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Capítulo 2

Rumores

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Ahora todo el mundo pretende haberlo visto venir; al parecer, soy el único que no se enteró. Bueno, en parte es así, sólo en parte y al principio nada más. Lo cierto es que, pese a vivir en el número 7 de la calle de La Habana, justo frente al lugar de los hechos, no había captado signo alguno de movida.

Cuando salgo, mi perro Julen, toma el mando. Ahora está frenético: es época de celo. No tengo que disculparme, ¿por qué tendría que hacerlo? La cuestión es que no dejé escapar la ocasión de enterarme y lo hice, creo que bastante bien.

La terraza de la Zapica no es del gusto de Julen, no sé muy bien si porque no dan “tapinas” o porque no le gusta el ambiente.

Aquel día tenía que solicitar una fe de vida y al salir del juzgado, Julen pareció cambiar de opinión. Nos instalamos en una mesa libre y nos metimos, sin sospecharlo, al menos en mi caso, en la “movida”.

Para que todo quede bien claro, lo cuento tal y como lo viví entonces:

Mis vecinos de terraza estaban muy alborotados y no tuve mérito alguno en escuchar lo que decían o en observar lo que hacían. Gritaban, gesticulaban y actuaban.

-Huele a Chanel de la viuda de Clicquot en la cuna del Gaitero. ¿Qué más puede pasar? -Xandru pone ritmo y voz a su eterno personaje de marqués de Bradomín.

-Conservas el olfato, querido; yo huelo raro, pero no veo lo que pintan el Gaitero y la Viuda. -Chunchi y Xandru siempre se muestran así, con éstas u otras palabras, pero con el mismo pique.

He oído algo sobre el Gaitero y los chistes fáciles sobre la Veuve. En Villaviciosa, todos los días se habla del Gaitero y el tema me aburre. Asisto al espectáculo desde una mesa cercana. Siempre me saludan, pero nunca me han invitado a unirme a ellos.

Chunchi tiene sobrepeso, pero está convencida de estar muy buena, como ella afirma que opina su médico. Yo creo que es un poco “vieja verde”; se tiñe las canas de azul Mahón, el de los antiguos buzos de trabajo. Proclama un alto poder adquisitivo y deja muy claro su papel de residente de temporada, aunque debe de tratarse de su vivienda preferida, a juzgar por la frecuencia con que la veo. Es muy intrigante y quiere saber todo lo que se cuece, especialmente si se trata de un lance entre el señor feudal y la viuda de Clicquot.

En realidad es Xandru quien carece de interés por los iconos. Menciona datos significativos: no hay aparcamientos libres en la calle de la Habana; todos están ocupados por la aparición repentina de vehículos de alta gama y ha visto que los ocupantes de los mismos se dirigen a las viviendas sociales de enfrente. Conociéndole, sé que ha visto algo y que tiene buen olfato.

¿Por qué se pone tan farruca la Chunchi? Se me ocurren muchas explicaciones, pero, en todo caso, no es algo de mi incumbencia. Las cosas habrían quedado así si no hubiera aparecido Max, otro de los que se pasa el día callejeando.

-¡La que se está montando! Una fiesta por todo lo alto de gente que vive en las viviendas que pagamos nosotros. Lo hacen a lo grande y se traen todo de Madrid. Sus pretenciosos cochazos desbordan las plazas de parking y apesta a Chanel.

-¿Veis como tenía razón? Apesta a Chanel -Ataca Xandru como si de su autoestima se tratara. Ya tiene un auditorio de 10 personas, incluyéndome a mí.

-Bastante sabéis “vosotros” sobre perfumes…

Chunchi empieza a molestarme. No sé si entiendo o no de perfumes, pero el Chanel me evoca sofisticación de marca y de pasta y la he sorprendido más de una vez comprando falsificaciones en los mercadillos.

