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¡​Feliz 38 natalicio, hija, sin ti el mundo no es ni será!

La chica que soñó un mundo

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Este cuento es muy bonito y su final más, pero vaya, y jo, desde el mismo inicio traicioné a mis debilidades, siempre hablo de más, siempre me adelanto. ¡Debes ir más despacio, me decía mi profesora, los vecinos, todos! Pero es que ese despacio al que van todos y quieren que transite yo ¡me aburre! Pero ea! Esto es un cuento y tiene sus reglas, aquí debo ser obediente. Recomienzo.

Esta es la historia de una chica parecida a mí, vivió muy deprisa, su mente funcionaba muy deprisa, porque era extremadamente inteligente, más que los demás de la clase, de su barrio y en general se aburría, Paloma (que no dije su nombre, ¿veis?, me obligais a ir lenta y no es mi tono, desbarro); Paloma se aburría porque soñaba, creaba, en un mundo, en el que vivía, en que imaginar cosas era de locos. E intentar cambiar la realidad -que era bastante sombría-, una memez, una auténtica pérdida de tiempo.

Paloma era una gran estudiante y escribía cuentos, como yo estoy haciendo ahora, diré una broma: ¿y si Paloma soy yo misma y meramente escribo sobre mí, engañandoos con lo del cuento patatín patatán? Seré sincera. Paloma no soy yo.

Ojalá. Su historia es más bonita que la mía.

Pero bueno, nuestras historias, que ambas son reales, lo diré, se parecen mucho. Sobre todo en su inicio. Ni Paloma ni yo comenzamos bien esta vida. Entendiendo bien como no maravillosamente, o en paz. Hubo... ¿cómo decirlo? Problemas. Gente, gente que nos hizo daño. ¡Eh, pero alto! Paloma es como yo! ¡No le gusta hablar de eso, miramos hacia adelante!

¡Pero estoy hablando demasiado de mí! Ah, mis defectos. Sigo y perdonad.

Paloma escribía, ganó varios premios literarios y se situó en un lugar prominente en la intelectualidad de su gente. Escribía tan bien que incluso trabajó mucho tiempo corrigiendo libros de otros, ese trabajo es extraño, sugerente.

Alguien que escribe una historia y la siente como viva, es como un dios, de alguna manera. Paloma ¿qué era, allí? Pues la verdad. Porque para los libros menores no hay dios que valga. Paloma corregía textos menores. Los libros de los genios no permiten mano ajena. Era, no obstante, mérito corregir libros en editoriales. Pocos tienen acceso a trabajo tan interesante, no obstante tan aburrido. Pero Paloma entre línea y línea ajena seguía viviendo su vida y soñando con otras.

¿Qué otras? Ella siempre ayudaba a los polluelos caídos de los nidos, en mitad de la ciudad, a los perros, a los gatos. A todos los animales, pronto dejó de comerlos, se hizo vegana. Entended, dijo a sus padres, que si se puede vivir sin cometer tal acto de aberración, lo haré. Demostró que estaba sana, y feliz, sin comer animales. Ese fue su camino desde entonces. Ayudar a los más desvalidos, y a su mundo del que la mayoría eran secuestrados, los bosques, los océanos, los firmamentos...

Pronto Paloma era una activista por los derechos de los animales, se sentía distinta, tenía un objetivo claro, que la llenaba y la hacía feliz. En realidad ese debería ser el único objetivo de todo humano, ser respetuoso. Ser respetuoso para con todas las criaturas es una forma de activismo, que casi nadie quiere ejercer.

Pero aquí llega el nudo y desenlace de la historia. Tanto y tanto soñaba, suspiraba, Paloma por ver llegar su sueño de un mundo pacífico, no violento, donde los árboles no cayesen a miles a la vez, donde la ballena no pasease atada a los pesqueros inerte y ensogada por los puertos, donde los animales no realizasen funciones en los circos ante niños humanos, con caras tristísimas, naranjas y solas, reos de una estupidez humana que parece no tener fin. Paloma comenzó a apenarse.

