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Etiquetas | Pedro Sánchez | Ministro | Madrid
​A falta de vergüenza, salud que no falte

Illa, Illa, Illa, ministro maravilla

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A ver cómo se come esto, aunque vaticino desde ya que nos argumentarán el embrollo con una explicación sobrenatural. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, Illa, Illa, ministro maravilla, se ha lanzado al ruedo rechazando que el comité científico que asesora al Gobierno sobre la pandemia del coronavirus esté desactivado. Después le ha clavado el estoque al morlaco reconociendo que desde el mes de julio no ha mantenido reunión alguna con dicho comité, total, ir por ir, para qué. Y ha terminado la faena afirmando que no puede confirmar si el doctor aventurero Fernando Simón lo ha hecho. Dos orejas y rabo. Sobre todo, rabo.

Mantengamos la tranquilidad, hay luz al final del túnel. El charco en el que se ha zambullido el ministro no es tan profundo como aparenta, no seamos exagerados, que somos unos alarmistas que rompemos la unidad y tal y tal. Todo tiene su razón de ser, y como ministro nuestro que es, nos debe una explicación. Y esa explicación que nos debe, nos la va a dar. Porque como ministro nuestro que es, nos debe una explicación, y esa explicación nos la va a dar. Porque…La llevamos clara.

Pues bien. Sin que sirva de precedente, le voy a echar un cable al que tiene, ni más ni menos, nuestra vida en sus manos. Salvador Illa no miente en sus declaraciones y ha actuado con pulcritud suma.

Me explico. No se puede encontrar desactivado algo que nunca ha estado activo. Y no ha habido contacto con el comité científico de expertos porque dicho comité, tal y como reconoció el señor ministro el 30 de julio del presente y asqueroso año, no existe. Es un comité etéreo, propio de un Ministerio de Sanidad dirigido por un filósofo. Está en otra dimensión y sólo si se producen una luna roja y la confluencia de Marte, Júpiter y Saturno simultáneamente, en día par y a las tres menos siete minutos de la madrugada, hora solar, los miembros del mismo se materializan. El cómo lo hacen y en qué forma es otro cantar.

Partiendo de que el alma es el principio de la vida y de la inteligencia, los fenómenos espiritistas que provienen de la emancipación de la misma prueban que lo que se califica de alucinación, es, frecuentemente, una percepción real análoga a la de la doble vista del sonambulismo o del éxtasis, provocada por un estado anormal. Y éste no es el caso. Anormales hay a puñados, pero no ha habido alucinaciones.

Podríamos asumir que los del comité fuesen ángeles, espíritus puros que han vencido en todas las pruebas a las que se les ha sometido. Pero tampoco. Además de haber sido miserablemente derrotados siempre, si fueran ángeles no destilarían esta mala leche. De igual manera, desdeñaremos las apariciones, incluso las estereotitas, pues tal y como afirma don Salvador, lo que es aparecer, no aparecen por ningún lado. Así que, fuera apariciones.

Otra cosa sería que el comité estuviese compuesto por sílfides y silfos. Genios del aire, de ademanes graciosos y alas transparentes con las que recorrer el espacio a toda velocidad, que pueden hacerse visibles o invisibles a voluntad. Igual estarían dando una rueda de prensa, como practicando surf, buceando por Mallorca o escalando verticales. Su ligereza es tan grande que recorren mil pasos en un segundo. Taumaturgos que cuando tú vas, ellos ya han vuelto.

Aquí quizás añadiríamos los demonios y los espíritus de la novena clase. Igual los tiros van por ahí, todos tenemos un demonio familiar, generalmente en forma de cuñado y/o suegra/o. Y dado que el Ministerio de Sanidad es como La Gran Familia, puede que se estén ocupando ellos del comité, boicoteando al ministro. Recordad que Chencho se perdió en la Plaza Mayor de Madrid, ahí lo dejo.

Además, y dicho lo dicho, el señor Illa tropieza con el hecho, en nada achacable a su impoluta gestión, de que la comunicación así es harto complicada. No hay creada en Presidencia del Gobierno ni en ministerio alguno una Subsecretaría General encargada de los viajes astrales, la sematología, la tiptología, la psicografia, la pneumatografía, la psicofonía, y la pneumatofonía. Y dudo que se esté recurriendo a la invocación, eso de hacer aparecer por ceremonias mágicas. No hay necrománticos en plantilla. Creo.

Con todos estos ingredientes el ministro tiene que elaborar el cocido. Y, garantizado está, le va a salir un engrudo ciertamente repugnante, digno de menú con postre a repartir en el lugar donde los iluminados (éstos son los peores, pues pretenden ser instruidos por Dios de manera particular aunque sean unos desequilibrados mentales) y los poseídos por la verdad absoluta deberían disfrutar del fuego eterno.

Para finalizar este lamento, pongámonos serios. Lo único tangible y real es que en un país civilizado y democrático que busca desesperadamente su supervivencia, las declaraciones del Ministro maravilla supondrían ceses inmediatos. El suyo y el de su equipo. Y, por supuesto, justificados por la inoperancia confesa, la incapacidad manifiesta y la lamentable inaptitud. Pero éste no es el caso. En el jardín de las delicias del Presidente Sánchez y de su socio, el trasgo Iglesias, no tienen cabida la dignidad, la responsabilidad, la decencia y el sentido común. Estamos condenados.

