de duda, que al paso que vamos poco se le va a poder legar a nuestros nietos, aparte de un mundo en el que los ríos sólo lleven agua contaminada, y los mares sean eriales salados. Es decir, como sigamos así, háganse a la idea, si durante el siglo XX el patrón oro fue desechado, entre comillas, por el barril de Brent, de la mitad del siglo XXI en adelante el patrón "garrafa de agua" hará palidecer la crisis del petróleo de los años 70.

Y esto con respecto al agua. Como habrán podido comprobar a lo largo del texto no he dicho nada en absoluto sobre la extinción de seres vivos a la que nos enfrentamos. Y quiero ser claro en esto al igual que lo he sido con respecto al agua.

Fue allá en febrero cuando escribí un artículo titulado "Cuestión de piel". Lo titulé así porque, por si alguien no lo sabe, y sino lo sabe pues ya se lo digo yo, los anfibios, en concreto las ranas, aparte de tener pulmones, también respiran a través de la piel. Es decir, los primeros síntomas de que la cosa va mal las estamos viendo en los anfibios. Para más INRI quien primero hizo un estudio serio sobre el tema fue la estadonidense Rachel Carson, que publicó un libro en 1962 llamado "Silent Spring" sobre el uso de pesticidas. Posteriormente otros estudios sobre los vertidos de pesticidas y demás morralla en nuestros ríos son, de forma directa, responsables de mutaciones masivas espontáneas en anfibios e insectos. Claro que la pobre Rachel es estadounidense, con lo cual ha conseguido reconocimiento en todas partes menos en su propia tierra, donde, para colmo, ha sido catalogada de alarmista y sensacionalista. Tampoco podía ser de otra manera en un sitio en el que, por ejemplo, los estudios de peligrosidad farmacológica de un nuevo medicamento son pagados por la misma empresa farmacéutica que lo va a comercializar, y sus resultados aceptados por el órgano público que le da el visto bueno - ¿Ustedes creen que el estudio sería negativo?... No sé yo-. Échenle imaginación sobre que harán con respecto a pesticidas y demás. Si quieren un ejemplo más claro les diré que se han encontrado niveles anormalmente altos de mercurio y pesticidas diluidos en peces como el panga - es ese pescadito blanco sin espinas que usted compra congelado para dárselo a sus hijos a la plancha, empanados o en croquetas, y que se pesca en sus áreas de tránsito hacia el polo norte o de camino de vuelta de allí-. Es decir, no sólo es que estemos envenenando todo lo que está a nuestro alrededor, sino que, además, haciéndolo estamos envenenándonos a nosotros mismos.

Hablamos mucho de la contaminación del aire, que es muy importante, dicha contaminación es, de manera directa, responsable de la locura estacional que vivimos, del incremento de huracanes y ciclones, o de la aparición de tornados en Alicante. Y eso no es discutible por mucho que haga el pino puente el de Libretalidad Digital. Y consejo, pásense a los biocombustibles-. Pero de nada servirá intentar arreglar esto si descuidamos el resto, como la contaminación del agua, los vertidos de sustancias que, según que empresas, son inocuas (¡JA!), o el cuidado de la naturaleza en conjunto, especialmente de la extinción de aquellos con los que compartimos gran parte de nuestro genoma, es decir, desde las moscas del vinagre a los primates superiores.

No suelo hacerlo, pero en este caso me gustaría dedicar este artículo a Goyo Tovar* que me hizo la deferencia de compartir la creación de una bandera en representación de la defensa del medioambiente. Cosa que, bajo mi punto de vista, es una gran idea y que, si me lo permites, desde estas líneas, también hago mía (Todavía guardo la pegatina, que conste en acta).

Suena de fondo "Vertigo", de U2.

Buenas noches, y buena suerte...

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* http://goyotovar.lasideas.es

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