Hasta aquí hemos llegado. Las cuentas de la Iglesia están claras. Las de la Conferencia Episcopal, me refiero. No lo digo yo. Lo ha dicho el Tribunal de Cuentas. Ahora, porque hace unos meses decía algo distinto y distante. Las cuentas de la Conferencia Episcopal, por eso de que es el organismo que percibe los dineros que el Estado vehicula desde los ciudadanos a la Iglesia.
Vayamos a los hechos y dejemos al margen el debate sobre la legitimidad del Tribunal de Cuentas para fiscalizar a la Iglesia, es decir, a la Conferencia Episcopal.
El Informe definitivo del Tribunal del honor económico, no el que malévolamente y de parte se filtró hace meses a determinados medios, ha dejado claro que la Iglesia justificó correctamente todo el importe correspondiente a las cantidades recibidas a través de la asignación tributaria del período analizado.
Por lo tanto, quien insistía en que se daba una posible falta de justificación de 300.000 euros durante ese ejercicio, se equivocó. Lo lógico sería que, quienes publicaron esas informaciones, ahora rectificaran. Pero ya se sabe que rectificar es de sabios.
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