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Jabier López de Armentia

El abandono de nuestros mayores

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Cada día encontramos casos nuevos de olvido y vejación de nuestros familiares más directos. En el caso de los “mayores”, esto comienza a ser una práctica generalizada. Recuerdo hace no muchos años intensas campañas en contra del abandono de animales de compañía cuando llegaba la época veraniega, cosa que no percibo en lo que nuestros “mayores” se refiere.

Alarmado por el creciente número de casos de abandono, intento lanzar desde aquí un llamamiento a las instituciones para que no permitan y castiguen la práctica de estos abandonos. De por sí, considero deleznable abandonar a un animal en la carretera por el simple hecho de unas vacaciones o simplemente porque el niño se ha desencaprichado de su capricho, y valga la redundancia, pero más condenable es aun, abandonar a nuestros padres. Personas que lo han dado todo por nosotros en otros tiempos, sacándonos adelante.

En la Comunidad Autónoma del País Vasco estos sucesos están a la orden del día, y no sólo producen el abandono en sí mismo, sino que están colapsando los hospitales y las listas de espera para residencias públicas de ancianos.

Parece ser que el procedimiento a seguir es muy sencillo. Familias de provincias limítrofes a la Comunidad Autónoma Vasca tiene algún familiar enfermo, y en vez de acudir al ambulatorio o hospital más cercano, se dirigen hacia Vitoria – en este caso concreto –, donde el hijo o hija del enfermo trabaja a diario o reside. Una vez en territorio alavés, llaman al teléfono de emergencias argumentando que su padre ha venido a visitarle y se ha puesto en mal estado, con el consiguiente traslado al hospital de la capital alavesa.

Bien, primer objetivo conseguido: Padre o madre hospitalizado. Ahora viene el punto que más vergüenza me provoca. Este familiar deja un número de teléfono, en el mejor de los casos, al médico encargado de su familiar enfermo argumentando que no se puede hacer cargo de él ya que al día siguiente se marcha de vacaciones y que si sucede algo que le llame al número indicado. ¡Por dios! ¿Cómo podemos ser tan cínicos y sinvergüenzas? ¿Cómo podemos abandonar a nuestros padres por unas miserables vacaciones?

Esta práctica lo que produce es que en plena época veraniega encontremos en los hospitales un 90% de pacientes mayores de 60 años, que sus familiares abandonan durante todo el mes de julio, agosto o septiembre para disfrutar de sus vacaciones. El problema es que no acaba ahí esta práctica deleznable. Los hospitales con enfermos abandonados no pueden dar un trato “correcto” a esos nuevos pacientes que si precisen de una hospitalización urgente, ya que el número de enfermos supera con creces el cómputo global de camas, teniendo que dejar a estos últimos en los pasillos con unas condiciones pésimas que muchas veces hacen empeorar su estado de salud.

¿Qué más problemas provoca esta práctica de abandono? Provoca que los hospitales tengan cogidas todas las plazas vacantes en las residencias públicas de ancianos, dejando fuera a personas que llevan en lista de espera para entrar en una residencia más de 3 años.

Como pueden observar este tipo de acciones roza lo impensable cívicamente hablando, pero cada vez van a más, provocando malestar entre los ancianos que buscan una plaza en las residencias públicas de la provincia, provocando malestar entre los médicos al estar atados de pies y manos con este tipo de prácticas y provocando una indignación en los contribuyentes alaveses – aunque estoy seguro de que este tipo de prácticas se pueden extender a la totalidad del Estado – que ven como contribuyen al sostenimiento de unas personas que no cotizan en la provincia, perjudicando a aquellos que si lo han hecho durante más de 40 años.

Al conocer estos casos uno se pregunta si la justicia existe y si algunas personas tienen un mínimo de cordura, vergüenza y civismo, ya que no entiendo cómo pueden tener el valor de abandonar a aquel padre o madre que lo ha dado todo por ellos por unas míseras vacaciones.

Mientras tanto, sólo veo una solución, construir más residencias públicas de ancianos, más hospitales y sobre todo hospitales exclusivos para personas mayores, ya que la pirámide generacional nos indica claramente que cada vez habrá más ancianos. Esta medida puede contribuir a crear puestos de trabajo y a la vez dar un trato digno a nuestros padres, con lo que muchas economías locales y provinciales se verían reforzadas.

En palabras del Sr. “Estado de Bienestar”: Más servicios sociales, más trabajo, más renta, mejor calidad de vida.

