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Recibí por internet la felicitación de Navidad de un antiguo compañero y amigo, me dejó preocupado porque no supe contestarle, sabía que llevaba varios años en paro y me pareció mal responder de igual manera, porque yo no lo estoy. Me dejó pensativo, al cabo de unas horas le mandé un correo preguntándole, ¿cómo te va la vida? De inmediato contestó, ¡llevo cinco meses trabajando!, me emocionó, me hubiera gustado ver su cara de satisfacción. Respondí de inmediato alegrándome de su situación y deseándole que pasara unas maravillosas fiestas, me preocupaba su situación, como la de los 5 M de personas en el paro con las prestaciones agotadas o recibiendo un subsidio para indigentes, agravado si tiene familia a quien mantener.
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".
Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.
Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.
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