Petra avanza cargada con el agobio de todas las prisas; sus perpetuas compañeras que tanto me fatigan. Se para ante mi mesa para explicarme mil cosas que ya ha intentado varias veces explicar. No me da opción de meter baza, pese a mis esfuerzos por contar lo que está pasando. Está claro que no tiene tiempo de escucharme, ¿cómo va a hacerlo cuando ella es víctima, no he entendido muy bien de qué?

Xandru se lo ha montado mucho mejor que yo. Su auditorio crece y las conversaciones parecen ser más interesantes que los agobios de Petra. El señor marqués de Bradomín resplandece cuando aún el carnaval no ha llegado a Villaviciosa. Está encarnado con entrañable campechanía y rigor.

-Permitidme un resumen de lo que sabemos: en las viviendas sociales hay una movida que implica mucha pasta. Se lo hacen traer todo de Madrid y de marca, huele a Chanel en el feudo del Gaitero -hace una pausa como si quisiera dejar que alguien precisara. En realidad, sus gestos muestran que la motivación es puramente dramática-. ¿Estaríamos asistiendo a una cruenta tragedia?

-No sé si tragedia o comedia, ¿qué más da? La Viuda ataca al Gaitero, eso es lo que está pasando.

Claro que es la Chunchi y que ha puesto todos sus encantos en la brasa del Asador. Me temo que el señor marqués va a tener que batirse en retirada; le ha salido contrincante con cuerda para un buen rato. Además, las malas lenguas repiten que tuvieron un rollo, pero bueno, al caso; la Petra me deja por la audiencia de mi rival y para interrumpir a Chunchi.

-Tengo material que prueba cosas mucho más graves que los romances de esos “señoritos”.

Nadie da muestras de haberla escuchado, probablemente porque, como yo, todos tememos interminables historias conspirativas que, a fuerza de repeticiones, han terminado por aburrir a quien se deje pillar. Pesa al silencio, emerge Xandru, al parecer iluminado y dispuesto a que todo se aclare inmediatamente.

-Tenemos que centrarnos en hechos; no quieren nada de aquí. Es un hecho.

-Yo creo que tienen razón –añado, con sigilo-. Tenemos productos, pero no sabemos prepararlos al gusto de estos señores.

-Los hechos -proclama el abogado sin que se le desmañe uno solo de sus cabellos-: han gestionado el matrimonio de dos menores. Habrá gran pompa tanto en el ceremonial civil como en el religioso. Las celebraciones durarán tres días, bajo una jaima que ya se está instalando en la Barquerina. Me consta, y nunca había visto tanta actividad en el Ayuntamiento, que lo quieren todo ya y no reparan en gastos, no. Sé que se ha procedido a contratación de personal de apoyo, que hay mucho dinero de por medio y que se paga todo a toca-teja. Hay otros sectores beneficiados -hace una parada triunfal. Se cree el más listo de todos los listos-. La Villa ya está percibiendo beneficios, ¿qué más queréis? Estamos en una sociedad de mercado, pueden traerse de Madrid lo que les venga en gana. Lo importante, no debemos olvidar: las arcas municipales…

La Petra es mucha Petra para dejar terminar a semejante “chupatintas”, aunque, conociendo el paño, probablemente optará por expresiones más escatológicas.

-Es un hecho; no tenemos oferta para la “exquisitez” del mamón ese y dejamos escapar un negocio que hubiera permitido salvar algunos baches de nuestro ya maltrecho tejido económico. Lo más lamentable es que tampoco la tenemos, pese a ser una villa marinera, para los amantes de los productos del mar o para muchos otros que buscan cosas, que sin embargo tenemos. El discurso del abogado, o mejor, como él mismo insinúa, el del Ayuntamiento…

-Yo no insinúo nada - truena el aludido cortante-. He dado ciertos datos que no vulneran secretos oficiales. Ignoro lo que opina el Ayuntamiento y en ningún momento he intentado ser su voz.

Petra interrumpe de sopetón, como si fuera un toro bravo que se lanzase al ruedo, pero se me antoja demasiado vulnerable.

