Hacía días que no iba a la casa del pueblo. Al marcharme, la dejé impecable y al volver a ella después de un tiempo, me encontré que una crepis perteneciente a la familia Asteraceael había crecido en mi balcón:”La crepis es una hierba perenne, bienal o anual, rizomatosa o no, con tallos hojosos o no. Las hojas, frecuentemente en roseta basal, es muy variable: desde enteras hasta pinnadas, con el margen liso o dentado. Los capítulos se organizan en corimbos, panículas o racimos y, menos frecuentemente, son solitarios”… Al verla allí, me dije:”Dios me bendice con una flor. ¿Cómo si no, que una planta tan hermosa me hubiese hecho el honor de visitarme en mi humilde casa”. Y me puse a investigar: “Resulta que, por suerte, el aire había acumulado polvo en una rendija que había entre baldosa y baldosa que el albañil, por accidente, se dejó demasiado separadas. Por chiripa, la lluvia se había quedado estancada en ella manteniendo el polvo húmedo. Quizá un pájaro en sus excrementos, o tal vez el aire por azar, trajeron la semilla. Por casualidad, la semilla cayó en la rendija y de ahí surgió la planta y de la planta la flor. Mientras con detenimiento observaba su maravillosa forma, una abeja se posó en ella y empezó a libar su néctar. Y después de que la anthophila (la que ama las flores) realizara su labor, la abeja se fue. Y me dije: "El ecosistema es un encadenamiento de eventualidades de difícil pronóstico y de imposible catalogación”.
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