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Los incendios forestales se combaten en invierno

​Vicnuel Sánchez, Madrid
Lectores
sábado, 12 de septiembre de 2020, 09:18 h (CET)

Hace tiempo, por muchas acequias (regaderas se llaman en mi pueblo) como las de las fotos, durante todo el año, pasaba agua para regar numerosos prados y huertas. Con ello, además de otras muchas ventajas, se conseguía que el agua sobrante en invierno y primavera no se fuese directamente a los ríos y al mar, sino que empapase a fondo el terreno y realimentase fuentes o posibles acuíferos subterráneos. El resultado venía a ser algo así como disponer de un pequeño pantano subterráneo o una gran despensa de agua para el verano. Actualmente, sin embargo, al estar inservibles la mayoría de estas regaderas (las de los montes y las de los valles) y no manar ya muchas de las fuentes, el terreno empieza a ser un secarral poco después de comenzar el verano. Y como, además, actualmente, apenas se limpian los caminos, son muy pocas huertas las que se siembran y se siegan menos prados, hay muchas zonas llenas de maleza, lo que explica que sea tan difícil controlar los incendios forestales y que éstos no lleguen a pueblos o urbanizaciones.

Una posible solución: Que lo mismo que antes había la IPS (Instrucción Premilitar Superior), organizada de tal modo que los universitarios podían compatibilizar (campamentos de verano) sus estudios con el servicio militar, ahora se podría organizar una especie de Servicio Social consistente en limpiar acequias y caminos, repoblar montes, colaborar con Cruz Roja, Cáritas, Banco de Alimentos, etc. Y, salvo raras excepciones, la mayoría de las subvenciones, becas, etc. del Estado, Autonomías, Ayuntamientos, etc. sólo deberían concederse a cambio de prestar algunos de estos servicios sociales. También convendría que nuestros estudiantes pudiesen comenzar a realizar estos servicios lo más pronto posible; antes de que se habitúen a ser vagos o "señoritos". Los alumnos, mientras que fuesen menores de edad, sólo participarían en aquellos servicios en los que se implicasen su colegio o sus padres (hay colegios que, juntamente con padres y alumnos, organizan actividades de tipo solidario).

Observaciones: 1) Al escribir lo anterior he tenido en cuenta lo que vengo observando en los montes y pueblos de la sierra de Gredos, pero me parece que podría ser aplicable a otras zonas de España, como, por ejemplo, las sierras de Jaén o las de Huelva.

2) Como no soy geólogo, tal vez haya dicho más de una tontería. Perdón, y agradezco correcciones.

Vicnuel Sánchez

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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