-Papeles, palabras huecas que esconden toda la mierda. ¿Cuánto han recaudado y en qué lo van a gastar? Yo os lo digo ya: en Chanel. El puterío engendra puterío y yo tengo pruebas de un complot internacional…

No le dejan terminar, ¿para qué? De sobra conocemos sus teorías y la Chunchi está convencida de ser portadora de valores eternos.

-Papeles y Chanel, vale, ¿qué más tenemos?

Marisa vive en las casas sociales, llega de allí y pone cara de “sabelotada” cuando se acerca. Ya sé que me toca invitar a un vaso de vino con casera, es lo que ella bebe. ¡Que se preparen estos pringadillos! Tengo información de primera mano; lo veo en la cara de mi compañera de mesa, con qué cerrar la bocaza de la Chunchi. Así, me permito cortar a la señora, ¿qué hace ella con todos los demás?

-Al fin nos llegan noticias, ¿no es así, Marisa?

La aludida sonríe sin forzarse. Ella sabe y, por una vez, tiene la posibilidad de dar un buen zarpazo en los morros de esa pretenciosa que siempre le ha negado el saludo.

-Esta buena señora piensa saberlo todo y no se entera de lo que vale un peine…-se para un momento para mostrar muy malas intenciones-… en los chinos si acaso.

El mero desprecio es el arma que utiliza Marisa y me ha parecido que la Chunchi se ha tambaleado un poco con la estocada. Por si no fuera suficiente contra la premeditación, alevosía y nocturnidad que usa su contrincante, remata con una saeta que acaba de descubrir:

-¿Debo algo a la señora?

La Chunchi retrocede con la excusa de huir de los escupitajos y de la tiña, pero a mí me parece que hay más, ¿tendrá escondido la cuca algo? Nada de eso; se pone como una amapola y después adopta la palidez de un cadáver. Entra en el bar. Hoy lleva un abrigo de chinchilla, lo sé porque me lo ha dicho ella misma. No creo que nadie se haya fijado; Marisa en pleno triunfo, empieza a despachar exclusivas.

-Es la Tani. Ha aparecido su padre para armar la marimorena al enterarse de que la niña está preñada. Los tengo de vecinos, pared con pared. Ha habido ostias y gritos; de todo. ¡Qué acojono! ¡Con los tabiques de mierda!… Pero no, resistieron -Se calla para sacar provecho de la carcajada-. Escuché los gritos como si estuvieran en mi apartamento. Podría haberlas matado el cabrón ese, el que las dejó tiradas-. Se pone tan transcendente como el abogado-. Sé de “muy buenas fuentes” que tiene un buen chollo en las mafias madrileñas y, por lo que vemos, lo tiene para pagar por puro chulo, los trasiegos en el mismo día entre Madrid y la Villa.

El imitado no se hace de rogar y cual corifeo añade:

-Bueno…, hasta que termine el montaje de prefabricados para alojarlos. Es pasta, mucha pasta; sé que paga muy bien el uso de los terrenos y la celeridad de los papeleos. De aquí no quiere ni el agua.

-Que tenga cuidado con el agua; con las trazas que tiene el tiempo, sus jaimas podrían verse arrastradas.

Es la Petra, y considero que se supera. Ha sabido enganchar la escena en la de su adversaria. Marisa se resiste a dejarse arrollar.

-Dios da peines a los calvos, querida. El hijoputa ese se está haciendo montar un tinglado que resiste al agua y al viento. Todo de “altísima tecnología” y sé que están poniendo sólidos cimientos. Lo ha comprobado mi hombre.

-Tu hombre, tu hombre… ¿qué títulos tiene?- Habla Chunchi, no sé muy bien cuándo ha salido del bar y me sorprende con un gancho que no me esperaba de ella-. ¿No le parece, señor abogado?

El aludido no se molesta en contestar, se limita a una mueca de resabio cansino y finge estar absorto en la lectura y ajeno a la algarabía. No tarda en arrepentirse, porque la Chunchi se lanza y le encara.

-Con la venia, señor letrado, ¿piensa usted que, jurídicamente, este hombre puede testimoniar de la calidad de los cimientos? –pregunta, señalando con arrogancia al marido de Marisa.