Yo, quien narro el cuento (real, eh?) de Paloma, también he tenido momentos muy duros, pero como el que tuvo Paloma, pues... creo que sí. Aunque ya no lo recuerdo bien.

Apenada, Paloma una buena mañana no se levantó de la cama. Las aves que había visto volar por el cielo mientras corría dando vueltas por el parque otoñal hervido de hojas irisadas girando sus estelas, ahora sólo escuchaba sus cantos, como acolchados, desde su cama. No era lo mismo. No. Nada lo era. Ni el café. No sabía a despertar y a sueños. Sabía a rayos y a rabia.

Salía, entraba. Y cada vez salía menos. Una vez vio un caballo en mitad de las calles, era como de piel muy solar, diríase amarillo, o canela, el sol incidía tanto en él que me es imposible describirlo. El caballo iba como buscando entre la gente, y la gente no veía al caballo.

La gente iba a sus cosas, con los carros de la compra, los ancianos tumbados en los bancos paralizados de la paralizada plaza y el caballo al galope entró en la vieja plaza con su piel destellante y su larga crin que se giraba como remolino de lluvia luminosa al cambiar de rumbo, estaba nervioso, parecía un perro perdido. Hasta que vio a lo lejos, detenida en la acera, a Paloma y echó a correr hacia ella. Paloma no tuvo miedo, el caballo llegó hasta Paloma y es cuando Paloma vio que el raro jaco llevaba apretado en los dientes un papel plegado, que agachando la cabeza dejó caer a los pies de la niña, la miró con ojos beatíficos y de cariño y se lanzó a correr por la calle Mayor camino de la salida del pueblo, desde donde Paloma estaba se veían hasta la mitad del poco cielo que las casas del pueblo dejaban ver, las montañas, humosas, añiles sus picos tras la nube, hacia allí esa altura lejana volvía y de allí debía haber venido, el onírico o vivo caballo. Al llegar a casa con el papel apretadísimo en la mano Paloma se durmió, había guardado la doblada hoja que el caballo le entregó en un cajón, sentía que era una información notable, y se sentía pequeña para recibirla, así que no la leyó. No desplegó la hoja ni ese día ni al siguiente, la tenía como un tesoro, más bien se sentía, tan débil iba quedando por la pena de habitar un mundo donde su sueño veía no cumplirse, no merecedora de tal don.

Una mañana una voz de mujer sonó desde fuera de la ventana, al amanecer. Me llamo Aurora y vengo a que todos los sueños se cumplan, Paloma, despierta.

Paloma se asomó a la ventana y vio el día más luminoso que jamás había visto nunca. Había una canción. Y no había gente. Y afuera había una mujer, que la saludó, era Aurora.

Pasearon juntas internándose en el bosque, Aurora le contó de su día a día, del esfuerzo de existir, "yo me canso, no sabes cuánto. Pero debo seguir, debo hacerlo", decía la aurora.

Tagore dijo que los vuelos más altos se producen con ayuda de otras alas, así, Paloma ayudada de esa voz amiga retomó sus cosas, y comenzó a trabajar esta vez ayudando perros, perros que habían tenído vidas horribles, duras, y que sufrían miedo, paralizados. Estaban perdidos. Se sintió identificada con esos perros. Ella los sanaba, con calma, paciencia de madre, de amiga, se hizo can, Paloma, para equilibrarlos y soplar en sus fantasmas, hasta decirles: "se marcharon!".

¡Ya tenía ganas de llegar al final de la historia! Pues... Paloma encontró la felicidad ayudando a los perros. Y un día paseando por el campo, en las tareas de que éstos se enfrentasen a un mundo que se había convertido en por completo hostil por los malos tratos recibidos por el humano en el pasado, perra que paseaba Paloma y Paloma se miraron en un río, calmo, de cristalinas aguas.

