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Mar tranquilo

Octavi Pereña
Octavi Pereña
jueves, 15 de marzo de 2007, 12:07 h (CET)
Se ha destapado el furor por los Power Point. Por correo electrónico se inunda los buzones de una manera parecida a como ocurre con los domésticos que se llenan de papelorio propagandístico. Entre ambas inundaciones existe una diferencia abismal. La causada por el papel tiene el propósito de hacernos sentir desgraciados si no nos hacemos nuestros los productos que van a hacernos felices. Los publicistas que trabajan por encargo de las empresas que los contratan quieren tanto a los receptores de sus mensajes que ofrecen descuentos sustanciosos que facilitan la adquisición de los productos que son imprescindibles para alcanzar la dicha anhelada.

Los Power Point electrónicos también venden felicidad. La felicidad es lo que más vende. La dicha es una necesidad básica y todo el mundo reacciona favorablemente a los impulsos que despiertan los mensajes que dan la posibilidad de alcanzarla a un precio razonable.

Los Power Point que se envían a una velocidad casi sónica llegan al destinatario envueltos de imágenes idílicas muy bien escogidas y de mensajes de exquisitez poética que crean sentimientos de paz que pretenden tranquilizar las almas de sus lectores aún cuando no lo hayan conseguido en sus creadores. La avidez con que se ingieren dichos mensajes nos hace pensar que la inundación electrónica irá a más.

No creo en la eficacia de estos mensajes creadores de pensamientos positivos porque además de ser sus efectos tranquilizadores de efímera duración, no tienen la capacidad de llegar a las profundidades del alma, que es donde debe aposentarse la felicidad. Una infinidad de estímulos de tranquilidad limitada no pueden producir la verdadera felicidad.

Como poseedor de correo electrónico no puedo evitar recibir Power Points enviados por amigos y conocidos. Una diapositiva de uno de ellos cautivó especialmente mi atención. Ello es lo que me ha motivado a escribir el presente comentario. La imagen es de una barca de vela que navega plácidamente en un mar tan tranquilo que parece una balsa de aceite. Ni que decir tiene que contemplar la imagen infunde tranquilidad. Lo chocante es el texto: “Si pudiese…tomaría todos tus problemas y los arrojaría al mar”. De este texto se debe destacar el condicional en que está escrito: “Si pudiese”, que no es una garantía de que va a hacerse cargo de nuestros problemas para arrojarlos al mar.
Desconozco si el autor del mensaje liberador de nuestros problemas conoce la Biblia. El texto que analizamos da la impresión de que aunque sea de segunda mano algún conocimiento tiene de ella, aún cuando cambie el sentido que le da el texto sagrado. El texto original dice: “¿Quién como tú que perdonas la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él (Dios) volverá a tener misericordia de nosotros, sepultará nuestra iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas,7:19).

El profeta Miqueas es quien anuncia que sería en Belén de Judá donde nacería el Mesías que tenía que venir. El contexto de la profecía gira entorno del pecado de Israel y de su futura restauración como pueblo cuando la nación estaba amenazada por los ejércitos de Babilonia que al final conquistaron Jerusalén y deportaron a los israelitas a tierras lejanas. Es de suponer que la gente estaba amedrentada viendo como los babilónicos asediaban la ciudad y levantaban arietes para derrumbar las murallas que debían protegerles. La angustiosa situación la provocó el pecado de los israelitas que daban la espalda a su Dios y andaban según las perversas inclinaciones de sus corazones. A pesar de ello, Dios les habla de misericordia y del perdón de sus pecados. Pero no de un perdón como el que solemos dar: perdona pero no olvida. El perdón de Dios es total y absoluto e ilustra el alcance del mismo diciendo: “sepultará nuestras iniquidades y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”. No dice “si pudiese” como afirma la diapositiva que comentamos. Dios echa el pecado al fondo del mar y se olvida de él porque lo perdona de una manera total y absoluta “porque se deleita en misericordia”.

Lo que nos hace vivir angustiados no son los problemas externos que nos afectan, sino el estado del alma desasosegada por el pecado. El pecado no perdonado crea un torbellino espiritual que transforma el corazón en un mar embravecido que lo convierte en un caos. Cuando por la fe en Cristo se es consciente de que Dios ha sepultado nuestras iniquidades y echado en lo profundo del mar todos nuestros pecados, la imagen idílica del barquichuelo navegando plácidamente en un mar tranquilo se hace realidad en las profundidades del alma.

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