El abogado no se deja intimidar.

-No creo que usted pudiera entender los razonamientos jurídicos.- Se levanta para irse, pero Chunchi no está dispuesta a permitirlo.

-El señor letrado parece ignorar que no solamente estamos en la plaza pública, sino que también tenemos enfrente el juzgado. ¿No le parece que nos asiste el derecho a solicitar su opinión de experto?

-Para eso -hace una pausa bravucona -atiendo en mi despacho; puede solicitar cita para consulta cuando guste.

Chunchi se mueve con mayor celeridad de la que su corpulencia podría hacernos prever. Su gesto actúa de resorte entre Xandru y Petra. Acorralado, el letrado, no tiene otra escapatoria que el chaparrón y el vendaval.

-Nunca ha tenido huevos ese tío.

Xandru ha pronunciado esta frase en la escenografía de “Sonata de Otoño”. Le ha quedado muy bien, aunque no creo que alguien de los presentes haya leído a Valle Inclán. Chunchi se quita del medio el esperpento como si la escena fuera suya.

-¿Cuánto habrá pillado el tío este? Alguien más listo habría estado en el festín, con tantos papeleos… Después de todo es de Madrid, ¿no?

A Xandru se le deboca el marqués de Bradomín.

-Conozco los círculos y cloacas de la capital y del reino, nunca he visto a este individuo. Chunchi me mira con una complicidad que me resulta molesta.

-Aquí estamos, sin duda los mejores; el marido de ésta- señala a Marisa con muy mala leche- que no sabe lo que vale un peine, ¿para qué iba a saberlo cuando nadie ignora que en esa casa no lo usan? Pero opina de “resistencia de materiales”, el abogado que nos quiere cobrar por traducir los hechos en discurso jurídico y el señor marqués de la chorra pelada este, que nos agobia con sus grandezas. Vayamos a lo nuestro, ¿quién es esa Tani?

Yo sé quién es, ya lo creo que lo sé. No digo nada porque la arrogancia de Chunchi no me parece merecer una respuesta. El poder del que se siente investida Marisa es más fuerte que los agravios que todos hemos escuchado.

-Es guapa, y sabe que lo es, y no puedo aguantar una vez más escuchar las voces y pataleos con que su madre y Joselito ensayan el “Tani” que hizo tan famoso al último. Parece que se conocieron hace tiempo, cuando ambos tenían problemas con la pasma. Lo sé porque con esas paredes…

Chunchi no aguanta más y revienta:

-¿Cómo es, querida? Es la única forma de ver si la conocemos. ¿Por qué es guapa?

-Porque la parió así su madre; un trapo que se ponga la chiquilla parece una camiseta de marca auténtica.

Marisa guarda un silencio aparatoso que se nos hace eterno casi a todos y especialmente a la aludida. Parece que no soy el único que sabe que Chunchi compra réplicas en el mercadillo que se instala los miércoles en la plaza del Pelambre. La cosa comienza a decaer, llueve a jarros y el viento se pone muy borde. Es todo lo que he podido sacar en claro de la movida de Villaviciosa. Alguien podría pensar que estos personajes son unos marginales, que la Villa no es eso. Yo respondo que, en efecto, pongo voz a marginales y que de lo que se come se cría. Es la gente que conozco, disfrazada, porque estamos en Carnaval y porque aparecen en situaciones esperpénticas.

Los juzgados de Villaviciosa, ese edificio opaco y gris que veo cada día y que puede percibirse desde la terraza de la Zapica, es todo lo real que su apariencia podría inspirarnos.

He fumado, bebido y presenciado un espectáculo, que es el que he contado. Unos días después, y no admito preguntas, me hice con el diario de Tani. Si os contara cómo me ha llegado, no me creerías. Es un auténtico trabajo de equipo, por muy jauría que parezcan los personajes que os he presentado. Eso sí, me está costando mucho más pasta de lo que puedo permitirme en estos tiempos de recortes.