Perrita y mujer se rieron, las aguas hacían fluctuar sus imágenes cómicamente.

Yo fui una de las perras que Paloma salvó de sus miedos, mi nombre es Hera.

El mundo, gracias a los cuidados y amistad de Paloma, ya no es para mí un lugar terrible, porque entendí que todo estaba en mi mente. A mí también me habla la aurora, Aurora siempre estará para acompañarnos, y animarnos.

Paloma, ¿puede soñar un humano victoria más hermosa que haber devuelto la felicidad a un perro herido?

En la noche a veces me viene a la mente lo que viví en el pasado, y lágrimas iluminan mi rostro triste en la oscuridad.

Pero es entonces cuando pienso en Paloma. En su vuelo que no termina y que siempre estará, tanto en la noche como a la aurora que siempre nos hablará.

Y creo que esta historia, al menos para mí, es la más bella del universo.

¿Sabéis cuál es el misterio de que los perros y los gatos resistamos tanto en un mundo tan cruento para nosotros?

Muchos lo sabréis, claro, es un lugar común, que vivimos el instante.

Eso es todo.

La siembra común se ilumina si todos los agricultores son buenos y felices.

Si yo pienso que el mundo es ufano y que lo será más, así será. Estas palabras las he pensado en mitad de la noche, ahora ya llegó la aurora. ¿Paloma, salimos a pasear? Cuando jugamos tú y yo es como si se detuviera el tiempo, así debe sentirse un prado con flores, así deben sentirse los mares en sus horas eternas.

¡Feliz 38 natalicio, sin ti el mundo no es ni será. Porque todo nace de ti y hacia ti, sonríe, sonreiremos! 


(eso es lo que ponía en el papel que le entregó el caballo, y que al final abrió y leyó la niña de la historia, hoy, y sonrió, como nos pide la tierra para poder cumplir todas las misiones) 

La chica que soñó un mundo

¡​Feliz 38 natalicio, hija, sin ti el mundo no es ni será!
Ángel Padilla
miércoles, 19 de agosto de 2020, 09:02 h (CET)


Este cuento es muy bonito y su final más, pero vaya, y jo, desde el mismo inicio traicioné a mis debilidades, siempre hablo de más, siempre me adelanto. ¡Debes ir más despacio, me decía mi profesora, los vecinos, todos! Pero es que ese despacio al que van todos y quieren que transite yo ¡me aburre! Pero ea! Esto es un cuento y tiene sus reglas, aquí debo ser obediente. Recomienzo.

Esta es la historia de una chica parecida a mí, vivió muy deprisa, su mente funcionaba muy deprisa, porque era extremadamente inteligente, más que los demás de la clase, de su barrio y en general se aburría, Paloma (que no dije su nombre, ¿veis?, me obligais a ir lenta y no es mi tono, desbarro); Paloma se aburría porque soñaba, creaba, en un mundo, en el que vivía, en que imaginar cosas era de locos. E intentar cambiar la realidad -que era bastante sombría-, una memez, una auténtica pérdida de tiempo.

Paloma era una gran estudiante y escribía cuentos, como yo estoy haciendo ahora, diré una broma: ¿y si Paloma soy yo misma y meramente escribo sobre mí, engañandoos con lo del cuento patatín patatán? Seré sincera. Paloma no soy yo.

Ojalá. Su historia es más bonita que la mía.

Pero bueno, nuestras historias, que ambas son reales, lo diré, se parecen mucho. Sobre todo en su inicio. Ni Paloma ni yo comenzamos bien esta vida. Entendiendo bien como no maravillosamente, o en paz. Hubo... ¿cómo decirlo? Problemas. Gente, gente que nos hizo daño. ¡Eh, pero alto! Paloma es como yo! ¡No le gusta hablar de eso, miramos hacia adelante!

¡Pero estoy hablando demasiado de mí! Ah, mis defectos. Sigo y perdonad.

