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Juan Pablo Mañueco

Violencia juvenil

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De un tiempo a esta parte, las noticias sobre violencia y pandillismo juvenil abren los informativos u ocupan las primeras páginas de los periódicos con más frecuencia de la deseada. Y además es un fenómeno creciente, por lo que no puede volvérsele la cara como si no tuviera nada que ver con una sociedad cada vez más violenta.

Este último fin de semana reyertas multitudinarias en Azuqueca de Henares, en Guadalajara o la más sonada de Alcorcón (Madrid) revelan que algo grave está sucediendo, ya sea por motivos aparentemente políticos, raciales o de puro gamberrismo de fin de semana, lo cierto es la conflictividad juvenil se traduce en una violencia inusitada.

Navajas, machetes, barras de hierro, objetos contundentes... que no son los instrumentos más adecuados para la juventud que sale simplemente a divertirse, sino que refleja que ciertos grupos de jóvenes ya van preparados para otra cosa.

Los sucesos más significativos han tenido lugar en Alcorcón, porque no se trata ya de una mera reyerta ocasional, sino de una conflictividad que estaba latente y que ha estallado en venganzas y contravenganzas. Grupos de adolescentes latinos que buscan a grupos de españoles para pasar factura por viejos agravios, a los que sigue la réplica de los adolescentes españoles contra los jóvenes latinos, a quienes acusan de haber iniciado los incidentes. En una espiral cada vez más peligrosa, porque no se concentran sólo pandilleros de la localidad, sino que a través de los mensajes a móviles pueden convocarse a grupos llegados desde todos los barrios de Madrid.

La radicalidad de esta violencia es una de las consecuencias negativas de la inmigración masiva que está conociendo nuestro país. La cual tiene componentes positivos, ciertamente, pero también fenómenos de desarraigo y de falta de integración social y cultural que, en determinados momentos, pueden eclosionar de esta forma, como ya ha ocurrido en otros países europeos, con mayor experiencia de años en el fenómeno inmigratorio.

Lo ocurrido en Alcorcón es un aviso serio, en una ciudad de 175.000 habitantes, de los cuales 21.000 son extranjeros, lo que representa el 14 % de la misma. Si las autoridades no toman la cuestión migratoria con la delicadeza, el tacto y el estricto cumplimiento de los cupos de población inmigrante que España puede asumir, que no son ilimitados, estos fenómenos, desafortunadamente, es más que probable que sigan incrementándose.

Violencia juvenil

Juan Pablo Mañueco
Juan Pablo Mañueco
jueves, 25 de enero de 2007, 21:52 h (CET)
De un tiempo a esta parte, las noticias sobre violencia y pandillismo juvenil abren los informativos u ocupan las primeras páginas de los periódicos con más frecuencia de la deseada. Y además es un fenómeno creciente, por lo que no puede volvérsele la cara como si no tuviera nada que ver con una sociedad cada vez más violenta.

Este último fin de semana reyertas multitudinarias en Azuqueca de Henares, en Guadalajara o la más sonada de Alcorcón (Madrid) revelan que algo grave está sucediendo, ya sea por motivos aparentemente políticos, raciales o de puro gamberrismo de fin de semana, lo cierto es la conflictividad juvenil se traduce en una violencia inusitada.

Navajas, machetes, barras de hierro, objetos contundentes... que no son los instrumentos más adecuados para la juventud que sale simplemente a divertirse, sino que refleja que ciertos grupos de jóvenes ya van preparados para otra cosa.

Los sucesos más significativos han tenido lugar en Alcorcón, porque no se trata ya de una mera reyerta ocasional, sino de una conflictividad que estaba latente y que ha estallado en venganzas y contravenganzas. Grupos de adolescentes latinos que buscan a grupos de españoles para pasar factura por viejos agravios, a los que sigue la réplica de los adolescentes españoles contra los jóvenes latinos, a quienes acusan de haber iniciado los incidentes. En una espiral cada vez más peligrosa, porque no se concentran sólo pandilleros de la localidad, sino que a través de los mensajes a móviles pueden convocarse a grupos llegados desde todos los barrios de Madrid.

La radicalidad de esta violencia es una de las consecuencias negativas de la inmigración masiva que está conociendo nuestro país. La cual tiene componentes positivos, ciertamente, pero también fenómenos de desarraigo y de falta de integración social y cultural que, en determinados momentos, pueden eclosionar de esta forma, como ya ha ocurrido en otros países europeos, con mayor experiencia de años en el fenómeno inmigratorio.

Lo ocurrido en Alcorcón es un aviso serio, en una ciudad de 175.000 habitantes, de los cuales 21.000 son extranjeros, lo que representa el 14 % de la misma. Si las autoridades no toman la cuestión migratoria con la delicadeza, el tacto y el estricto cumplimiento de los cupos de población inmigrante que España puede asumir, que no son ilimitados, estos fenómenos, desafortunadamente, es más que probable que sigan incrementándose.

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