Rumores

Capítulo 2
Carlos Ortiz de Zárate
miércoles, 7 de enero de 2015, 08:19 h (CET)
Ahora todo el mundo pretende haberlo visto venir; al parecer, soy el único que no se enteró. Bueno, en parte es así, sólo en parte y al principio nada más. Lo cierto es que, pese a vivir en el número 7 de la calle de La Habana, justo frente al lugar de los hechos, no había captado signo alguno de movida.

Cuando salgo, mi perro Julen, toma el mando. Ahora está frenético: es época de celo. No tengo que disculparme, ¿por qué tendría que hacerlo? La cuestión es que no dejé escapar la ocasión de enterarme y lo hice, creo que bastante bien.

La terraza de la Zapica no es del gusto de Julen, no sé muy bien si porque no dan “tapinas” o porque no le gusta el ambiente.

Aquel día tenía que solicitar una fe de vida y al salir del juzgado, Julen pareció cambiar de opinión. Nos instalamos en una mesa libre y nos metimos, sin sospecharlo, al menos en mi caso, en la “movida”.

Para que todo quede bien claro, lo cuento tal y como lo viví entonces:

Mis vecinos de terraza estaban muy alborotados y no tuve mérito alguno en escuchar lo que decían o en observar lo que hacían. Gritaban, gesticulaban y actuaban.

-Huele a Chanel de la viuda de Clicquot en la cuna del Gaitero. ¿Qué más puede pasar? -Xandru pone ritmo y voz a su eterno personaje de marqués de Bradomín.

-Conservas el olfato, querido; yo huelo raro, pero no veo lo que pintan el Gaitero y la Viuda. -Chunchi y Xandru siempre se muestran así, con éstas u otras palabras, pero con el mismo pique.

He oído algo sobre el Gaitero y los chistes fáciles sobre la Veuve. En Villaviciosa, todos los días se habla del Gaitero y el tema me aburre. Asisto al espectáculo desde una mesa cercana. Siempre me saludan, pero nunca me han invitado a unirme a ellos.

Chunchi tiene sobrepeso, pero está convencida de estar muy buena, como ella afirma que opina su médico. Yo creo que es un poco “vieja verde”; se tiñe las canas de azul Mahón, el de los antiguos buzos de trabajo. Proclama un alto poder adquisitivo y deja muy claro su papel de residente de temporada, aunque debe de tratarse de su vivienda preferida, a juzgar por la frecuencia con que la veo. Es muy intrigante y quiere saber todo lo que se cuece, especialmente si se trata de un lance entre el señor feudal y la viuda de Clicquot.

En realidad es Xandru quien carece de interés por los iconos. Menciona datos significativos: no hay aparcamientos libres en la calle de la Habana; todos están ocupados por la aparición repentina de vehículos de alta gama y ha visto que los ocupantes de los mismos se dirigen a las viviendas sociales de enfrente. Conociéndole, sé que ha visto algo y que tiene buen olfato.

¿Por qué se pone tan farruca la Chunchi? Se me ocurren muchas explicaciones, pero, en todo caso, no es algo de mi incumbencia. Las cosas habrían quedado así si no hubiera aparecido Max, otro de los que se pasa el día callejeando.

-¡La que se está montando! Una fiesta por todo lo alto de gente que vive en las viviendas que pagamos nosotros. Lo hacen a lo grande y se traen todo de Madrid. Sus pretenciosos cochazos desbordan las plazas de parking y apesta a Chanel.

-¿Veis como tenía razón? Apesta a Chanel -Ataca Xandru como si de su autoestima se tratara. Ya tiene un auditorio de 10 personas, incluyéndome a mí.

-Bastante sabéis “vosotros” sobre perfumes…

Chunchi empieza a molestarme. No sé si entiendo o no de perfumes, pero el Chanel me evoca sofisticación de marca y de pasta y la he sorprendido más de una vez comprando falsificaciones en los mercadillos.

