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Aprendizajes

Rafael Pérez Ortolá
Rafael Pérez Ortolá
lunes, 19 de marzo de 2007, 08:59 h (CET)
Al adentrarnos en la obra de Eduardo Chillida, se adquiere una visión notable de cuantos signos de APERTURA existan. Es una sensación profunda de liberación. Frente a los corsés tan habituales, requeridos por las gorduras, originados por estrecheces mentales, o derivados de simples memeces; con sus esculturas comenzamos un viaje por lo inmenso de la vida. Los recovecos, los instintos o los materiales, quedan transformados en luminarias, momentos sublimes para la captación de nuestras mejores cualidades constituyentes.

Las esencias, las verdades, o el fluido paso de los acontecimientos, se manifiestan en una permanente ENCRUCIJADA. Existen raíces fuertemente entroncadas con el soporte de la tierra, de cada tierra. También las hay entrelazadas con los grandes espacios siderales. Y por si faltaba algo, se añade la presencia del hombre, sus angustias y sensaciones. La forma adquirida por estas encrucijadas marcarán las características de cada componente. ¿Qué supone la presencia humana en estas confluencias?

No vayamos a buscar definiciones y cánones, por ahí nos perderemos fácilmente entre palabras ambiguas. Soñemos más bien con la experimentación propia de esas vivencias y vibremos con el encuentro. El "Peine de los Vientos" de Eduardo Chillida, como muy pocas obras, viene a ponernos en contacto con el latido cósmico por excelencia, alejados de influencias manipuladoras. La raíz telúrica, con el anclaje de la pieza escultórica en la más recia tierra del acantilado, permite la captación de ese aire errante; se establece un contacto con las más lejanas fuentes.

El bagaje cultural de cada individuo dispone de ricos yacimientos. La NATURALEZA y la TÉCNICA son firmes baluartes para su utilización en una cultura. Si comenzamos con los materiales son infinitas las aproximaciones; bien se trate de tierras o arcillas, vayamos a los diferentes minerales o incluyamos aleaciones de diversos metales. La técnica mecánica nos introduce en progresos evidentes, con maquinarias fabulosas y programas informáticos. Los transportes han evolucionado hasta convertir las distancias en una mínima expresión. Se consiguen logros sanitarios impensables en un pasado reciente. Por desgracia, también acumulamos residuos e inconvenientes derivados de esas técnicas, no podemos olvidarnos de ellos. Esas aportaciones materiales y científicas delimitan una vertiente crucial de la cultura. ¿Cómo la asumimos? Esa es otra consideración.

La materia, la energía y las realidades del Universo no son los únicos aprendizajes necesarios. Todo este bagaje queda enajenado sin la consideración del intelecto humano, sus características peculiares y los niveles del PENSAMIENTO alcanzado. ¿Qué aprendemos sobre las maneras de pensar? ¿Cómo las cuidamos? Verdadero agujero negro o blanco. Si analizamos los ámbitos de nuestras sociedades, destaca la desproporción, el desinterés a la hora del estudio y la educación que se refieran a las marejadas y recovecos de la mente. Como consecuencia surgen anomalías de los comportamientos y desbarajustes notables. Sin embargo, esos enfoques del pensamiento son primordiales. De ellos va a depender la calidad personal de cada individuo y el tipo de sintonía social a la que aspiremos.

En una entrevista comentaba Eduardo Chillida, "Los proyectos cerrados y definidos del todo no son los mejores". Como siempre, recalcaba esa imprescindible apertura a los nuevos retos y horizontes. Nunca se acaban las circunstancias poco conocidas, el reto es constitutivo de la presencia humana en el mundo. Por eso es tan importante "PEINAR" esas interminables ondulaciones cósmicas, físicas, espirituales, naturales y artificiales. No estamos en condiciones de rechazar la realidad circundante. Antes bien, debiéramos imponernos la exigencia vital de conocernos mejor y eso incluye el conjunto cultural, lo que podamos asimilar trás el peinado referido. Esa apertura a los datos y conocimientos nos llena de ansia por comprendernos. Nos libera de tantas imposiciones foráneas que llegan a ser asqueantes. ¡Déjennos respirar hondo y aprender de verdad!

Es importante la idea de las VIBRACIONES, eso que nos hace reaccionar, bien seamos un niño en edad escolar, un simple votante o un sujeto añoso con una coraza de experiencias. Esa fibra sensible de las personas nos va a comunicar con las mencionadas técnicas, pensamientos y otras actividades. Quizá lo más esencial, siguiendo los trazos de Chillida, está por encima del tiempo concreto. Aunque como paradoja, para llegar al conocimiento de esas esencias hemos de partir de las circunstancias diarias. Siendo dos mundos aparte, hemos de localizar los chispazos de sintonía, de lo contrario correremos fuertes riesgos, como el de acabar descentrados.

Que alguien me quiera imponer una historia prefabricada, trate de encubrirse con ideologías particulares, o trate de inculcarme un sentimiento religioso cuadriculado; esas y otras disposiciones contrarían las vibraciones íntimas. En la escuela, en la sociedad entera, se dan estos supuestos; si nos parecieran bien, no se hable más, a disfrutarlos. Si pretendemos ceñirnos a un aprendizaje radical, cada uno deberemos apechugar con una cuota de esfuerzo y tenacidad.

No resulta extraño el intento de apañar los aprendizajes al estilo de un manual, cada vez es más frecuente; basta con observar el tono de muchas manifestaciones culturales o los planes educativos. Nos delimitan aquellas materias convenientes. Desde fuera tratan de meternos un bagaje cultural determinado. Con esta tendencia se olvida el carácter insustituible de la vivencia personal; si esta se ahoga o se frustra, ¿Qué tipo de Cultura tenemos delante? Se tiende en exceso a la pura vía exógena, dosis de cultura desde fuera. ¿Eso es propiamente cultural? No nos vendría mal, con las obras de Chillida en la recámara, abrirnos a esas múltiples posibilidades existentes con afán de captación. Con un basamento cultural, pero con mayor énfasis en la experimentación propia.

Alejados de las imposiciones mostrencas de cualquier personajillo encumbrado, resistentes ante grupos sociales endiosados y asfixiantes, así como muy críticos con los advenedizos politiquillos; no podemos admitir una simple erudición sin vibraciones. Necesitamos aprender a DESCUBRIR esas ondas cruciales, a VALORAR las diferencias en sus justos términos, a CONTRASTAR los hallazgos; sin desdeñar un aprendizaje de los LÍMITES.

Frente a estos anhelos, vean; vean lo que preside las ofertas de aprendizajes y cultura. Me cuesta tropezar con buenos ilustradores, con gente capaz de abrirme nuevos horizontes sublimes. Chillida es uno de ellos.

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