A falta de vergüenza, salud que no falte

Illa, Illa, Illa, ministro maravilla

​A falta de vergüenza, salud que no falte
Tomás Salinas
jueves, 24 de septiembre de 2020, 08:18 h (CET)

A ver cómo se come esto, aunque vaticino desde ya que nos argumentarán el embrollo con una explicación sobrenatural. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, Illa, Illa, ministro maravilla, se ha lanzado al ruedo rechazando que el comité científico que asesora al Gobierno sobre la pandemia del coronavirus esté desactivado. Después le ha clavado el estoque al morlaco reconociendo que desde el mes de julio no ha mantenido reunión alguna con dicho comité, total, ir por ir, para qué. Y ha terminado la faena afirmando que no puede confirmar si el doctor aventurero Fernando Simón lo ha hecho. Dos orejas y rabo. Sobre todo, rabo.

Mantengamos la tranquilidad, hay luz al final del túnel. El charco en el que se ha zambullido el ministro no es tan profundo como aparenta, no seamos exagerados, que somos unos alarmistas que rompemos la unidad y tal y tal. Todo tiene su razón de ser, y como ministro nuestro que es, nos debe una explicación. Y esa explicación que nos debe, nos la va a dar. Porque como ministro nuestro que es, nos debe una explicación, y esa explicación nos la va a dar. Porque…La llevamos clara.

Pues bien. Sin que sirva de precedente, le voy a echar un cable al que tiene, ni más ni menos, nuestra vida en sus manos. Salvador Illa no miente en sus declaraciones y ha actuado con pulcritud suma.

Me explico. No se puede encontrar desactivado algo que nunca ha estado activo. Y no ha habido contacto con el comité científico de expertos porque dicho comité, tal y como reconoció el señor ministro el 30 de julio del presente y asqueroso año, no existe. Es un comité etéreo, propio de un Ministerio de Sanidad dirigido por un filósofo. Está en otra dimensión y sólo si se producen una luna roja y la confluencia de Marte, Júpiter y Saturno simultáneamente, en día par y a las tres menos siete minutos de la madrugada, hora solar, los miembros del mismo se materializan. El cómo lo hacen y en qué forma es otro cantar.

Partiendo de que el alma es el principio de la vida y de la inteligencia, los fenómenos espiritistas que provienen de la emancipación de la misma prueban que lo que se califica de alucinación, es, frecuentemente, una percepción real análoga a la de la doble vista del sonambulismo o del éxtasis, provocada por un estado anormal. Y éste no es el caso. Anormales hay a puñados, pero no ha habido alucinaciones.

Podríamos asumir que los del comité fuesen ángeles, espíritus puros que han vencido en todas las pruebas a las que se les ha sometido. Pero tampoco. Además de haber sido miserablemente derrotados siempre, si fueran ángeles no destilarían esta mala leche. De igual manera, desdeñaremos las apariciones, incluso las estereotitas, pues tal y como afirma don Salvador, lo que es aparecer, no aparecen por ningún lado. Así que, fuera apariciones.

Otra cosa sería que el comité estuviese compuesto por sílfides y silfos. Genios del aire, de ademanes graciosos y alas transparentes con las que recorrer el espacio a toda velocidad, que pueden hacerse visibles o invisibles a voluntad. Igual estarían dando una rueda de prensa, como practicando surf, buceando por Mallorca o escalando verticales. Su ligereza es tan grande que recorren mil pasos en un segundo. Taumaturgos que cuando tú vas, ellos ya han vuelto.

Aquí quizás añadiríamos los demonios y los espíritus de la novena clase. Igual los tiros van por ahí, todos tenemos un demonio familiar, generalmente en forma de cuñado y/o suegra/o. Y dado que el Ministerio de Sanidad es como La Gran Familia, puede que se estén ocupando ellos del comité, boicoteando al ministro. Recordad que Chencho se perdió en la Plaza Mayor de Madrid, ahí lo dejo.

Además, y dicho lo dicho, el señor Illa tropieza con el hecho, en nada achacable a su impoluta gestión, de que la comunicación así es harto complicada. No hay creada en Presidencia del Gobierno ni en ministerio alguno una Subsecretaría General encargada de los viajes astrales, la sematología, la tiptología, la psicografia, la pneumatografía, la psicofonía, y la pneumatofonía. Y dudo que se esté recurriendo a la invocación, eso de hacer aparecer por ceremonias mágicas. No hay necrománticos en plantilla. Creo.

Con todos estos ingredientes el ministro tiene que elaborar el cocido. Y, garantizado está, le va a salir un engrudo ciertamente repugnante, digno de menú con postre a repartir en el lugar donde los iluminados (éstos son los peores, pues pretenden ser instruidos por Dios de manera particular aunque sean unos desequilibrados mentales) y los poseídos por la verdad absoluta deberían disfrutar del fuego eterno.

Para finalizar este lamento, pongámonos serios. Lo único tangible y real es que en un país civilizado y democrático que busca desesperadamente su supervivencia, las declaraciones del Ministro maravilla supondrían ceses inmediatos. El suyo y el de su equipo. Y, por supuesto, justificados por la inoperancia confesa, la incapacidad manifiesta y la lamentable inaptitud. Pero éste no es el caso. En el jardín de las delicias del Presidente Sánchez y de su socio, el trasgo Iglesias, no tienen cabida la dignidad, la responsabilidad, la decencia y el sentido común. Estamos condenados.

A falta de vergüenza, salud que no falte

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