Petra avanza cargada con el agobio de todas las prisas; sus perpetuas compañeras que tanto me fatigan. Se para ante mi mesa para explicarme mil cosas que ya ha intentado varias veces explicar. No me da opción de meter baza, pese a mis esfuerzos por contar lo que está pasando. Está claro que no tiene tiempo de escucharme, ¿cómo va a hacerlo cuando ella es víctima, no he entendido muy bien de qué?

Xandru se lo ha montado mucho mejor que yo. Su auditorio crece y las conversaciones parecen ser más interesantes que los agobios de Petra. El señor marqués de Bradomín resplandece cuando aún el carnaval no ha llegado a Villaviciosa. Está encarnado con entrañable campechanía y rigor.

-Permitidme un resumen de lo que sabemos: en las viviendas sociales hay una movida que implica mucha pasta. Se lo hacen traer todo de Madrid y de marca, huele a Chanel en el feudo del Gaitero -hace una pausa como si quisiera dejar que alguien precisara. En realidad, sus gestos muestran que la motivación es puramente dramática-. ¿Estaríamos asistiendo a una cruenta tragedia?

-No sé si tragedia o comedia, ¿qué más da? La Viuda ataca al Gaitero, eso es lo que está pasando.

Claro que es la Chunchi y que ha puesto todos sus encantos en la brasa del Asador. Me temo que el señor marqués va a tener que batirse en retirada; le ha salido contrincante con cuerda para un buen rato. Además, las malas lenguas repiten que tuvieron un rollo, pero bueno, al caso; la Petra me deja por la audiencia de mi rival y para interrumpir a Chunchi.

-Tengo material que prueba cosas mucho más graves que los romances de esos “señoritos”.

Nadie da muestras de haberla escuchado, probablemente porque, como yo, todos tememos interminables historias conspirativas que, a fuerza de repeticiones, han terminado por aburrir a quien se deje pillar. Pesa al silencio, emerge Xandru, al parecer iluminado y dispuesto a que todo se aclare inmediatamente.

-Tenemos que centrarnos en hechos; no quieren nada de aquí. Es un hecho.

-Yo creo que tienen razón –añado, con sigilo-. Tenemos productos, pero no sabemos prepararlos al gusto de estos señores.

-Los hechos -proclama el abogado sin que se le desmañe uno solo de sus cabellos-: han gestionado el matrimonio de dos menores. Habrá gran pompa tanto en el ceremonial civil como en el religioso. Las celebraciones durarán tres días, bajo una jaima que ya se está instalando en la Barquerina. Me consta, y nunca había visto tanta actividad en el Ayuntamiento, que lo quieren todo ya y no reparan en gastos, no. Sé que se ha procedido a contratación de personal de apoyo, que hay mucho dinero de por medio y que se paga todo a toca-teja. Hay otros sectores beneficiados -hace una parada triunfal. Se cree el más listo de todos los listos-. La Villa ya está percibiendo beneficios, ¿qué más queréis? Estamos en una sociedad de mercado, pueden traerse de Madrid lo que les venga en gana. Lo importante, no debemos olvidar: las arcas municipales…

La Petra es mucha Petra para dejar terminar a semejante “chupatintas”, aunque, conociendo el paño, probablemente optará por expresiones más escatológicas.

-Es un hecho; no tenemos oferta para la “exquisitez” del mamón ese y dejamos escapar un negocio que hubiera permitido salvar algunos baches de nuestro ya maltrecho tejido económico. Lo más lamentable es que tampoco la tenemos, pese a ser una villa marinera, para los amantes de los productos del mar o para muchos otros que buscan cosas, que sin embargo tenemos. El discurso del abogado, o mejor, como él mismo insinúa, el del Ayuntamiento…

-Yo no insinúo nada - truena el aludido cortante-. He dado ciertos datos que no vulneran secretos oficiales. Ignoro lo que opina el Ayuntamiento y en ningún momento he intentado ser su voz.

Petra interrumpe de sopetón, como si fuera un toro bravo que se lanzase al ruedo, pero se me antoja demasiado vulnerable.