El abandono de nuestros mayores

Jabier López de Armentia
Lectores
martes, 6 de marzo de 2007, 11:25 h (CET)
Cada día encontramos casos nuevos de olvido y vejación de nuestros familiares más directos. En el caso de los “mayores”, esto comienza a ser una práctica generalizada. Recuerdo hace no muchos años intensas campañas en contra del abandono de animales de compañía cuando llegaba la época veraniega, cosa que no percibo en lo que nuestros “mayores” se refiere.

Alarmado por el creciente número de casos de abandono, intento lanzar desde aquí un llamamiento a las instituciones para que no permitan y castiguen la práctica de estos abandonos. De por sí, considero deleznable abandonar a un animal en la carretera por el simple hecho de unas vacaciones o simplemente porque el niño se ha desencaprichado de su capricho, y valga la redundancia, pero más condenable es aun, abandonar a nuestros padres. Personas que lo han dado todo por nosotros en otros tiempos, sacándonos adelante.

En la Comunidad Autónoma del País Vasco estos sucesos están a la orden del día, y no sólo producen el abandono en sí mismo, sino que están colapsando los hospitales y las listas de espera para residencias públicas de ancianos.

Parece ser que el procedimiento a seguir es muy sencillo. Familias de provincias limítrofes a la Comunidad Autónoma Vasca tiene algún familiar enfermo, y en vez de acudir al ambulatorio o hospital más cercano, se dirigen hacia Vitoria – en este caso concreto –, donde el hijo o hija del enfermo trabaja a diario o reside. Una vez en territorio alavés, llaman al teléfono de emergencias argumentando que su padre ha venido a visitarle y se ha puesto en mal estado, con el consiguiente traslado al hospital de la capital alavesa.

Bien, primer objetivo conseguido: Padre o madre hospitalizado. Ahora viene el punto que más vergüenza me provoca. Este familiar deja un número de teléfono, en el mejor de los casos, al médico encargado de su familiar enfermo argumentando que no se puede hacer cargo de él ya que al día siguiente se marcha de vacaciones y que si sucede algo que le llame al número indicado. ¡Por dios! ¿Cómo podemos ser tan cínicos y sinvergüenzas? ¿Cómo podemos abandonar a nuestros padres por unas miserables vacaciones?

Esta práctica lo que produce es que en plena época veraniega encontremos en los hospitales un 90% de pacientes mayores de 60 años, que sus familiares abandonan durante todo el mes de julio, agosto o septiembre para disfrutar de sus vacaciones. El problema es que no acaba ahí esta práctica deleznable. Los hospitales con enfermos abandonados no pueden dar un trato “correcto” a esos nuevos pacientes que si precisen de una hospitalización urgente, ya que el número de enfermos supera con creces el cómputo global de camas, teniendo que dejar a estos últimos en los pasillos con unas condiciones pésimas que muchas veces hacen empeorar su estado de salud.

¿Qué más problemas provoca esta práctica de abandono? Provoca que los hospitales tengan cogidas todas las plazas vacantes en las residencias públicas de ancianos, dejando fuera a personas que llevan en lista de espera para entrar en una residencia más de 3 años.

Como pueden observar este tipo de acciones roza lo impensable cívicamente hablando, pero cada vez van a más, provocando malestar entre los ancianos que buscan una plaza en las residencias públicas de la provincia, provocando malestar entre los médicos al estar atados de pies y manos con este tipo de prácticas y provocando una indignación en los contribuyentes alaveses – aunque estoy seguro de que este tipo de prácticas se pueden extender a la totalidad del Estado – que ven como contribuyen al sostenimiento de unas personas que no cotizan en la provincia, perjudicando a aquellos que si lo han hecho durante más de 40 años.

Al conocer estos casos uno se pregunta si la justicia existe y si algunas personas tienen un mínimo de cordura, vergüenza y civismo, ya que no entiendo cómo pueden tener el valor de abandonar a aquel padre o madre que lo ha dado todo por ellos por unas míseras vacaciones.

Mientras tanto, sólo veo una solución, construir más residencias públicas de ancianos, más hospitales y sobre todo hospitales exclusivos para personas mayores, ya que la pirámide generacional nos indica claramente que cada vez habrá más ancianos. Esta medida puede contribuir a crear puestos de trabajo y a la vez dar un trato digno a nuestros padres, con lo que muchas economías locales y provinciales se verían reforzadas.

En palabras del Sr. “Estado de Bienestar”: Más servicios sociales, más trabajo, más renta, mejor calidad de vida.

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