Paloma escribía, ganó varios premios literarios y se situó en un lugar prominente en la intelectualidad de su gente. Escribía tan bien que incluso trabajó mucho tiempo corrigiendo libros de otros, ese trabajo es extraño, sugerente.

Alguien que escribe una historia y la siente como viva, es como un dios, de alguna manera. Paloma ¿qué era, allí? Pues la verdad. Porque para los libros menores no hay dios que valga. Paloma corregía textos menores. Los libros de los genios no permiten mano ajena. Era, no obstante, mérito corregir libros en editoriales. Pocos tienen acceso a trabajo tan interesante, no obstante tan aburrido. Pero Paloma entre línea y línea ajena seguía viviendo su vida y soñando con otras.

¿Qué otras? Ella siempre ayudaba a los polluelos caídos de los nidos, en mitad de la ciudad, a los perros, a los gatos. A todos los animales, pronto dejó de comerlos, se hizo vegana. Entended, dijo a sus padres, que si se puede vivir sin cometer tal acto de aberración, lo haré. Demostró que estaba sana, y feliz, sin comer animales. Ese fue su camino desde entonces. Ayudar a los más desvalidos, y a su mundo del que la mayoría eran secuestrados, los bosques, los océanos, los firmamentos...

Pronto Paloma era una activista por los derechos de los animales, se sentía distinta, tenía un objetivo claro, que la llenaba y la hacía feliz. En realidad ese debería ser el único objetivo de todo humano, ser respetuoso. Ser respetuoso para con todas las criaturas es una forma de activismo, que casi nadie quiere ejercer.

Pero aquí llega el nudo y desenlace de la historia. Tanto y tanto soñaba, suspiraba, Paloma por ver llegar su sueño de un mundo pacífico, no violento, donde los árboles no cayesen a miles a la vez, donde la ballena no pasease atada a los pesqueros inerte y ensogada por los puertos, donde los animales no realizasen funciones en los circos ante niños humanos, con caras tristísimas, naranjas y solas, reos de una estupidez humana que parece no tener fin. Paloma comenzó a apenarse.

Yo, quien narro el cuento (real, eh?) de Paloma, también he tenido momentos muy duros, pero como el que tuvo Paloma, pues... creo que sí. Aunque ya no lo recuerdo bien.

Apenada, Paloma una buena mañana no se levantó de la cama. Las aves que había visto volar por el cielo mientras corría dando vueltas por el parque otoñal hervido de hojas irisadas girando sus estelas, ahora sólo escuchaba sus cantos, como acolchados, desde su cama. No era lo mismo. No. Nada lo era. Ni el café. No sabía a despertar y a sueños. Sabía a rayos y a rabia.

Salía, entraba. Y cada vez salía menos. Una vez vio un caballo en mitad de las calles, era como de piel muy solar, diríase amarillo, o canela, el sol incidía tanto en él que me es imposible describirlo. El caballo iba como buscando entre la gente, y la gente no veía al caballo.

La gente iba a sus cosas, con los carros de la compra, los ancianos tumbados en los bancos paralizados de la paralizada plaza y el caballo al galope entró en la vieja plaza con su piel destellante y su larga crin que se giraba como remolino de lluvia luminosa al cambiar de rumbo, estaba nervioso, parecía un perro perdido. Hasta que vio a lo lejos, detenida en la acera, a Paloma y echó a correr hacia ella. Paloma no tuvo miedo, el caballo llegó hasta Paloma y es cuando Paloma vio que el raro jaco llevaba apretado en los dientes un papel plegado, que agachando la cabeza dejó caer a los pies de la niña, la miró con ojos beatíficos y de cariño y se lanzó a correr por la calle Mayor camino de la salida del pueblo, desde donde Paloma estaba se veían hasta la mitad del poco cielo que las casas del pueblo dejaban ver, las montañas, humosas, añiles sus picos tras la nube, hacia allí esa altura lejana volvía y de allí debía haber venido, el onírico o vivo caballo. Al llegar a casa con el papel apretadísimo en la mano Paloma se durmió, había guardado la doblada hoja que el caballo le entregó en un cajón, sentía que era una información notable, y se sentía pequeña para recibirla, así que no la leyó. No desplegó la hoja ni ese día ni al siguiente, la tenía como un tesoro, más bien se sentía, tan débil iba quedando por la pena de habitar un mundo donde su sueño veía no cumplirse, no merecedora de tal don.