-Papeles, palabras huecas que esconden toda la mierda. ¿Cuánto han recaudado y en qué lo van a gastar? Yo os lo digo ya: en Chanel. El puterío engendra puterío y yo tengo pruebas de un complot internacional…

No le dejan terminar, ¿para qué? De sobra conocemos sus teorías y la Chunchi está convencida de ser portadora de valores eternos.

-Papeles y Chanel, vale, ¿qué más tenemos?

Marisa vive en las casas sociales, llega de allí y pone cara de “sabelotada” cuando se acerca. Ya sé que me toca invitar a un vaso de vino con casera, es lo que ella bebe. ¡Que se preparen estos pringadillos! Tengo información de primera mano; lo veo en la cara de mi compañera de mesa, con qué cerrar la bocaza de la Chunchi. Así, me permito cortar a la señora, ¿qué hace ella con todos los demás?

-Al fin nos llegan noticias, ¿no es así, Marisa?

La aludida sonríe sin forzarse. Ella sabe y, por una vez, tiene la posibilidad de dar un buen zarpazo en los morros de esa pretenciosa que siempre le ha negado el saludo.

-Esta buena señora piensa saberlo todo y no se entera de lo que vale un peine…-se para un momento para mostrar muy malas intenciones-… en los chinos si acaso.

El mero desprecio es el arma que utiliza Marisa y me ha parecido que la Chunchi se ha tambaleado un poco con la estocada. Por si no fuera suficiente contra la premeditación, alevosía y nocturnidad que usa su contrincante, remata con una saeta que acaba de descubrir:

-¿Debo algo a la señora?

La Chunchi retrocede con la excusa de huir de los escupitajos y de la tiña, pero a mí me parece que hay más, ¿tendrá escondido la cuca algo? Nada de eso; se pone como una amapola y después adopta la palidez de un cadáver. Entra en el bar. Hoy lleva un abrigo de chinchilla, lo sé porque me lo ha dicho ella misma. No creo que nadie se haya fijado; Marisa en pleno triunfo, empieza a despachar exclusivas.

-Es la Tani. Ha aparecido su padre para armar la marimorena al enterarse de que la niña está preñada. Los tengo de vecinos, pared con pared. Ha habido ostias y gritos; de todo. ¡Qué acojono! ¡Con los tabiques de mierda!… Pero no, resistieron -Se calla para sacar provecho de la carcajada-. Escuché los gritos como si estuvieran en mi apartamento. Podría haberlas matado el cabrón ese, el que las dejó tiradas-. Se pone tan transcendente como el abogado-. Sé de “muy buenas fuentes” que tiene un buen chollo en las mafias madrileñas y, por lo que vemos, lo tiene para pagar por puro chulo, los trasiegos en el mismo día entre Madrid y la Villa.

El imitado no se hace de rogar y cual corifeo añade:

-Bueno…, hasta que termine el montaje de prefabricados para alojarlos. Es pasta, mucha pasta; sé que paga muy bien el uso de los terrenos y la celeridad de los papeleos. De aquí no quiere ni el agua.

-Que tenga cuidado con el agua; con las trazas que tiene el tiempo, sus jaimas podrían verse arrastradas.

Es la Petra, y considero que se supera. Ha sabido enganchar la escena en la de su adversaria. Marisa se resiste a dejarse arrollar.

-Dios da peines a los calvos, querida. El hijoputa ese se está haciendo montar un tinglado que resiste al agua y al viento. Todo de “altísima tecnología” y sé que están poniendo sólidos cimientos. Lo ha comprobado mi hombre.

-Tu hombre, tu hombre… ¿qué títulos tiene?- Habla Chunchi, no sé muy bien cuándo ha salido del bar y me sorprende con un gancho que no me esperaba de ella-. ¿No le parece, señor abogado?

El aludido no se molesta en contestar, se limita a una mueca de resabio cansino y finge estar absorto en la lectura y ajeno a la algarabía. No tarda en arrepentirse, porque la Chunchi se lanza y le encara.

-Con la venia, señor letrado, ¿piensa usted que, jurídicamente, este hombre puede testimoniar de la calidad de los cimientos? –pregunta, señalando con arrogancia al marido de Marisa.

