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Lo hemos pasado muy mal

Me refiero a aquellos pertenecientes al segmento de plata que hemos sufrido la pandemia
Manuel Montes Cleries
jueves, 2 de julio de 2020, 08:01 h (CET)

Ya me lo advertía mi hijo geriatra. Tienes que cuidarte que lo de la cuarentena. Esta situación tiene segundas, terceras y, hasta cuartas lecturas. Nos hemos preocupado cuidadosamente de no contaminarnos, nos hemos parapetado en nuestros cuarteles de invierno y hemos seguido rigurosamente los dictados de las autoridades sanitarias, civiles, militares y familiares.

Más la procesión ha ido por dentro. Las cuatro neuronas que nos quedan se han revolucionado. El caminar por las calles, el hablar con tus semejantes, el sentirte y ser útiles para los demás, son ejercicios para el cuerpo y la mente. La mía se había anquilosado. He tenido que recurrir a refuerzos psicológicos, terapéuticos y de voluntad.

Quince días después de la desconfinación estoy recuperando la “nueva normalidad” personal. Llevaba razón mi hijo médico. Los que nos encontramos en la tercera edad y pertenecemos al “segmento de plata”, habíamos descendido de división. Estábamos en la cuarta edad y en el “segmento de bronce”.

Hemos tenido que jugar la liguilla de ascenso. Es muy difícil y nos coge cansados y agobiados. Pero se puede. Nos va a costar… pero se puede. La mejor manera de mejorar es partir desde el convencimiento de que tenemos que hacerlo. Nuestros abuelos y nuestros padres superaron dos guerras mundiales y una incivil. Con la ayuda de Dios y nuestro esfuerzo podremos. No hay cuarentena que nos vuelque. Así que os animo a perder el miedo (no la precaución) y a volver a ser útiles. Aunque sea a distancia y por teléfono.

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“El poder y el dinero todo lo corrompe”. Esta afirmación, que podría parecer una sentencia amarga o una exageración pesimista, se revela cada vez más como una radiografía certera del tiempo que habitamos. Nunca antes habíamos tenido tantos recursos tecnológicos, tanto conocimiento científico, tantas herramientas para construir un mundo justo y sostenible. Y, sin embargo, el presente se parece más a una distopía en cámara lenta que a un avance hacia la equidad y la paz.

Cada mañana, a primera hora, puedo observar cómo un tractor se ocupa de limpiar las playas de mi paraíso particular a fin de dejarlas tersas e impolutas. Coincide su paso por mis “dominios” con la caminata matutina que aprovecho para pensar. Su presencia y actividad, me da ideas que me invitan a imitarle. Me inspiran para intentar realizar en mi mente una labor similar a la que el tractor efectúa cada jornada.

En la vida siempre he sido pragmático, es decir, he procurado ser práctico, y ser práctico te conduce a ser útil. Cuando eres joven y estás estudiando, puedes tener toques idealistas, es normal, pero siempre había algún profesor que “te advertía” que uno siempre acaba siendo práctico y “amas” ser práctico.

 
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