Una mañana una voz de mujer sonó desde fuera de la ventana, al amanecer. Me llamo Aurora y vengo a que todos los sueños se cumplan, Paloma, despierta.

Paloma se asomó a la ventana y vio el día más luminoso que jamás había visto nunca. Había una canción. Y no había gente. Y afuera había una mujer, que la saludó, era Aurora.

Pasearon juntas internándose en el bosque, Aurora le contó de su día a día, del esfuerzo de existir, "yo me canso, no sabes cuánto. Pero debo seguir, debo hacerlo", decía la aurora.

Tagore dijo que los vuelos más altos se producen con ayuda de otras alas, así, Paloma ayudada de esa voz amiga retomó sus cosas, y comenzó a trabajar esta vez ayudando perros, perros que habían tenído vidas horribles, duras, y que sufrían miedo, paralizados. Estaban perdidos. Se sintió identificada con esos perros. Ella los sanaba, con calma, paciencia de madre, de amiga, se hizo can, Paloma, para equilibrarlos y soplar en sus fantasmas, hasta decirles: "se marcharon!".

¡Ya tenía ganas de llegar al final de la historia! Pues... Paloma encontró la felicidad ayudando a los perros. Y un día paseando por el campo, en las tareas de que éstos se enfrentasen a un mundo que se había convertido en por completo hostil por los malos tratos recibidos por el humano en el pasado, perra que paseaba Paloma y Paloma se miraron en un río, calmo, de cristalinas aguas.

Perrita y mujer se rieron, las aguas hacían fluctuar sus imágenes cómicamente.

Yo fui una de las perras que Paloma salvó de sus miedos, mi nombre es Hera.

El mundo, gracias a los cuidados y amistad de Paloma, ya no es para mí un lugar terrible, porque entendí que todo estaba en mi mente. A mí también me habla la aurora, Aurora siempre estará para acompañarnos, y animarnos.

Paloma, ¿puede soñar un humano victoria más hermosa que haber devuelto la felicidad a un perro herido?

En la noche a veces me viene a la mente lo que viví en el pasado, y lágrimas iluminan mi rostro triste en la oscuridad.

Pero es entonces cuando pienso en Paloma. En su vuelo que no termina y que siempre estará, tanto en la noche como a la aurora que siempre nos hablará.

Y creo que esta historia, al menos para mí, es la más bella del universo.

¿Sabéis cuál es el misterio de que los perros y los gatos resistamos tanto en un mundo tan cruento para nosotros?

Muchos lo sabréis, claro, es un lugar común, que vivimos el instante.

Eso es todo.

La siembra común se ilumina si todos los agricultores son buenos y felices.

Si yo pienso que el mundo es ufano y que lo será más, así será. Estas palabras las he pensado en mitad de la noche, ahora ya llegó la aurora. ¿Paloma, salimos a pasear? Cuando jugamos tú y yo es como si se detuviera el tiempo, así debe sentirse un prado con flores, así deben sentirse los mares en sus horas eternas.

¡Feliz 38 natalicio, sin ti el mundo no es ni será. Porque todo nace de ti y hacia ti, sonríe, sonreiremos! 


(eso es lo que ponía en el papel que le entregó el caballo, y que al final abrió y leyó la niña de la historia, hoy, y sonrió, como nos pide la tierra para poder cumplir todas las misiones) 

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