El abogado no se deja intimidar.

-No creo que usted pudiera entender los razonamientos jurídicos.- Se levanta para irse, pero Chunchi no está dispuesta a permitirlo.

-El señor letrado parece ignorar que no solamente estamos en la plaza pública, sino que también tenemos enfrente el juzgado. ¿No le parece que nos asiste el derecho a solicitar su opinión de experto?

-Para eso -hace una pausa bravucona -atiendo en mi despacho; puede solicitar cita para consulta cuando guste.

Chunchi se mueve con mayor celeridad de la que su corpulencia podría hacernos prever. Su gesto actúa de resorte entre Xandru y Petra. Acorralado, el letrado, no tiene otra escapatoria que el chaparrón y el vendaval.

-Nunca ha tenido huevos ese tío.

Xandru ha pronunciado esta frase en la escenografía de “Sonata de Otoño”. Le ha quedado muy bien, aunque no creo que alguien de los presentes haya leído a Valle Inclán. Chunchi se quita del medio el esperpento como si la escena fuera suya.

-¿Cuánto habrá pillado el tío este? Alguien más listo habría estado en el festín, con tantos papeleos… Después de todo es de Madrid, ¿no?

A Xandru se le deboca el marqués de Bradomín.

-Conozco los círculos y cloacas de la capital y del reino, nunca he visto a este individuo. Chunchi me mira con una complicidad que me resulta molesta.

-Aquí estamos, sin duda los mejores; el marido de ésta- señala a Marisa con muy mala leche- que no sabe lo que vale un peine, ¿para qué iba a saberlo cuando nadie ignora que en esa casa no lo usan? Pero opina de “resistencia de materiales”, el abogado que nos quiere cobrar por traducir los hechos en discurso jurídico y el señor marqués de la chorra pelada este, que nos agobia con sus grandezas. Vayamos a lo nuestro, ¿quién es esa Tani?

Yo sé quién es, ya lo creo que lo sé. No digo nada porque la arrogancia de Chunchi no me parece merecer una respuesta. El poder del que se siente investida Marisa es más fuerte que los agravios que todos hemos escuchado.

-Es guapa, y sabe que lo es, y no puedo aguantar una vez más escuchar las voces y pataleos con que su madre y Joselito ensayan el “Tani” que hizo tan famoso al último. Parece que se conocieron hace tiempo, cuando ambos tenían problemas con la pasma. Lo sé porque con esas paredes…

Chunchi no aguanta más y revienta:

-¿Cómo es, querida? Es la única forma de ver si la conocemos. ¿Por qué es guapa?

-Porque la parió así su madre; un trapo que se ponga la chiquilla parece una camiseta de marca auténtica.

Marisa guarda un silencio aparatoso que se nos hace eterno casi a todos y especialmente a la aludida. Parece que no soy el único que sabe que Chunchi compra réplicas en el mercadillo que se instala los miércoles en la plaza del Pelambre. La cosa comienza a decaer, llueve a jarros y el viento se pone muy borde. Es todo lo que he podido sacar en claro de la movida de Villaviciosa. Alguien podría pensar que estos personajes son unos marginales, que la Villa no es eso. Yo respondo que, en efecto, pongo voz a marginales y que de lo que se come se cría. Es la gente que conozco, disfrazada, porque estamos en Carnaval y porque aparecen en situaciones esperpénticas.

Los juzgados de Villaviciosa, ese edificio opaco y gris que veo cada día y que puede percibirse desde la terraza de la Zapica, es todo lo real que su apariencia podría inspirarnos.

He fumado, bebido y presenciado un espectáculo, que es el que he contado. Unos días después, y no admito preguntas, me hice con el diario de Tani. Si os contara cómo me ha llegado, no me creerías. Es un auténtico trabajo de equipo, por muy jauría que parezcan los personajes que os he presentado. Eso sí, me está costando mucho más pasta de lo que puedo permitirme en estos tiempos de recortes.

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